Hay citas únicas en la vida que uno no puede perderse, y una de esas citas era el Festival  Yo Soy 80´s que se celebraba en el Escenario Santander, ubicado en la capital cántabra.

El ambiente que se vivió aquella noche era un tanto indescriptible en líneas generales, algo a lo que no estamos muy acostumbrados, algo diferente, gente de una cierta edad, muchos disfrazados, un aire añejo… En fin, algo como he dicho distinto, pero no por ello menos divertido, ni menos currado. Y es que aunque la que suscribe en los años 80 estaba literalmente aprendiendo a andar, también debo reconocer que me lo pasé bien y que se notaba a la legua un gran esfuerzo por cuidar hasta el más mínimo detalle. Así que aunque al principio estaba un tanto alucinada, debo comentar que finalmente sentí hasta envidia porque yo quería mi propia fiesta homenaje, esa en la que se recordase la época en los que tenía 15 o 20 años, pero claro no tendría mucho sentido porque no ha pasado todavía demasiado tiempo, ¡¡jejeje!!.

Mientras la sala se iba llenando tímidamente, aunque al final habría unas 400 personas (para el que no la conozca la sala es muy grande) estaban proyectando anuncios de los años 80, y también lo hicieron entre bolo y bolo, además sonaron canciones de la época como  "I Shouls be so Lucky" de Kylie Minogue, “Boys” de Sabrina, “Bad” de Mikel Jackson, Born in the USA" de Bruces Springsteen o “La fuerza del destino” de Mecano.

Y también el momento de entrega de premios a los disfrazados fue realmente divertido, en buena parte gracias al presentador, la competición estuvo más que reñida, ¡¡jejeje!!. Los obsequios no podían ser otros que cintas de cassette y de VHS muy míticas y dignas de tener en cualquier colección. Hay que comentar también que las bolsas en las que incluían los premios eran auténticas obras de arte, eran socarronas a la par que elegantes, con imágenes de perros disfrazados, me tengo que enterar yo de quién las hace, porque realmente eran muy bonitas.

Los primeros en salir al escenario fueron Lupers, y debo decir que a mí personalmente fueron los que más me gustaron. Evidentemente, no había escuchado nada o casi nada de las tres bandas. Como ya he dicho yo soy de otra época y de oír otro tipo de música, lo que no quita para que sepa apreciar la calidad de las cosas. Pero como mis gustos son más cercanos a Lupers, pues probablemente por eso me encantaron.

Me gustó mucho la actitud de la banda, recordando genialmente a las insuperables, a las únicas y míticas Las Vulpes, con un punk rock de los 80 desenfadado y divertido, con una música sin demasiada conjetura pero logrando el efecto oportuno, y con una honestidad y una desvergüenza de esas que tanto me gustan a mí, esa actitud es la que a veces hecho mucho de menos en otros grupos.

Sinceramente me lo pasé en grande con Lupers, de principio a fin, animaban al público a moverse, y es que había alguno que otro que parecía que no sabía dónde estaba y les miraba como el que mira las vacas al tren. A mí desde luego me movieron y mucho, y a la vez me hicieron partirme de la risa, y es que sus letras no tienen desperdicio alguno, cargadas de ironía, de socarronería y de verdades como puños.

Abrieron su actuación presentándose como unas auténticas rubias de bote, y es que las dos voces principales son dos féminas que llevan el pelo de ese color, para seguir con “Policía secreta”, dedicándosela a los policías que están cerrando los bares de Santander donde se dan conciertos. Y así sin pelos en la lengua siguieron durante un buen rato soltando barbaridades por la boca, ¡¡gracias!!, haciéndonos “reflexionar” especialmente con “Síndrome premenstrual”, “Apestas” o “Puta parisina”.

Las versiones vinieron de la mano de “Me gusta ser una zorra” de Las Vulpes, adaptando el estribillo a su manera  y acabaron el espectáculo homenajeando a Siniestro Total con “Más vale ser punky que maricón de playa”.

Tal vez lo que más me gustó es que este grupo de Santander no lleva demasiados años como formación. Me sorprendió gratamente que recuperen una forma de decir y de hacer las cosas que nunca debería haberse perdido con el paso de los años. ¡¡Grandes Lupers!!.

