Alrededor de 10.000 personas se dieron cita en Riaza (Segovia) para asistir a la tercera edición del Huercasa Country Festival (HCF), convertido a pesar de su corta vida en el principal evento country del país. Con un espíritu marcadamente familiar (los menores de 16 años entran gratis y hay multitud de actividades pensadas para ellos), el festival está organizado por la empresa hortofrutícola del mismo nombre. El gran Manolo Fernández, toda una institución de la radio española y director del programa especializado en música americana “Toma Uno” ejerció de maestro de ceremonias del Huercasa y fue él quien se encargó, con gusto exquisito, de dar la bienvenida a los asistentes con una pinchada de discos en la que primó los grandes clásicos del género.
Con puntualidad británica, a las nueve en punto de la noche, dio comienzo la jornada de conciertos con la HCF All-Stars Band cuando aún apretaba el calor. Para esa hora, el recinto presentaba ya un gran aspecto. Con Jeff Spinoza a la cabeza, la banda está formada por Francisco Simón, también de Red House, Juan Carlos Esteban de Widowmakers, el genial pianista Gene Taylor, Ezequiel Navas en la batería y Manuel Bagüés al bajo, un compendio de músicos con mucho oficio que rindieron un brillante homenaje a los grandes en el que sonaron imprescindibles como “On the road again” de Willie Nelson, “Take Me Home, Country Roads” de John Denver, “Hello Mary Lou” de Rickie Nelson o “Ring of Fire”, el tema que popularizó Johnny Cash y que escribió para él su mujer, June Carter, con la ayuda de Merle Kilgore.
Manolo Fernández, organizador del evento
Tras un breve impás, Ryan Bingham tomó las riendas de la noche. Era su segunda vez en nuestro país y en esta ocasión se presentó en formato trío, con otro guitarrista y Richard Bowden, el veterano violinista que él mismo presentó como “el hombre que más rockea del mundo”. Si alguien temió que el concierto se resintiera por no estar el artista respaldado por una banda completa, los miedos se disiparon en cuanto comenzaron a sonar las primeras notas de “The Poet”. Bingham realizó un set impecable que osciló suavemente entre el folk, el rock y el country. Adornó su voz ronca y ruda con la armónica en temas intimistas como “Tell My Mother” o “South Side of Heaven” y contó con la energía desbordante del violín de Bowden para dar caldear el honky tonk de “Dollar A Day” o la rockera “Diamond Too Rough”.
Bingham se animó a chapurrear español y a contar alguna anécdota de su adolescencia, con la que dio paso a un medley de temas mejicanos y españoles que en el setlist aparece con el título “Mariachi” y que provocó gritos de “olé” entre el público. Hubo espacio para una magnífica versión del “Rip This Joint” de los Stones pasado por su tamiz personal y con “Bread And Water” cerró el concierto, cruelmente corto, sin que echáramos nada de menos. Sin salirse del camino, con precisión y brillo, Bingham mostró su poderío en el escenario del Huercasa Country Festival con la sencilla elegancia que sólo poseen los grandes.
Cumpliendo con los horarios, a las once y media aparecían Turnpike Troubadours, en su primer concierto en España y único en Europa. Salieron dispuestos a animar la noche con su red dirt music y enlazaron “Doreen”, “1.968” y “Every Girl” casi del tirón. Surtió efecto la propuesta y el público se lanzó a bailar de inmediato. La banda estaba compuesta por guitarra, contrabajo, pedal steel, batería y violín, mientras Evan Felker, el cantante de la formación, alternó la acústica, la armónica y el banjo.
Los temas sonaron vibrantes y la ejecución sólo puede ser denominada como impoluta. La calidad de los músicos es innegable y conforman un combo donde cada cual tiene un papel bien definido que ejecutan a la perfección. Hubo espacio para el country, el folk y el bluegrass y temas como “7 & 7”, “Gin, Smoke, Lies” o “Before The Devil Knows We're Dead” enloquecieron al personal. “Long Hot Summer Days” pareció que iba ser la última canción de la noche, pero ante la insistencia del público, volvieron al escenario para los bises, algo que no pudo hacer Bingham por las limitaciones de tiempo establecidas por el Festival.
Tras un tema en solitario del cantante, la banda se reunió de nuevo en el escenario y cerró un concierto que, aunque perdió intensidad en la parte central, resultó un broche perfecto para una velada que nos trasladó a la tierra donde nace la esencia de la música americana.
Turnpike Troubadours
La segunda fecha del festival no hizo más que redundar el éxito del viernes. La afluencia fue prácticamente el doble que la jornada inaugural y la organización, sin embargo, fue modélica tanto en la gestión de los aparcamientos (grandes y bien indicados), como en las barras de tickets, comida y bebida (siempre atendidos por gente sonriente y de buen rollo), sin apenas esperas y solucionando de esta manera las quejas que hubo respecto a la edición de 2014.
