El nombre de esta gira "An Evening With Greg Dulli" es realmente acertado. Y es que tras resucitar a Afghan Whigs (Aleluya!!), y mantener latentes sus otros proyectos musicales (Guter Twins y Twilight Singers), regresaba el corpulento músico de Ohio, un habitual de los escenarios patrios, con un formato que no fue tan acústico como se anunciaba a priori, a pesar de que Dulli solo se desprendió de su preciosa Gibson para sentarse al teclado, ni eminentemente eléctrico, aunque su compañero en los Twilight Singers, el magnífico David Rosser no dejara de hacernos vibrar con su guitarra custom.
En un escenario en semi penumbra, con velas sobre los amplis y con un formato sin batería, se apoyó en bajo (el madrileño Jorge Sierra) y eventualmente en el teclista Manuel Agnelli y el violinista Rodrigo D´Erasmo (todos de negro riguroso), ambos miembros de los italianos Afterhours y que actuaron como teloneros, para repasar de manera efusiva su discografía, regalarnos nuevas composiciones y retorcer varias versiones hasta hacerlas casi irreconocibles. Todo en un concierto que fue de menos a más y que utilizó como hilo conductor el talento del protagonista para crear canciones personales que beben a partes iguales del soul, el blues y el rock y una voz personal y en un estado irreverentemente excepcional.
If I Were Going, la joya del Gentelmen de los Afghan Whigs, probablemente uno de los mejores discos editados en los noventa abrió el show y, al que escribe, le erizó todos los vellos del cuerpo. Con los músicos en segundo plano, como no queriendo interferir en demasía en las canciones, Dulli nos descerrajó un repertorio crudo, emocional, escalofriante y en algunos momentos denso. |
Probablemente lo que más me impresionó fue la tremenda facilidad con la que unió argumentalmente un repertorio parido por diversos padres y que pasaba de los ritmos más pausados con el cantante sentado al piano, Martin Eden (Twilight Singers) , o la version del My Funny Valentine, con los momentos de intensidad, Summer´s Kiss, probablemente el highlight de la velada, o Step Into The light, que se recibieron con ovación devota y exultante, la más veloz Forty Dollars (de los Twiligh Singers) o Black Is the Colour (que popularizó Nina Simone), con todo el plantel musical sobre las tablas y Dulli forzando su von en tonos altos plenos de potencia. Todo en un crescendo (So Tight, Can Rova, Bonnie Brae...) que finalizó con el protagonista solo en el escenario homenajeando a Bowie con una cover de Modern Love que muchos no reconocimos hasta la llegada del estribillo.
Pocas pegas que poner al bolo salvo que, en ciertos momentos, el violín se hizo protagonista en exceso y una cierta racanería en la duración, hora y media muy justita, que al menos a mi me dejó con ganas, no solo de más sino con un ansia aún mayor de poder ver a los Whings originales en un escenario. Que los promotores lo hagan posible. |