Nikki Hill volvió a España para presentar su último trabajo, “Heavy Hearts, Hard Fists” y para comprobar cómo, visita tras visita, su número de seguidores no deja de aumentar. La madrileña sala BUT presentaba una excelente entrada para ver a la quien la prensa musical especializada ha vendido insistentemente como la diva del soul más enérgico o la nueva sensación del rhythm and blues, a pesar de que su propuesta está más mucho más cerca de Chuck Berry que de James Brown. De hecho la novedad de esta gira es la incorporación de un segundo guitarrista, que le aporta un sonido más rockero y duro.
El concierto comenzó con la vibrante “I've Got A Man” y la energía ya no abandonó el escenario en los ochenta minutos que duró el show. “Strapped To The Beat”, también de su primer álbum, fue el siguiente tema y enseguida fue patente que de la jovencita cantante que vimos hace tres años por primera vez queda muy poco. Nikki Hill ha mutado en una mujer mucho más segura y provocativa en directo, ensuciando acertadamente la pulcra imagen que emitía en sus inicios. Ahora domina el escenario, se mueve, baila y canta con alma de rock, apartando ese deje góspel que se le colaba entonces.
El ambiente se fue caldeando y para cuando sonó ese temazo de rock n’roll clásico llamado “Struttin” el público ya se había soltado ya la melena. La banda comandada por su marido y guitarrista Matt Hill arropó a la perfección a la cantante en las partes vocales de los temas y tomó protagonismo al realizar extensos desarrollos instrumentales, alargando las canciones para el lucimiento de las habilidades de Matt con la guitarra. Está claro que el esposo de Nikki Hill, todo actitud e ímpetu, le da al show mucha vistosidad y poderío, pero su protagonismo resulta excesivo. Al fin y al cabo, el nombre que aparece en el cartel es el de su mujer y no el suyo.
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El concierto giró hacia la intensidad más emotiva con la fantástica versión que realizó de “You Can’t Put Your Arms Around Your Memory”, de Johnny Thunders, dando rienda suelta a su excelente dominio vocal. No duró mucho la calma ya que tras el tema que da título a su último trabajo se marcó un nuevo homenaje, en esta ocasión a su admirado Chuck Berry, con “Sweet Little Rock and Roller”, que reconoció como su canción favorita. Sin ceder un ápice de vigor, encadenó “Luv” y “I'm Gonna Love You”, endulzó el ambiente con el soul de “Right On The Brink” y con el rock n’roll savaje de “Scratch Back” dejó el show listo para los bises.
El público silbó y gritó hasta que la cantante volvió al escenario hasta en dos ocasiones y terminó rendido ante una artista que va ganando enteros con el paso del tiempo. Con tan sólo dos discos Nikki Hill ya se ha posicionado como una de las figuras actuales del R&B y el rock n’roll y visto su último concierto tiene mucho a su favor para transcender como una de las grandes. Que siga así.
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