Dicen que el recuerdo es el único paraíso del que no podemos ser expulsados, en el que uno se reencuentra así mismo, con su propia esencia, pudiéndose purificar y limpiar su cuerpo a todos los niveles, al dejar salir a flote aquellas sensaciones dolorosas que le continúan encadenando al pasado o vivencias que se disfrutaron al máximo en el momento en que ocurrieron. Una depuración energética poderosa, dando vía libre a la vivacidad y la energía, los ojos brillan, la piel se colorea, las manos inventan danzas..., similar al poder del efecto placebo, sentirse renovado por el recuerdo de lo evocado.
Seguro que muchos de los que asistieron el pasado 19 de junio a la sala Santana 27 (Bilbao) experimentaron ese fenómeno llamado “efecto reminiscencia”, como el tiempo no es constante en nuestra memoria y los recuerdos se concentran en períodos concretos, alrededor de la etapa de la adolescencia, en ese periodo en el que a uno le importaba un huevo todo, excepto la juerga, la música y las mujeres. Nostalgia pura de la juventud perdida.
Hay bandas a las que sin saber muy bien porque se les resiste el éxito. La historia del rock está llena de grupos que en teoría lo tenían todo, una discográfica multinacional que en un principio le respaldaba, una imagen perfecta y álbumes llenos de melodías contagiosas y adictivas pero que no llegaron a casi nada.
La formación inglesa Buffalo Summer intenta escapar de esa maldición por la vía de emergencia, a través de la espiritualidad y devoción que toda una tribu setentera asumió, los adoradores de los sonidos zeppelianos. Conscientes de que un show sustentado pura y únicamente por la calidad intrínseca de sus temas siempre va a quedar algo flácido, se explayaron en su total dimensión logrando momentos de efervescencia sonora, muy al estilo de The Black Crowes, incendiarias canciones de hard rock y blues rock, “Down To The River”, “Roll On Through” o “March Of The Buffalo”, supurando en sus devaneos guitarreros esencias sureñas de improvisada y efímera improvisación, sin perder en ningún instante el contacto con el público; que de haber sido compuestas en otros tiempos servirían para reventar estadios. Sería grande que después de habernos quejado durante años del nivel del hard británico, formaciones inglesas pusieran de nuevo el género de moda.
Buffalo Summer
Recuerdo muy bien cuando los californianos Buckcherry nos aplastaron con su tremendo debut, los que llevamos el hard rock de vieja escuela muy adentro nos esperanzamos en un resurgir del género, pero la supuesta revolución que debía estar comandada por Joshua Todd se quedo a medias, y lo cierto es que si descontamos el bombazo de The Darkness o Airbourne, nadie ha sido capaz de poner al hard clásico en el lugar que se merece. Los años avanzan como si viajaran subidos en los brazos de un molino, girando con más o menos fuerza, según sopla el viento. En ocasiones, los grupos retroceden para recoger aquello que los mayores perdieron y ya no necesitan volver a buscar. La metáfora de las astas les va al pelo a Buckcherry tanto por la capacidad que tienen para actualizar su influencia como conservar intacto el estilo rebelde y extravagante que les caracterizaba desde sus inicios.
Sin ningún tipo de rigor, en revelar su vida desenfrenada de rock-star, Joshua Todd arrancó la descarga, gritando “¡Me encanta la cocaína!”, el previo aviso de la llegada del cañonazo “Lip Up”, con las pilas totalmente recargadas de mercurio y empujado por sus propias ganas y no la de otros, escapando del ataque de los clones y buscando esas buenas vibraciones eléctricas que inducen a uno a sentir todo el tiempo.
Buckcherry
Un inicio bastante avispado, subidos a un tren sin frenos cuya estación cercana se llamaba frenesí, a cargo de “Fall”, “All Night Long” y “Onset”, viajando en la montaña rusa de los corazones hambrientos y las curvas abiertas; y estimulándonos después a un salvaje desenfreno rockero de viejas épocas con riffs atléticos y ritmos ágiles, sueltos y alegres en “Dead” y “Ridin´”, con destellos de genialidad que los distancian de sus congénitos, en particular en sus recientes composiciones, basadas todas ellas en los siete pecados capitales, la canción sobre coños “Porno Star” y la que se refiere a una parte consumista de la vida, la de ser un comilón “Gluttony” para posteriormente hacer gala de su capacidad para medir sentimientos y convertirlos en medios tiempos, de esos que nos hace zambullirnos en puros estados de melancolía recalcitrante, “Greed” o “For The Movies”.