Estilísticamente, y siempre dentro del country, nos esperaba un cartel variado. La primera en aparecer en escena fue la preciosa Whitney Rose. Una belleza canadiense que fusiona de maravilla el country tradicional con aspectos pop y que está fuertemente influenciada por Patsy Cline o Dolly Parton. Tiene dos discos en el mercado y el segundo de ellos, Heartbreaker Of The Year, está producido por el cantante y líder de The Mavericks, Raul Malo, a quien conoció cuando abrió unos shows para su banda.
Lo que no suponíamos es que sería precisamente la banda de Florida la que ejercería de músicos de acompañamiento de Whitney. La pequeña vocalista desarrolló un show de aproximadamente 50 minutos muy centrado en su último trabajo (Little Piece Of You, Heartbreaker Of The Year....) y alguna cover como la versión del clásico de Ronettes "Be My Baby" (también incluida en su último disco) pasada por flitro country y a dueto con Mr Malo. Ritmo pausado y relajado muy adecuado para esa hora de la tarde, pocos momentos movidos y una voz dulce fueron sus armas. El puesto de merchan para la foto con la artista tras el show fue un auténtico hervidero.
Whitney Rose
Sam Outlaw es uno de los grandes nuevos nombres en el panorama del "americana" a nivel mundial y su irrupción ha supuesto una revelación en su país, donde ha conseguido grandes aforos en recintos de buen tamaño. Su estilo es muy "de nueva hornada" con un sonido por momentos fronterizo y siempre de ritmo tranquilo.
Contador de historias de carretera y bar y seguidor confeso de Jesucristo su disco, Angeleno, ha recibido críticas entusiastas y su paso por nuestro país hace unos meses, en esa ocasión en formato de dueto, dejó muy buen sabor de boca. Dicho esto, hay que confesar que quizás no sea el estilo más apropiado para un cartel de carácter festivo ya que su música llama más a la escucha relajada que al baile honky tonk. Se hizo acompañar de su propia banda, donde destacó la guitara rítmica y coros de Molly Parden, una cantante de Atlanta que en muchos momentos le robó el protagonismo con su voz dulce y de timbre claro, y con Pablo Pérez, guitarrista entre otros de los impresionantes Lisa And The Lips, que se incorporó unos días antes a la formación para tocar en esta fecha.
Hubo momentos destacados en un show que a veces pecó de lineal, pero Cry For Me, con un sonido que me recordó a Chris Isaak, la más movida y pop Keep It Interesting (probablemente el mejor momento del set y donde Molly le robó la tostada completamente) o la final Tonight The Bottle Let Me Drown hicieron que la hora escasa de show fuera ejercicio suficiente para el respetable.
Sam Outlaw
Te pueden gustar más o menos (yo estoy entre los segundos) pero a The Mavericks y a Raul Malo les sobran tablas para llevarse a toda una audiencia a su terreno y convencerla sobradamente. Con una formación de ocho miembros (incluyendo vientos y acordeón) pusieron a bailar a más de 4.000 personas por medio de un show enérgico y dinámico en el que las poses de Eddie Perez a la guitarra, y los bailes, por momentos espasmódicos, de Jeffy Dale McFadden en los teclados (cuando no les abandonaba para danzar arriesgadamente al borde del escenario), encajaban perfectamente con la verbena Tex-Mex que conformaron.
Los oídos rebosaron ritmos latinos y fronterizos y los culos no permanecieron quietos un instante en bailes que por momentos abrazaban el rockabilly, la música jamaicana o se aproximaban al blues. Además tenían claro su misión de servir de divertimento y no dudaban en mezclar el country mexicano de su clásico All You Ever Do Is Bring Me Down, acordeón en ristre, o la orquestera Dance The Night Away con versiones de Neil Young (Harvest Moon) o arrancarse en los bises con Guantanemera y un latinizado Twist And Shout (que hasta el estribillo juró pensé que se trataba de La Bamba) como puntilla para un público que no paraba de pedir más combustible y les obligó a salir a escena en dos ocasiones más, dejando a la audiencia encaminada hacia la puerta de salida (el bar cerraba escrupulosamente a la 1 A.M.) con una sonrisa de oreja a oreja mientras por megafonía sonaba el Always Look On The Brigt Side Of Life de los Monty Python. Un colofón de lujo para un festival ya consolidado como cita única e inconfundible de los sonidos tradicionales americanos.
Ya tengo reservada fecha para la edición 2017. Diversión asegurada.