Por segundo año consecutivo el festival de Rhythm´n´Soul, Black is Back, asaltaba el patio central del Conde Duque para darnos, a los fieles de los sonidos negroides, nuestra justa dosis de buena música. En esta edición el festi se quedaba sin su alter ego cántabro (el año pasado se celebró simultáneamente en el cubierto Escenario Santander) y nos esperaba en un inusual mes de junio en lo meteorológico que nos recibió, ambos días, con temperaturas por encima de los 40 grados y una canícula que, sobre todo a primeras horas convirtió en héroes a los que allí nos presentamos.
Hay que congratularse de que el Black Is Back Weekend esté asentado en la programación y que haya abierto la puerta al éxito de otras propuestas similares (del Enclave de Agua al avilesino La Grapa) y además que lo haya hecho abierto de mente, abarcando diversos estilos del género y de esa manera consiguiendo que sea un éxito a nivel de público. Es cierto que hubo algunos fallos en la organización en el primero de los días subsanados el domingo, (largas colas de acceso, obtención de fichas para el bar, esperas en las barras, o que apenas hubiera 8 baños para todo el recinto, y encima al sol), pero en lo musical, calidad de bandas y sonido la nota fue sobresaliente.
Sábado 17 de junio
Con el público intentando entrar en el Conde Duque saltaban al escenario los hispano/mexicanos (aunque la procedencia de sus músicos es un pequeño mapamundi) The Lucilles, comandados por la preciosa Lucille Hurt y que hicieron un show divertido y bailón en el que los sonidos más clásicos setenteros se veían salpicados repentinamente por ritmos más propios de corridos o acentos cercanos al calipso. Pero en su amplia formación: bajo, batería, guitarra, hammond (que hubo que destapar porque estaba a punto de incendiarse con la temperatura), trío de metales (dos saxos y trombón) y dos coristas, los sonidos evocaban a Otis Redding y Sam Cooke. Desgranaron temas de Northern Exposure, de la lenta y profunda The Sharpest Knife o I´m in Love With a Man a las bailonas Aint got no, I got Life o Speeding my Heart.
Todas dominadas por la voz profunda y sensual de Lucille (que me recordaba a Merry Clayton) y unos coros y metales perfectamente ensamblados que no les duele acercarse de vez en cuando hacia el rythm & blues clásico o al funk. Lucille coqueta no cesó de bailar con sus coristas por todo el escenario, o peinarse su crepada melena y sobre todo de evocar el soul clásico bajo el paraguas de su voz. Un comienzo de festival prometedor y de nivel.
The Lucilles. Texto: Fran Cea
Me he cruzado un par de veces con Shirley Davis & The Silverbacks en su gira de presentación de su nuevo disco y reconozco que esta ha sido la que más me ha gustado. Confieso que tengo una "relación" complicada con ellos, me gusta su álbum y me gusta la propuesta, pero a veces me siento un poco distante con su música.
Su disco tiene composiciones sobresalientes como Black Rose, la hipnótica y bailable My Universe o la cadenciosa Make My Day (todas ellas en el set list de la tarde), pero en directo cometen el error de dejar todo el peso en los hombros de Shirley, que aunque es capaz de atraer sobre ella todas las miradas por momentos se la ve algo sola. Sin embargo en el Black is Black, quizás animados por sus compañeros de cartel, se les vio motivados y más cercanos, Con la protagonista embutida en otro de sus vestidos imposibles y una imagen dulce y agresiva a partes iguales, igual que sus canciones. Combatieron el calor caldeando aún más a los presentes y demostraron que el triunvirato soul nacional (Excitements, Freedonia y ellos mismos) tienen proyección internacional.
Shirley Davis & The Silverbacks. Texto: Fran Cea
Como si se persiguiera la tan manida "paridad" de sexos, las dos siguientes bandas tendrían carácter masculino y un bagaje musical amplio, internacional y consolidado. Cuando el sol nos empezaba a dar algo de tregua saltaron al escenario los británicos Stone Fundation. Pulcros, inmaculados, limpios y sobre todo blancos. No solo en el color de tez de sus siete miembros sino en su sonido, heredero directo de las bandas de la isla en los ochenta y con ese toque "bailable y discotequero" tan en boga hace unas décadas, a medio camino entre el sonido Memphis y las pistas de baile.