Tocadas cada una de las notas como si les fuera la vida en ello. Recursos todos ellos, a favor de ciertas concesiones de exclusividad con el público durante el tramo final, rasgando guitarras vitaminadas y angulosas en confluencia con melodías vocales de urgente expresividad en “Crazy Bitch”, acicalada en su transcurso, con algunas notas del “Miss You” (The Rolling Stones) y sustituyendo la emoción de lo conocido por la sorpresa de lo inesperado con “Say Fuck It”, su particular versión del “I Love It” de Icona Pop. Mucha actitud, sobrada entereza y eficacia más que demostrada
- Lit Up
- Fall
- All Night Long
- Onset
- Everything
- Sorry
- Dead
- Porno Star
- Ridin´
- Gluttony
- Greed
- For The Movies
- Crazy Bitch
- Say Fuck It (Icona Pop Cover)
Buckcherry
Hay que ser reacio a las tomaduras de pelo, el concierto de Skid Row fue idéntico al timo de la estampita, un querer y no poder en la figura de Johnny Solinger ya que la sombra de Sebastian Bach sigue siendo aún bien alargada. Evidentemente, las canciones no suenan solas y tras ellas han de estar músicos que las interpreten con entrega y las doten de sentimiento; como mínimo disponer de un frontman con carisma y magnetismo, capaz de cargarse a sus espaldas el peso entero del concierto a base de feeling y una voz privilegiada; rasgos que no presencié en el nuevo vocalista, única y exclusivamente predisposición y entrega, ocultándole con un sonido excesivamente alto, ciertas carencias vocales de éste, quien recurría una y otra vez a una idéntica entonación, tonos semi-graves.
Si bien, uno quería rememorar tiempos de su juventud, era el plan perfecto, canjear su rutina diaria por sueños que durante una hora y cuarto parecían cumplirse; y es que cuando el motor emocional vuelve a rugir a pleno pulmón “Big Guns”, “Makin´ A Mess”, “Piece Of Me” o “18 And Life”, la nostalgia te hace dudar pero las fantasías de juventud son tan, tan reales que hasta podrías contagiarlas mientras se revive clásicos tan imperecederos como “I Remember You”, “Slave To the Grind” o “Youth Gone Wild”. No obstante, no podemos hablar de rutina poco pasional del grupo o una postura relegada a lo que es lo mismo a un plano correcto pero poco emotivo, ya que mostraron su presente más inmediato con la valentía y convicción necesaria, a cargo de trallazos instantáneos marca de la casa, “Let’s Go” o “Thin Is The Skin”, ambas de su EP “United World Rebellion: Chapter One”, inyecciones de desparpajo y rebeldía para empujarte a un movimiento físico y de conciencia.
Skid Row
Aún así, en ciertos momentos esa energía inicial se ahogaba en un camino sin salida “Riot Act” mientras que en otros deambulaban por territorios cansinos “In A Darkened Room”, sin mayor brillo, subiéndose en enteros a raíz una desfasadísima “Psycho Therapy” (Ramones), que incluyeron en su Ep del 92 “B-Side Ourselves”, cantada por el bajista Rachel Bolan y esos sopapos de potencia que ayudan siempre a combatir la era del desaliento que nos acosa de forma continua y persistente, “Monkey Business” y “Get The Fuck Out”. Aunque a algunos les supo a gloria, al tratarse como el agua de un milagroso manantial que proporciona la eterna juventud, como bien he dicho al principio, la sombra del pasado..
- Lets Go
- Big Guns
- Makin’ a Mess
- Piece of Me
- 18 and Life
- Thick Is the Skin
- Riot Act
- In a Darkened Room
- Kings of Demolition
- Psycho Therapy (Ramones cover)
- I Remember You
- Monkey Business
- Get the Fuck Out