Normalmente el Circo Price te da la bienvenida siempre con una locución, lo que no es tan habitual es que, de paso a otra locución, una que te explica que lo vas a ver es la gira de aniversario, treinta años nada más y nada menos, de Elefantes, antes de que el clásico “La vie en rose” de Edith Piaf ponga a la banda sobre el escenario para recibir la ovación de los asistes. Un comienzo distinto, como si hubiera acabado el show para que los cuatro únicamente con el sonido de una guitarra y bajo una potente luz blanca hagan una preciosa versión de “Pretendes”, una tierna maravilla que da paso a la locura, “Cada vez”

No me canso de ver a Elefantes, y gran parte de la culpa la tiene la ambigüedad y el histrionismo de un exagerado Shuarma que hace de cualquier escenario el salón de su casa, un plató sobre el que interpretar cualquier tema que vaya a cantar ese día. No es un vocalista cualquiera, es un intérprete, una rara avis dentro del panorama musical, no solo nacional, mundial. Y además lo sabe, y lo aprovecha, se apodera de los focos, únicamente cedidos momentáneamente a Alex ya que Julio jamás abandona su timidez escénica y Jordi está atrapado tras su batería. “Madrid muy buenas noches, que ganas teníamos de venir a celebrar nuestro treinta aniversario con todos vosotros, nos moríamos de ganas. Vamos a hacer un repaso obvio por distintos momentos de nuestra carrera”, y vaya si lo hicieron, repasaron toda su carrera pasando por los temas más clásicos de la banda, sin olvidarse prácticamente ninguno.

“De pequeñito veraneaba en un pueblo que se llama Cubellas, donde nunca pasaba nada. Me metí en una casa donde conocí a un payaso, uno de los mayores payasos del mundo, Charlie Rivel” asi nos conto Shuarma la historia de “El payaso”, un tema compuesto de frases del gran Josep Andreu, porque “nosotros también nos sentimos que de alguno modo somos un poco payasos yendo de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de plaza en plaza intentando sacar una sonrisa y hacer disfrutar a la gente”, y  Shuarma no se quedó ahí, se enfundo la clásica nariz roja mientras hacía todo tipo de gestos, que gran tipo.

Había un par de sorpresas en esa noche, la primera fue la aparición de Nacho Campillo para hacer “Al olvido”, una de las mejores canciones de Elefantes publicada originalmente en 2005 dentro de su álbum “Somos nubes blancas”. El sonido estaba siendo maravilloso como nos tiene acostumbrados el recinto, el repertorio inmejorable y Shuarma en su salsa, tanto como para acercarse a un lateral del escenario a saludar a una pareja que le llamo especialmente la atención, “cuando se canta se puede hacer con el corazón o con la voz, vosotros podéis elegir, nosotros siempre preferimos el corazón pero hay momentos que es necesario hacerlo con la voz... vosotros elegís pero…es que me encantáis vosotros dos, ¿con que vais a cantar vosotros dos? Es muy guay porque están ahí todo el rato como super enamorados y a nosotros que nos flipa el amor y llevamos florecitas y color rosa y todo eso, sois ideales ¿podríais hacer toda la gira con nosotros?”, vaya pregunta no, la respuesta fue afirmativa claro, ni se lo pensaron, y lo de cantar, pues se dejaron la voz y el corazón con “Azul”.

La segunda sorpresa de la noche, Annie B. Sweet, que ternura de cría por favor, pisaba el escenario con una timidez y modestia tan grande como su talento, “estoy flipando, sois maravillosos”, daba la sensación como de estar tremendamente agradecida, por favor que dulzura…hasta que empieza a cantar claro, y el tema elegido para la ocasión fue “Te quiero” del maestro Jose Luis Perales, para comérsela. La rigurosidad de horarios no permitió alargarse hasta las tres horas anunciadas en la locución inicial de bienvenida, pero la banda se despidió de su rendido publico después de casi dos horas con “Piedad”. Han pasado treinta años, toda una vida, pero cuando el tienes talento y maestría para dar y regalar…por mi que pasen treinta más.