La clásica concentración motera invernal "Pinguinos" volvía a Valladolid ahora con el nombre de Fiesta de la Moto, tras dos años de ausencia, auspiciada por la organización del Ayuntamiento de la ciudad y con el firme propósito de reverdecer viejos laureles que la situaron, no hace tanto tiempo, como la más numerosa y referencial en el sur de Europa.

Las eternas disputas con los "propietarios" de la marca  ha originado una cierta dispersión de los moteros en diferentes localidades y fechas (Cantalejo en Segovia celebraba otra el mismo fin de semana y la vecina Tordesillas apenas una semana después) y conseguir agrupar nuevamente a todos será una tarea ardua. Esta edición 2016, que promete ser la primera de muchas, se cerró con cerca de 6500 personas inscritas, (lejos de las 25.000 del pasado) y una climatología que cambió las tradicionales nieblas y heladas de las fechas por un fin de semana de lluvia ininterrumpida que deslució bastante la concentración, dejó un ambiente algo flojo, y supuso todo un reto para la realización de los conciertos. Esperemos sin embargo que el germen plantando sirva para que el proyecto crezca y se asiente, será bueno para todos.

Vayamos a por lo musical. Dos jornadas de conciertos en un recinto de gran capacidad y con un buen montaje de luz y sonido que aguantó con nota el aguacero, por momentos casi insoportable. Sobre el cartel y su configuración bastante que hablar, cuestión de gustos imagino, pero por las bandas elegidas se dirigía, claramente, hacia un sector de población que vivió "la movida" el viernes, merced a una jornada denominada "Cassete Rock" por la que desfilaron, por orden de aparición, Trogloditas, Rebeldes, Burning, La Guardia y La Frontera. Y para el sábado una programación bizarra por la que pasaron los locales Extraños, los populares Mago de Oz, el pop ochentero de Danza Invisible y de remate dos D.J de música de baile.

Temperatura baja aunque no heladora y un chubasco intenso en el momento de saltar Trogloditas a escena. Músicos abrigados hasta las orejas, con excepción del "valiente" Toni Pick y un set que repartió con equidad las canciones de su excelente disco como banda con los clásicos pretéritos de la banda del Loco. Era la tercera vez que les veía y sigo pensando que es en los temas propios donde mejor suenan.

El lirismo de Estoy Tan Solo, el rock macarra de Lo He Vuelto A Hacer, el sonido añejo de Desconectado o la cadencia de Ráscale hacen que la voz de Andreu Muntaner y su tono grave luzca. Sin embargo hay ases que no fallan y propician el éxtasis rockero como el comienzo con El Ritmo Del Garaje o los clásicos La Mataré, Rompeolas, Rock Suave, La Autopista...canciones a las que en esta ocasión las faltó por momentos punch y algo de rabia. Quizás fuera el frío , la lluvia o ser los primeros en salir a escena, aún ante poco público, pero no acabaron de enganchar como en otras ocasiones y cuando les dijeron que su tiempo sobre el escenario había terminado salieron raudos de las tablas dejandose en el tintero su Cadillac Solitario, con la que tenían previsto haber terminado.

No soy fan de Rebeldes pero reconozco que son una banda que suena de cojones. En formato cuarteto y olvidada su anterior gira en acústico atacaron un set list que repasaba sus más de 35 años de existencia.

Guitarra, batería, contrabajo y un saxo que da un brillo especial para un repertorio claro en intenciones que comienza con Harley 66 y en el que no faltan Español en NY, El Loco de la Autopista, Mia, Corazon de RnR, La Rosa y la Cruz, Mi Generación, Mediterraneo, Rebeca y para en la parte final un tranquilo Bajo la Luz de la Luna y un frenético Mescalina por la que se colaron el swing y los ritmos más bailables. Segarra estuvo parco en movimientos pero lucido en la guitarra y se marcaron un gran show.

Las bandas de la noche tenían todas muchas tablas y décadas de experiencia pero el gato al agua se lo llevaron, una vez más, unos Burning que viven una segunda juventud y se encuentran en estado de gracia total. Y no fue solo el conciertazo que se marcaron sino la ACTITUD (así con mayúsculas). ¿Llueve a mares? ¿Hace frío?.

Pues salimos a comernos el escenario desde el minuto 1. Y así, con Johnny al frente, desprendiéndose de prendas hasta quedarse en camiseta, nos fueron apabullando con un cancionero que no reservaba nada. Desde la inicial Bestia Azul repleta de la clase de Eduardo Pinilla a las cuerdas, a Willie Dixon, Jim Dinamita con el teclado de Johnny echando chispas al abrigo de una botella de bourbon  que le calentara, Que Hace  Una Chica Como Tu...en modo absoluto de karaoke, Una Noche Sin Ti, Jack Gasolina, No Es Extraño Que Tu Estés Loca.., Ginebra Seca....un listado de ensueño que engrandecía el saxo de Mike Slingluff y que remataron con Es Especial, Mueve Tus Caderas y Johnny B Good, botella de champan descorchada sobre los presentes (ya suficientemente "húmedos") y que demostraron que no solo son tablas, músicos y canciones sino que esto del rock es una cuestión de actitud (y pelotas) y de eso Burning andan sobrados.

