Puede que Jeff Scott Soto sea uno de los músicos más trabajadores de la escena rockera internacional. Más de 30 años de carrera, decenas de discos editados y embarcado constantemente en proyectos diferentes dentro del rock (Yngwie  Malmsteen, Kuni, Talisman, Eyes, Soul  Sirkus, Journey, Trans Siberian Orchestra, WET….) y sin cesar de girar y grabar.

Y sin embargo Jeff sigue conservando intactas sus ganas de disfrutar sobre el escenario y su hambre por acometer nuevas aventuras. La última de ellas tiene como nombre SOTO y supone su enésima reencarnación esta vez como solista de una banda de sonidos más duros.

Con la formación con la que está girando de manera habitual en los últimos años (Edu Cominato, David Z, B.J., y el omnipresente Jorge Salán como guitarra y coprotagonista en el escenario) ha publicado dos álbum en apenas un año, el más reciente, Divak, el día antes del concierto, con lo que los temas recientes, al menos para mí, suponían una auténtica novedad.

El concierto se desarrolló en la Sala Changó, una discoteca madrileña que desde hace un par de semanas explota para el directo una promotora de la capital (el bolo de Royal Hunt unos días antes había supuesto su inauguración) y que es, sin duda, un acierto y una apuesta importante en la paupérrimo escena de recintos del foro. Capacidad para unos 600 espectadores, un sonido potente (que sobre todo en la primera parte del show de SOTO costó dominar al técnico), muy buena visibilidad desde todos los ángulos y unas luces que, para los fotógrafos fueron un auténtico infierno, pero que bien manejadas pueden dar buen juego. Con lo que nadie puede competir es con el futbol, y coincidir en horario con el clásico de la liga les pasó factura ya que el aforo, sin ser malo, hubiera mejorado en otras circunstancias.

Como banda invitada Vanadine, un combo suizo que puso ganas pero no convenció. Basados en el hard rock clásico pero con toque “modernos” ni sonaron ni engancharon a la concurrencia. No le faltó entrega a su cantante Mitch Michel e incluso alguno de los últimos temas (Make My Day, Fuck) sonaron agradable pero no creo que muchos les recordaran acabada la velada.

A Jeff Scott Soto se le ve feliz. El nuevo proyecto y su banda le tienen realmente contento y todo el concierto fue un despliegue de buenos gestos, complicidad con los músicos y bromas entre ellos. Musicalmente, para los que somos seguidores del neoyorquino, SOTO es complicado. La calidad de todos los protagonistas no deja dudas y la voz de Jeff, menos aguda pero más potente que antaño, sigue siendo un diamante, además de que es un frontman como pocos. Pero la combinación de ritmos más agresivos y afinaciones graves junto a las melodías vocales del cantante sigue costándome.

Sin embargo debo reconocer que en directo los temas me convencieron más, y eso que por momentos se mostraban más duros. Tras una intro arrancaban con una de las nuevas composiciones Freakshow, con un sonido demasiado embarullado, al menos en las primeras filas, como para sacar conclusiones. Soto con gafas de sol se movía frenético y enlazaba la canción con Wrath, algo más melódica, de su anterior trabajo Inside The Vertigo. Fue con el mix de 21th Century (de su carrera en solitario) y clásico de Talisman XTC, su banda madre a la que rescatará de manera puntual en el próximo Frontiers Festival, cuando el sonido fue mejorando.

Presentó su nuevo disco y nos avisó que el repertorio de la noche estaría basado en ellos, y no nos engañó. Sin embargo se apoyó más en su anterior trabajo (Final Say, The Fall, When I´m Older, Inside The Vertigo..) mucho más compactas y trabajadas en directo que las nuevas (Cyber Masquerade, con momento de protagonismo para David Z al bajo, no me llegó a convencer aunque Weight Of The World si me agradó).

Acudió a su pasado más heavy para repasar su trayectoria e interpretó Warrior, de su días con Axel Rudi Pell (que enlazó con unas estrofas de Living the Life) y un medley de canciones de Yngwie, justo después de que Salan interpretara uno de los temas de su carrera en solitario, Risk, y nos despachara con un único bis, cantado desde la audiencia, Stand Up, de la banda sonora de Rock Star y que últimamente cierra sus shows.

Y es que aunque todavía tenía tiempo de tocar algún tema más nos escamoteó varias canciones del set list, una pena, pero es que entre bromas y celebraciones cumpleañeras (del propio Salán y de uno de sus familiares) perdimos un tiempo precioso.

Sinceramente me gustó más de lo que esperaba ya que no es mi etapa preferida de su carrera, pero este hombre tiene tanta calidad y calidez en sus cuerdas vocales que incluso en los sonidos más oscuros es capaz de hacer brillar su música.

Ahora a contar los días para verle, esta vez al frente de Talisman, en el Frontiers italiano. Allí será otra historia diferente.