En el 2011 fue una intentona que nos dejó con la miel en los labios, los problemas de espalda le impidieron entonces cantar a la vera del Guadalquivir, y a todos de poder disfrutarlo. Seis años después por fin hemos saldado cuentas. Mismo festival, misma ciudad ¿misma Imelda? La respuesta a esa pregunta es si y no dependiendo de a quien le preguntes.
Imelda trae bajo el brazo su flamante disco Life, Love, Flesh, Blood, su quinto disco lanzado en abril y producido por T-Bone Burnett. Donde el giro de estilo es notorio y va aparejado de un cambio de look. Adiós al característico y distintivo caracolillo rubio de la Irlandesa en la frente, bienvenido el negro absoluto en la melena, en el vestido y en el alma de las cuerdas vocales.
La noche empezó de verdad cuando dejó escapar la voz y el blues tiñó el aire a lo Ray Charles, con el tema When it’s my time, una declaración de principios que aventuraba un concierto de alto standing para gozo y disfrute de los allí presentes. Pero no solo de blues vive el hombre y la sensual dublinesa lo dejó claro. Un poco de soul, atmósfera jazzie, rhythm and blues, ejecutados sin un fallo de sonido por un octeto compuesto de dos vientos, dos guitarras, un contrabajo, bajo, batería y teclados se dejaron notar a través del repertorio diseñado para el deleite. Con un buen número de canciones de su último disco como Human, Girl used to be, the longing o Sixth Sense con un aroma a swing oscuro. Un rock más sofisticado sonó en Bad Habit y algo más country en Flesh and Blood o el grandioso Leave me lonely fueron subiendo las pulsaciones del concierto y dejando claro que la apuesta por el cambio de registro es firme. |
La media entrada de la Axerquía, se entregó al fascinante carrusel que es la voz de Imelda, capaz de llevarte al precipicio y con la misma facilidad ascenderte a los cielos. Se acerca y se aleja como el deseo y el fuego dulce como una ensoñación o contundente como el golpe en la mesa que te desvela… así es ella. Así llena el escenario con su presencia mientras lo envuelve todo con la garganta. No faltó una muestra de su etapa anterior.
La efervescencia del rockablilly con su puntito mas canalla salieron con canciones como johnny got a boom boom, mayhem o walking in the sand. Donde la electricidad y las seis cuerdas hacen de las suyas dejando a la luz su versión más macarra, a la que tanto y tan bien acostumbrados nos tenía y con la que terminó de levantar a un público rendido y emocionado. Nos quedamos, al menos yo, con las ganas de oír wild woman y I want a dance, nos las debes Imelda.
Realmente fue un concierto que va a quedar grabado en la memoria. Hubiera preferido más temas de los viejos, que son los que tengo siempre en la cabeza. Pero cante blues, country, rockabilly o polka un artista debe seguir su instinto y esa voz merecerá la pena ser oída bajo cualquier estilo, ya que es el vehículo que hace que todo lo demás sea emocionante. Esa debe ser la materia y la función de la música, la emoción. Siempre Imelda. |