Después del vendaval de Burning el listón estaba demasiado alto y ni La Guardia, con un ritmo en exceso relajado, salvo la actividad de su guitarra JeanLouis Barragán ni La Frontera, con un Javier Andreu algo "disperso" pudieron competir.

Los primeros tiraron del buen momento vocal de Manuel España y de sus singles más conocidos (Mil Calles Llevan Hacia ti, El Blues de la Nacional II, El Mundo Tras El Cristal o Cuando Brille El Sol) para enganchar en un concierto con excesivos alti bajos y La Frontera se apoyaron en el buen hacer de su formación, con un Toni Marmota pleno de carácter, y en el sonido sureño que imprimían en La Ley de la Horca, El Límite, Cielo del Sur, una descafeinada Judas el Miserable o Pobre Tahur, parte de un repertorio rico al que las altas horas de la madrugada a las que les tocó salir sumado los litros de agua y frío que llevábamos a cuestas no les sentó excesivamente bien.

La jornada del sábado, para el que escribe, tenía musicalmente menos interés. Un cartel excesivamente heterogéneo, la competencia con otros conciertos en la ciudad y, seamos sinceros, un cierto hartazgo del frio y lluvia del día anterior hicieron que llegara al recinto cuando los malagueños Danza Invisible estaban sobre el escenario, abrigados hasta las orejas y con caras largas en alguno de sus miembros (el gesto de su guitarrista resultaba, además de poco profesional, muy desagradable) hizo que Javier Ojeda tuviera que echarse a sus espaldas el peso del show y cantar y moverse (para no helarse) ante una audiencia que había acudido, ahora si en mayor número, a ver a Mago de Oz. Reconocí alguna de sus canciones, como la hiper radiada Sabor de Amor (clásico de cada recopilatorio de los 80), Catalina, Reina del Caribe, El Club del Alcohol y la meritoria versión de A Este Lado De La Carretera. Hicieron el amago de marchar del escenario y nadie reclamó su vuelta, que si se produjo, para otro par de temas. No les ayudó tocar antes de los Mago.

Tras su gira por Sudamérica donde han estado interpretando en su totalidad su disco Finisterra, Mago de Oz empezaba en Valladolid su nuevo tour con un montaje, al menos aquí, sobrio y un repertorio más variado.

Los Mago se han convertido ya en un clásico, con una base de fans consolidada y una escenografía, imagen y sonido propio y reconocible. Han conseguido aunar de manera clara un espíritu heavy con ritmos festivos y más pegadizos que, unido a sus letras, les hacen llegar cada vez a más público. No soy seguidor de la banda pero reconozco que la audiencia, entregada desde el minuto uno (a pesar de momentos de lluvia intensa) y eminentemente joven, disfrutaba y cantaba cada una de sus letras. La banda, sin embargo, se mostró cumplidora, sin más. Ninguna queja en sonido ni entrega y sin estridencias en los ademanes, lo que podíamos denominar "muy profesional".

Un escenario plagado de músicos repartiéndose su porción de protagonismo en cada canción. Espacio para el lucimiento de todos y un apoyo claro en los coros de Patricia Tapia, el sobresaliente bajo de un increíble Fernando Mainer y los punteos de Carlitos.

Pensatorium, de su último trabajo, fue el punto de partida con su inicial sonoridad folk y el "cabalgueo" heavy característico.  Javi Zeta está integrado sobradamente como cantante y se lleva las canciones a su terreno vocal. Melodiam, también de Ilussia fue la segunda en caer con su sonido "a lo Helloween",  antes de que Satania nos llevara por primera vez de viaje a Finisterra y todos los presentes comenzaran a cantar y saltar. Hasta Que El Cuerpo Aguante, Duerme y la eterna Fiesta Pagana (como fin de fiesta) también sonarían de su álbum más popular mientras que de Ilussia cayó casi  su totalidad.

Destacaron el optimismo de Hoy Toca Ser Feliz, con fuerza por la batería de Txus (que tomó las riendas en la Viuda de OBrian) , el folk/metal de Abracadabra, Molinos de Viento y  La Costa del Silencio (donde Zeta empata y epata con la versión de José Andrea). Mago de Oz saben mantener el ritmo de la actuación y jugar con los movimientos de toda la banda por la escena y el protagonismo cambiante, lo que hace que sea dinámico. Se marcaron un buen concierto y dejaron a la parroquia contenta. Después de esto les tocaba el turno a los DJ´s de la noche. Pero eso ya se lo dejé a los más valientes.