COLABORACIONES
 Crónica
 
Rolling Dice + The Inductions + Cobra
  11/03/2016     
  Mikel García @Mikel_insonoro     
  Mikel García @Mikel_insonoro
  Sala Niessen, Renteria, Gipuzkoa
www.insonoro.com

Aunque es evidente que el paso del tiempo tiene un efecto peculiar sobre los gustos y preferencias musicales de las personas, perdiéndose en exceso el interés a medida que envejecemos, hay géneros musicales que sobreviven con mérito, conservando un público ávido, fundamentalmente gracias al excelente trabajo de determinadas asociaciones y colectivos, radios libres y webs musicales sin ánimo de lucro, en impulsar el indispensable relevo generacional, a fin de que estos puedan conservar toda su esencia, el tesoro de sus raíces. En su tercera temporada el colectivo Oarsomusika continúa desempeñado espléndidamente su labor de dinamizar, apoyar y potenciar la escena musical en Oarsoaldea, bajo el imprescindible permiso y la colaboración del consistorio de Orereta en lo referente a infraestructuras y personal técnico de sonido e iluminación, lo cual permite que íntegramente el dinero recaudado por la venta de entradas vaya exclusivamente a los grupos.

Para la noche del 11 de marzo habían organizado una tentadora velada musical para amantes del buen rock, un hard de sabor setentero (Rolling Dice), rock cocinado al estilo escandinavo de los noventa (The Inductions) y contundencia sonora a cargo de rítmicas rocosas y riffs dignos del mejor stoner rock (Cobra).

Sin embargo, el público no respondió en la medida que las bandas merecían, dejando un ambiente en la sala un tanto frío que los donostiarras Rolling Dice se encargaron de calentar nada más subirse a las tablas, poniendo todo de su parte para provocar altas dosis de emoción en todos los que nos encontrábamos frente al escenario, con un estilo de escuela setentera, marcadas bases rítmicas y una espontaneidad en dejar fluir sentimientos no forzados, a cargo de la sensual vocalista Karmen Savage que tiene en sus cuerdas vocales un tesoro que utiliza a su antojo para desencadenar en el oyente unas sensaciones muy agradables.

Desde el principio quisieron hacernos reaccionar con “The Best Times”, el corte que abre su primer trabajo, de título homónimo, grabado en los estudios Lezoti de Oiartzun, reminiscencias setenteras construidas sobre recios riffs de guitarra, deliciosos arreglos y melodías vocales que te envuelven hacia un estado de hipnotismo absoluto. Como si el grupo no hubiera buscado conscientemente llegar a dichos sonidos, sino que simplemente forma parte de su forma de ser, se entonaron aún más en la siguientes: “Enemy”, “Fucked To The Bone” y “House Of Rock & Roll”, con esa aura que la música posee, obligándose a no dejarse nada en el tintero, su bajista Maitane remarcando con elegancia la base rítmica trenzada estupendamente por sus dos guitarristas y baterista, mientras su compañera Karmen cubría el ambiente de encanto con el timbre elegante y cálido de su voz, la cual nunca se escondía entre los decibelios, en estribillos de esos que dejan huella, llenos de emoción y desparpajo unido a una madurez impresa en las melodías vocales evidenciada en “One Little Thing”, “Rolling Dice”, “The Psycho”, sin que sus problemas con el cable del micrófono le lograrán arrebatar sus buenas vibraciones. Una versión acoplada perfectamente al sonido del grupo de los británicos The Cult “Fire Woman” fue lo que se reservaron para el final, donde echaron el resto y redondearon una actuación muy solvente.

  
Rolling Dice
 

En el fondo las tendencias en el rock´n´roll son tan predecibles como el ciclo de las mareas, después de la tormenta viene la calma y después de la calma, otra tormenta, Ahora parece que toca época de borrascas. ¿Alguna vez te has dejado atropellar por el huracán sónico de los irundarras The Inductions? Si te das de amante del buen rock y tu respuesta es negativa, debes ser uno de esos que se preocupa por su aspecto “Cool”, que por alimentarse de verdadera gasolina sonora para encender el motor de su alma. Salieron dispuestos a desentumecer nuestros huesos a golpe de rock ´n´ roll vibrante y persuasivo.

Situados en ese eje candente donde la mayoría de grupos apuran en vivo las dos últimas canciones, arrancaron su concierto, ardorosos con “Nobody Knows” y “Hidden Crows”, high energy garajero en estado salvaje, similar a un complejo vitaminado que te tomas a primera hora de la mañana y te mantiene en buena forma todo el día. Con una comunicación fluida y efectiva, las canciones consiguieron transmitir buenas vibraciones, destapando una predilección absoluta por la última gran época del rock como fenómeno masivo, el llamado “boom” del rock escandinavo (Hellacopters, Gluecifer, Turnonegro, The Robots, Turpentines..), como si fuera un viaje en tren, uno de esos trayectos que parecen interminables, casi sin fin, pero una tras otras sus canciones te mantienen en pie y resultan ser tan buenas compañeras que ya piensas llevártelas de nuevo en el viaje de vuelta.

Sobre el escenario nos encontramos a músicos que se manejan como pez en el agua, modestos y conscientes de que cada actuación es una prueba diferente que hay que superar, tratando de hacer brotar de sus corazones, con absoluta naturalidad, su genuino sentir rockero. Esa noche se entregaron como nunca, consiguiendo que su brillantez y genialidad cobrarán dimensiones colosales. Mikel, Pablo y Txus fueron alternándose a las voces logrando que la descarga tuviese un mayor dinamismo, haciéndonos tocar el cielo continuamente y dejándonos con el brillo en los ojos ante la magistral lección de ardor rock 'n' roller que iban realizando.