Y por eso tomaron el escenario del Conde Duque y convirtieron su patio en una gran fiesta. Tiraron de su discografía y en especial de su último trabajo, Street Rituals, un disco producido y participado por Paul Weller y donde han contado con la colaboración de la inmensa Betty LaVette y William Bell, lo que nos hizo albergar esperanzas de poder ver a ambos en el escenario interpretando Strange People, que aunque formó parte del repertorio lo hizo sin la presencia del heroe de la Stax.
Estructuraron el bolo de un arranque espectacular, pleno de metales y Hammond a una parte central más relajada y cercana a los ambientes pop/soul hasta una explosión final (Tracing Paper, Street Rituals, Simplifly o una maravillosa cover del eterno What´s Going On) que dejó el nivel muy alto. Notables.
Stone Fundation. Texto: Fran Cea
No quedaban entradas en taquilla desde hacía unas fechas y es indudable que el motivo principal era la presencia de Vintage Trouble en el cartel. Una banda que canceló su presencia en el festival hace un par de años, justo cuando AC/DC les llamaron para ser su banda invitada en su gira mundial, y que podríamos decir que nos debía una. Mucho ha cambiado la vida de la banda en estos últimos años en los que han experimentado un crecimiento increíble, pasando de tocar en pequeños clubs a hacerlo para audiencias masivas de estadio en sus giras con los australianos o Lenny Kravitz, pero lo que permanece invariable es su hambre de escenario. Cada vez dejan menos argumentos a sus detractores.
Es cierto que, sobre todo si les has visto más veces, puedes tener la sensación de que su espectáculo está calculado en exceso, pero es que su libro argumental es casi perfecto. Los Vintage Trouble demostraron una vez más que son una banda de directo capaces de generar un torbellino de sensaciones en los presentes. Navegan por el soul clásico y lo hacen revistiéndolo de purpurina y luz. A veces crees estar delante de Otis Redding o Sam Cooke (Another Man´s Words, Not Alright By Me) y al tema siguiente es el hijo bastardo de James Brown (Run Like A RIver) el que te pone a bailar obsesivamente en un torbellino de sensaciones que parece pasar de la sensibilidad al éxtasis.
Con todo a su favor nos barrieron con un repertorio que en directo gana el punch que a veces les es esquivo en la versión enlatada y con un cantante y showman Ty Taylor superlativo y excesivo que no cesó de posar para los fotógrafos en las posturas más inverosímiles, lanzarse al público, caminar entre él, hacerles sentarse en el suelo, tocar el trombón o terminar el concierto en la mesa de mezclas iniciando un vuelo de regreso en crowsurfing al escenario sobre las cabezas de todos los presentes.
Además la inclusión en su formación de un teclista que apoya en los coros ha sido un acierto total que enriquece aún más las canciones de los angelinos. Hicieron un show adrenalítico que dibujó muecas de sorpresa, admiración y felicidad en todos los presentes y una sensación de "nos han arrasado" con la que abandonamos organizadamente el Conde Duque. La nota triste de la jornada fue enterarnos que esa misma noche su guitarrista Nalle Colt había sufrido un ataque de epilepsia y al caerse se fracturó un pómulo y esto le obligó a suspender el resto de la gira. Eso sí, a los del Black Is Back "que nos quiten lo bailado", literalmente.
Vintage Trouble. Texto: Fran Cea
Domingo 18 de junio
La segunda jornada del Black Is Back Weekend comenzó bajo el mismo sol abrasador que el sábado (el termómetro superaba los cuarenta grados), con el añadido que este día los conciertos comenzaban una hora antes. Hay que destacar el meritorio esfuerzo de la organización por subsanar los fallos del día anterior. No se registraron colas relevantes en la entrada (aunque cierto es que la afluencia fue menor) y la eliminación de los tickets para la bebida evitó las esperas para obtener la imprescindible hidratación.
Seguramente fue el intensísimo calor y el hecho de que el escenario estuviera a pleno sol lo que provocó que el concierto de Tito Ramírez no comenzara hasta las siete, media hora más tarde de lo previsto, y de que su duración llegara apenas a los veinticinco minutos. Demasiado poco tiempo para una banda que quizás hubiera lucido bajo otras circunstancias pero que, a pesar del esfuerzo por divertir, resultó simplona y limitada. Tito Ramírez, en pantalón corto blanco y con gorra de marinero, y su banda mostraron un nivel musical muy inferior (y que poco tenía que ver) con lo que vimos el resto de la jornada.
