Los que no vivimos en la capital no solemos, salvo casos concretos, echar de menos el caos circulatorio, las aglomeraciones y ese bosque de asfalto incendiado en el que habitan los madrileños durante la canícula estival. Pero claro, si te gusta la música y te ponen delante un programa como el que, con el nombre de Las Noches del Botánico, está teniendo lugar este mes de Julio, te dan ganas de empadronarte en algún barrio cañí.
Patti Smith aparecía este año en Madrid, tras la imposibilidad de hacerlo en 2015 por las fatídicas "exclusivas festivaleras", para conmemorar el 40 aniversario de esa obra maestra del rock llamada Horses, que tocó en riguroso orden de publicación, y embarcar a una audiencia, entregada de antemano y que llenó generosamente el aforo de tan precioso recinto, en un viaje nostálgico de épocas pretéritas ("recuerdos del pelo largo" decían sus majestades los Burning) donde la expectativa de la revolución popular e intelectual parecía posible.
Y allí nos presentamos, voluntariosos y convencidos, varios miles, y tras el gran concierto que nos ofreció la musa del punk intelectual en el ambiente quedó la sensación de que ella aún está convencida y los demás resignados.
Enjuta hasta los huesos, arrebatadora en carácter y personalidad, luciendo una melena blanca, larga y desaliñada con una chaqueta negra descosida y sucia, salió a escena tranquila, acompañada de una banda experta y elegantemente uniformada y empezó recitando "Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos", primer verso de su intro de Gloria (el clásico de los Them de Van Mórrison) y puerta de entrada a las composiciones del disco homenajeado, y que en versión vinilo, figuraba apoyado en la batería. |
Patti se arropó musicalmente en músicos que llevan junto a ella más de 4 décadas: los increíbles Lenny Kaye a la guitarra y Jay Dee Daugherty en la batería y cedió puntual protagonismo a su vástago, Jackson Smith, que se encargó de la segunda guitarra. Nos conquistó con el ritmo de Redondo Beach, eso sí sin dejar de escupir sobre el escenario, y echó de menos sus gafas antes de Birdland, mientras nos narraba su fascinación por el Guernica de Picasso, que había visitado horas antes.
La de Chicago cuenta con 69 años a sus espaldas y no evita recordar a sus amigos caídos. Por eso Break It Up fue un canto de amor a Jim Morrison, Elegie a Hendrix y los nombres de Prince, David Bowie, Kobain, Joplin o Lou Reed estuvieron presentes.
Cuando aparcó Horses tiró de bagaje musical y creó un karaoke global al ritmo de Dancing Barefoot y, tras abandonar el escenario para lucimiento de su banda, con Lenny Kaye al frente (Eight Miles High de The Byrds y The Last Time de los Stones fueron las elegidas) apuntilló a los presentes al ritmo de Because de Night (con recordatorio para su difunto marido Fred Sonic Smith) y rompió su garganta visceralmente puño en alto con People Have The Power, que enfervorizó al graderío e hizo rejuvenecer a muchos de los presentes hasta hacerles creer nuevamente en una revolución perdida. Quizás por eso, o porque cierra la versión remaster de Horses, la cover de My Generation fue la elegida despedir hora y cuarenta minutos de show mientras proclamaba, con la dignidad de a quien el tiempo ha dado la razón sonoros Fuck Trump, we are fucking free. El bolo fue soberbio y el posicionamiento firme.
Eso sí, a alguno se lo tuvo que recordar una señora que bordea la setentena. Esperemos que al menos no se nos olvide. |