La madrileña Sala But había colgado el cartel de "no hay entradas" varios días antes del concierto de Rival Sons, lo que refleja las ganas que había de ver de nuevo a los californianos. La banda liderada por el cantante Jay Buchanan y el guitarrista Scott Holiday regresaban a la capital para presentar su último trabajo, "Hollow Bones", un disco que podíamos clasificar como "raro".
Telonero insufrible e íntimo amigo de Buchanan, según aclaró el propio cantante, Derrick Brown Poetry se encargó de aburrir al personal con un número que mezclaba tediosamente música de ordenador y poesía satírica, difícilmente comprensible para aquellos que no dominan inglés. Afortunadamente la cosa no se alargó demasiado y a las nueve en punto de la noche Rival Sons se hicieron dueños de la But.
La primera hora de concierto fue para enmarcar. La banda salió en tromba y descerrajaron sin una sola pausa seis temas de puro rock n´roll. Utilizaron toda la artillería pesada al comienzo del show: "Hollow Bones Pt. 1", "Tied Up" y "Thundering Voice" de su último trabajo que enlazaron con los ya clásicos "Electric Man, "The Secret" y "Pressure and Time". El espectáculo fue grandioso. Impecables musicalmente y con una fuerza escénica brutal, todo hacía presagiar que estábamos ante uno de los conciertos del año.
Jay Buchanan posee sin duda una de las voces más privilegias de Rock actual, con un registro que recuerda por momentos al mejor Robert Plant de los setenta, y el magnetismo que derrocha el cantante es innegable. A su lado, comandados por la guitarra de Scott Holiday, Dave Beste al bajo, Mike Miley a la batería y el barbudo teclista Todd Ogren-Brooks, derrochaban actitud, potencia y energía. En apenas treinta minutos, el público había alcanzado el éxtasis total.
A partir de entonces, el concierto cambió, desgraciadamente, de forma radical. La bella y dulce "Where I´ve Been", que permitió el lucimiento en todo su esplendor de Buchanan, dio pie a una suerte de desaciertos de temas, solos y desvaríos musicales de la banda que aplacó de golpe el entusiasmo del respetable. Fue aquí, en el grueso del show, cuando Rival Sons abusaron de esa rareza que convierte sus temas en tediosos, de ritmos lentos y de dos solos, uno de guitarra (Holiday se quedó sólo en el escenario durante tres interminables minutos) y otro de batería tan aburridos como innecesarios.
Y así, con el público intentando reencontrar la magia que le había enloquecido en los primeros compases de la noche y que tan sólo hallaron fugazmente en "Open My Eyes", fueron transcurriendo los minutos. Terminaron con "Keep On Swinging" como único bis, tema con el que retomaron demasiado tarde parte de la fuerza del principio.
Rival Sons fueron capaces de lo mejor y lo peor en la hora y media larga en la estuvieron sobre las tablas de la Sala But. Demostraron que pueden ser una de las bandas más en forma de la actualidad, pero naufragan estrepitosamente a la hora de estructurar sus conciertos. Una verdadera pena.