Con la cita a unos kilómetros de Madrid, en Toledo en pleno centro histórico, en la sala “Los Clásicos”, edificio singular reconvertido en garito / sala de conciertos. Bajo un artesonado de madera muy bien conservado y un gigantesco ventilador colgando del techo, nos presentamos en un directo cuyos beneficios fueron a parar a la comisión de ayuda al refugiado.
Reconozco que en mi coche suenan bastante a menudo Suzio 13. Son un grupo que mola y me fastidió bastante llegar con ellos dando los últimos coletazos. En las entradas online daban como horario de inicio las diez de la noche pero empezaron media hora antes. Entre los compases de su canción homónima y el grandísimo “Redskins” a penas nos dio tiempo a hacernos hueco y por poco no pudimos ni preparar la cámara. Eso sí, eché de menos a los chicos Fhin Brau a los vientos.
Suzio 13
Estábamos en la primera cita de la gira “20 años de Punk’n’roll” de Ignotus y tenía ganar de verlos. En 1995 unos jovenzuelos Cristian, el Gordo y el Niño andaban okupando unos locales en los polígonos entre Móstoles y Alcorcón para tener un sitio donde ensayar. Quién les iba a decir a los dos últimos que, a día de hoy, iban a acabar haciendo maravillas en Non Servium. Supongo que Iván (guitarra actual) tampoco se esperaba que fuera a hacer tan bien tándem musical con Cristian (que colgó la guitarra para pasar a la voz). Ellos han sido capaces de sacar este proyecto adelante a pesar de los parones, cambios de ritmo y formación, entre fábrikas, casikas y chiringos punkis del sur de Madrid. Hay que reconocer que antes hacían lo que podían y ahora hacen lo que les da la gana.
Abrieron con “Vive y deja vivir” en una sala semi vacía y bajo las fotos de Suzio 13 en el proyector que les acompañaron todo el concierto. “Superstición” fue llenando la sala y comenzaron los primeros pogos. Nos dieron un pequeño respiro con “A ningún lugar” pero a partir de “Mi voluntad” comenzó la lluvia de mamporros y no importaba si llevabas en la mano un tercio o una muleta. No faltaron "Indomable", "Apátrida", "1995" o "Barricada", con ese sonido tan personal que llevan los madrileños. Cerraron con “Bandera negra” poniendo punto y final a un concierto tan farrullero como ellos mismos.
Ignotus
“Veinte años salvajes”. No hubiera podido encontrar mejor nombre para celebrar el vigésimo aniversario de los de Alcobendas. Bajo las primeras notas del “Lust for life” de Iggy Pop (e imaginando a Ewan McGregor corriendo por Edimburgo al grito de “Elige la vida. Elige un empleo…Elige un televisor grande que te cagas”) comenzaron con “Sexo, Drogas y Street Punk” casi sin haber terminado de probar. Aun sintiendo la rabia en las entrañas de “La memoria de los vencidos” la sala volvió a llenarse con todos los que estaban fumando fuera.
A partir de ahí se dedicaron a disparar cañonazos. Recordando antiguos conciertos y a compañeros de Milicia Urbana liándola con “Bronca y rebelión”. No dejaron indiferente a nadie y la gente en la sala no podía dejar de bailar. Himnos antifascistas como “Nacidos del odio” o “Inadaptados” fueron coreados a una sola garganta por el público.
“Con cojones” petó la sala de esa violencia macarra que flota en todos los conciertos de Kaos Urbano, esta vez sí con su nombre en la pantalla. Se mezclaban temazos como “Años salvajes” o “Por volverte a ver” con un calor que fue creciendo entre una sala llena de rabia y pogos.
La fuerza de Esku en el micro es arrolladora. Mi fotógrafa aún no se podía creer las labores consistoriales de este skin de la vieja escuela (es concejal de Podemos en Alcobendas), debe ser su "Eterna y vieja juventud". No dejó de pedir cerveza y tabaco a los asistentes, mientras sonaban canciones como “Te olvidaste de matarme al nacer” o “Calles de abajo”. Salieron de Madrid entre “Nubes de óxido” y con “Anti español” llegó una buena somanta de hostias. Hubo una pelea entre féminas en un brutal “Larga vida al OI!”. No dejaron de recordar el orgullo Skin y el espíritu del 69 con “Skineads” para acabar entre patadas con la batería y “Morir matando”.
Un auténtico bolazo digno de recordar que hizo que los kilómetros recorridos de Madrid a Toledo merecieran la pena.