Después de este ataque reivindicativo y sin concesiones, llegó el turno de Me lo pienso, homenaje a los míticos Melopea. Y aquí cambiamos completamente de registro, y es que las tonalidades y el fondo de las canciones tienen un toque mucho más edulcorado. Música muy bien hecha, vimos un grupo que sabía cómo tocar los instrumentos y que demostraron unas tablas enormes.

Una gran puesta en escena sin duda alguna, empatizando a la perfección con el papel que les tocaba representar, con aquello que pedían esas canciones paridas hace 30 años y dónde el sol, la playa, el surf, el culto al cuerpo y el vicio carnal ocupaban todas las preocupaciones de la mente de unos adolescentes incansables.

Y así bajo esas premisas pasamos un rato muy entretenido con “La chica más guapa”, con “Nancy” y con “Oh Carolina”. Y después del empacho de mujeres llegó la otra afición de los chavales de la época, que como ya hemos comentado era el surcar las olas, dejándonos títulos tan sugerentes como “Quiero hacer surf”, “Surf, chicas y Rock & Roll” o “Surfing Safari”.

El final de tanta diversión lo pusieron la mítica “Bajo el sol” (causando el revuelo general del público) y “Only locals”. Este último tema según explicó el señor Jose Pellón, ha sido compuesto por él hace no mucho tiempo.

Entre grandes vítores y aplausos aparecieron por el escenario los míticos, los inigualables, los insuperables Los Toreros Muertos, ya estaban aquí para hacer las delicias de un público ávido de sus canciones, para hacer realidad el sueño de una gente que quería volver a vivir en sus carnes una encantadora experiencia, para poder disfrutar del espectáculo de estos geniales “impresentables”. Aunque también hay que comentar que no había sólo canas y cabezas con poco pelo por el Escenario Santander. También había gente más joven que había crecido influenciada por la música de Pablo Carbonell y su banda.

Aunque yo no fuera una de esas personas, sí que pude ver la grandeza del evento, pude imaginar lo que supuso el componer y cantar esas canciones hace 30 años. Y ahora me puede dar rabia no haberlas escuchado antes, pero probablemente no me habría reído tanto como lo hice, y es que había que tener unas narices enormes para hacer esas canciones en los años 80. Si hoy por hoy a mí me escandalizaron con su ironía, hace tantos años debió ser… ¡¡pues eso, la movida madrileña!!. Y es que no se podía ser ni más socarrón ni más impertinente, ni más desvergonzado.

Sinceramente debo reconocer que a esas alturas de la noche tenía una gran envidia recorriéndome  las venas, ¡¡qué grande habría sido ser adolescente en los 80!!.

La actuación estuvo de lujo, aunque se vio algo empañada porque en las primeras canciones Pablo Carbonell, no se oía ni para atrás, bueno, ni se oía él, ni le oíamos nosotros. Pero bueno, poco a poco la cosa fue cogiendo forma y el artista se encontró más a gusto sobre las tablas.

Empezaron a repartir sonrisas con “Probando” y “Los toreros muertos”. Y sinceramente entre que yo pensaba que con el primer tema estaban probando de verdad y que no se les oía un carajo, pues estas canciones se diluyeron un poco. Pero al acabar todo el concierto, las volvieron a cantar y amenazaron con repetir de nuevo todo el setlist, mientras el público se mostraba entusiasmado, ¡¡pero qué ingenuidad!!, ¡después de más de dos horas de música repetir todo!.

La actuación fue delirante, creo que mientras sonaba “Soy un animal” Pablo se subía sobre una caja de cervezas para imitar el complicado espectáculo de una cabra sobre un taburete, además el showman acabó la actuación con mucha menos ropa de con la que la empezó.

El público estaba eufórico y yo personalmente opino que necesitamos más canciones de estas, temas en los que hoy por hoy nos riamos de las cosas y ridiculicemos lo insólito. Así que nos reímos un buen rato con Los Toreros Muertos y viviendo en directo temas como “Yo no me llamo Javier”, “Mi agüita amarilla”, “Necesito un avalista”, “Tu madre tiene bigote”, “En mi portal”, “Falangista” y para acabar “D.N.I”.

Sin duda alguna fue una experiencia irrepetible. Un gran honor.