Se decantaron por una presentación de lo más exhaustiva posible de su última obra “Drops On Fire”, rugiendo a pleno pulmón en “7 Days 7 Nights”, “21 st Century Ladies” y “My Girlfriend”, con imprevisibles sonidos angulares que viajaban del garage-rock de los ochenta al rock guitarrero con antecedentes punk, a lo Hellacopters, volcándose también en los temas más representativos de su disco “Pheromones & Flu” como “Back In Town” y “From Mosku To Moscow”, líneas de bajo sencillas y punzantes, guitarras explosivas, baterías desquiciadas y bien repletos de esa clase de riffs con los que otras bandas sueñan. Un fuerte revulsivo al apático panorama rockero que campa en nuestro país, alma y pasión difíciles de ver hoy en día sobre un escenario.

  
The Inductions
 

Hay emociones que no se pueden transmitir con palabras o describir con una exactitud aceptable. Cuando una banda desempeña, sobre un escenario, un exquisito y grandioso despliegue sónico mediante una entrega, imaginación y calidad desbordante, resulta imposible contarlo con todo detalle sobre un papel, por lo que quizás la mejor forma de tener la misma percepción de esa realidad es tener la oportunidad de vivirlo y cuanto antes mucho mejor. El concierto que nos ofrecieron los bilbainos Cobra discurrió por dichos derroteros, un pasmoso torrente de intensidad y emociones desenfrenadas que dejó suficientemente saciado todo el apetito de los amantes de la música, tanto por su calidad como clarividencia musical y maestría en la dirección

El vulgar estado actual del rock vasco se convulsiona cuando llega un álbum que resplandece más de la cuenta, al contener una insólita luz interior que nada tiene que ver con la música que contiene, ni con la calidad de la producción y ni con el bagaje de los músicos sino por la maravillosa convergencia de todo ello. Llámenlo magnetismo, un don innato, carisma, o según les plazca pero no es una cosa que se cultive o se consiga a golpe de talonario, es una cualidad que se tiene o no se tiene. “Riffyard” el reciente trabajo de Cobra es una maciza pieza de coriáceo que aplasta con la simple fuerza de su masa gravitatoria a cualquier disco de estilo similar publicado durante el año en curso y sin dejarte ese pensamiento típico “Esto ya lo había escuchado antes pero no me acuerdo bien dónde”.

Evidentemente la singularidad y grandeza de una propuesta no se alcanza exclusivamente a través de una formidable capacidad de saber ensamblar todos los elementos, sino más bien fruto de un infatigable talento por asombrar y enriquecer el discurso, el cual se asemeja bastante al dificultoso proceso de unir átomos para generar moléculas de todo tipo. David González (Berri Txarrak , TT L.T.), Josu Luengo (Evirus69) Haritz Lete (Kokein) y Ekain Elorza (Dinero) saben como salir airosos y victoriosos donde otros han naufragado, buscando continuamente nuevas formulas que den un giro diferente a su método compositivo pero sin perder las señas de identidad ni ese aura instrumental con el que han creado escuela, rítmicas rocosas cargadas de altas dosis de southern groove metal y stoner rock. Una música bautizada como thriller rock debido a la temática de las letras altamente influenciada por el cine y las teleseries.

Empezaron brutales, desafiando la ley de la gravedad con una de sus nuevas creaciones “Skull & Bones”, teniendo como principal sustento la fuerza de sus guitarras y un centro de gravedad permanente fijado en la voz potente, clara y dominante de Lete, siempre en primer plano, como un caballo desbocado, desgañitándose como un loco, un músico que vive y siente cada segundo sobre las tablas. Una toma de contacto consistente, que nos preparaba para un concierto que iba a ir subiendo a medida que avanzaba el repertorio. Un concierto sin tregua en el que melodía y potencia son un cóctel letal para caer en las redes de temas como “Red Tops” o “70 Challenger” , en las que se lanzaron a tumba abierta a tocar la fibra sensible de quien sepa apreciar una música de sentimiento desgarrador con una ejecución de lo más contundente. La banda se iba sintiendo más cómoda, cayendo auténticas bofetadas como “Ground Zero”, “Ezekiel” o “Rebel Scum”, una proliferación de sentimientos que no tienen nada que ver con la lógica.

Fue descomunal como les quedó “Zaldun Inaute Berpiztuak”, dejando nueva constancia de su abrumadora personalidad, Lete echándose al hombro todo lo que hiciera falta para que no decayera el ánimo mientras el resto de sus compañeros sacaban al descubierto todo lo que llevan dentro, municiones de alto calibre a cargo de giros instrumentales de gran intensidad rítmica que rompe moldes con respecto a los más habituales y tradicionales sonidos, una imaginación de la que pocas bandas pueden presumir.

El suelo tembló bajo nuestro pies en los últimos compases de la embestida sonora, toda la carne sobre el asador en la ejecución de “General Lee” y “Life Is Too Short To Drive Slowly”, una transfusión de sentimientos vibrante y emocionante a cargo de una banda muy creíble encima de un escenario, más en los tiempos que corren. Si tuviéramos que ponerles un símil cinematográfico mencionaríamos el cine de David Lynch, cuya exposición provoca fascinación y asombro en el espectador. ¡Explosivos!

  
Cobra
 
 Fotos
 
  
 
Rolling Dice - The Inductions - Cobra
 
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