Tito Ramírez. Texto: Marta Tobar
El sol abandonaba lentamente el escenario cuando Marta Ren & The Groovelvets hicieron su aparición en él como un torbellino de frescura. Los portugueses subieron de inmediato las revoluciones del público que por fin podía tomar posiciones y demostraron el porqué de su cada vez más creciente popularidad en el circuito de Soul europeo.
Marta Ren se encargó en todo momento de llevar el peso del show. Poseedora de una voz potente, se lució en los registros altos con pasmosa facilidad y se mostró vivaracha, sexy y provocadora, todo ello mientras hacía gala de una simpatía arrebatadora. Bailó, arengó al público, movió sin pudor los flecos de su minifalda y se llevó de calle a un público que disfrutó de lo lindo del concierto. Detrás de ella, The Groovelvets evidenciaron que son más que una banda de acompañamiento y crearon el soporte musical necesario para que la vocalista pelirroja luciera en todo su esplendor.
Marta Ren & The Groovelvets. Texto: Marta Tobar
Llegó entonces el que era realmente el plato fuerte del festival. Y es que en el momento que William Bell tomó el micrófono quedó patente que estábamos ante una auténtica estrella de Soul clásico, de ese elegante, emocional y lleno de clase que sólo está al alcance de los elegidos. Pulcramente vestido de negro, con traje y sombrero, pañuelo carmesí en el bolsillo y gafas de sol, Bell fue la imagen misma de la época dorada que engrandeció la música Soul allá por los setenta. Fue curioso ver cómo se situó en un lateral del escenario, dejando el centro para la corista que le acompañaba, a la que otorgó así una notoriedad cuando menos sorprendente para tratarse de una cantante de acompañamiento.
El concierto fue sublime. La sola presencia de William Bell sobre el escenario es hipnótica y la maestría con la que domina su voz, ahora dulce, ahora desgarrada, ahora jovial es apabullante. De la romántica “I’ll Take Care Of You”, cantada con una sensibilidad suprema, a la autobiográfica “This Is Where I Live”, cada tema que interpretó Bell fue engalanado por una banda que estuvo siempre a la altura de su frontman. El único pero que se les puede achacar fue algunas notas fuera de tono por parte de la encargada de los coros.
A pesar del sofocante calor, Bell mantuvo impoluto su atuendo, sin deshacerse ni de la chaqueta ni del sombrero. El público, que hasta ese momento se había mostrado tímido, se apiñó cerca del escenario entorno a la impresionante presencia del hombre de negro. Mientras, el veterano cantante hacía suyo el sonido Stax en temas tan maravillosos como “The Three Of Me", interpretada con la sabiduría que sólo se adquiere con el tiempo. Cuando William Bell abandonó el escenario del Blackisback Weekend la sensación generalizada fue de haber presenciado el concierto de una de las grandes figuras del soul de todos los tiempos.
William Bell. Texto: Marta Tobar
El encargado de cerrar el festival fue Ben L'Oncle Soul, cuya actuación supuso un cambio de registro radical, como era previsible cuando un dj ocupó un lugar privilegiado en el escenario. El francés abandonó hace unos años el classic soul con el que se hizo famoso y ahora se decanta por sonidos más modernos. Al respiro de la noche, el Conde Duque se llenó con la original mezcla de soul, blues, reggae, jazz y electrónica que puso de inmediato a bailar a los asistentes, incluido a Ty Tyler, cantante de Vintage Trouble, espectador de lujo al que se vio disfrutar del espectáculo.
Ben l’Oncle demostró ser un cantante descomunal, con un amplísimo registro vocal y una capacidad asombrosa para modular su voz. También exhibió sus dotes como bailarín y no dejó de moverse con ritmo por todo el escenario durante todo el show. Cantó con sofisticación la delicada “The Good Life”, engrandecida por la buena labor de la sección de vientos que le acompañaba, lució su voz de igual manera en “Soulman” que con los ritmos reggea de “All The Way” y asombró al respetable con una modernísima revisión del “Fly Me To The Moon” que popularizó Fran Sinatra y que costó reconocer.
El público despidió al cantante francés con una gran ovación, cerrando la sexta edición del Black Is Back Weekend. Un gran fin de semana repleto de música negra de la mejor calidad que afianza al evento madrileño como uno de las citas más importantes del género en España. Nos vemos el año que viene.