La noche no parecía empezar demasiado bien por la poca colaboración del personal de la sala, que si bien estábamos acreditados para acceder al concierto, no tuvimos mucha colaboración ni acreditación “física”, que nos facilitara la labor.

Regresión abrió la noche con un recinto medio vacío, una lástima porque esta gente lo dio todo sobre el escenario. Empezaron con mucha fuerza con “gritos en la oscuridad”, que nos enseñó que sus incondicionales están ahí para apoyarlos. Con “5 de Noviembre” poco a poco, el público se va animando gracias a una música contundente y muy hardrockera, gracias en parte a las guitarras de Toni Sánchez y Pablo Gonzalez, que dan paso a la speedica “Mil sirenas”. Musicalmente sonaba todo muy bien, pero a título personal, que no conocía las canciones, me resultaba casi imposible entender una frase entera y estoy seguro de que no era algo que objetarle a  Pedro Guijarro, sino al técnico de sonido. “Un día como hoy” daba paso a “Cautivo”, que es de esas canciones que te llegan desde los primeros acordes con un estribillo pegadizo, y en la que hubo mucha complicidad con el público al pedir un mar de peinetas.

Complicidad que siguió con “Llévame contigo”, que me trajo gratas reminiscencias a Obús. Con “Quien soy yo (sin el puto Rock and Roll)”, el público estaba más que entregado y Pedro consiguió, al animar a cantar el estribillo a las primeras filas, que se entregase aun más, porque esta es una de esas canciones que es un himno para un grupo, más incluso que “No nos van a parar” a la que le sigue la potente “Puño de Hierro”, en la que si no me equivoco, se homenajea al gran Lemmy y consigue que tanto David Pérez como Jose Ignacio Uría brillen con luz propia. Cierra el concierto “Estrella del Rock” dejando, en éste que escribe, un buen sabor de boca con el primer concierto de la noche.

Con la “Última canción” abren el concierto estos albanenses, heavy metal sin más concesiones, Centinela. La configuración clásica del grupo, hace que todo sea más identificable y suene todo en su sitio. “Tres diablos” continúan sorprendiéndome con una música poderosa y la voz de José Cano, que alcanza cotas sorprendentes. Le sigue la nostálgica “Escribiré”, con un público muy entregado.

“Pánico” nos trae unos punteos de guitarra con claras reminiscencias clásicas, que hay que agradecer a Fernando Moya. “Se oculta el sol” es una pieza muy contundente en la que una vez más, la guitarra acompaña perfectamente a la voz tal y como sucede con “La Herida”, que junto con “Escribiré” se convierten, para mí, en imprescindibles del grupo por méritos propios. “¿Qué puedo decir? No te quise herir”, todavía martillea en mi cabeza gracias a la batería de Miguel A.Moreno. “El sabio” da paso a “Más fuertes”, que es toda una declaración de intenciones y reafirma que su música suena compacta y potente, con una guitarra afilada donde tiene que serlo.

“Me verás” es un canto a esa rabia que todos tenemos que contener de vez en cuando y que más de una vez desearíamos dejar salir. “Hueso y piel” sigue en la línea de “Más fuertes”, personalmente la habría sustituido por su gran versión de Lone Star “Adelante”, pero es una apreciación personal que no quiere desmerecer la canción. Con “Hora de marchar”, demuestran que son una BANDA bien compenetrada y la complicidad entre ellos es más que evidente. “Como un huracán” es la pieza que faltaba para cerrar un concierto de puro heavy metal de guitarras afiladas, baterías machaconas y voces imposibles.

Cuando llega el momento esperado con Avalanch, la sala presentaba un lleno considerable, pero sin llegar a ser agobiante. Sinceramente pensaba que al ser quienes eran los cabezas de cartel, la sala presentaría un lleno más abrumador.

Por un momento se produce ese pequeño instante que precede a los primeros acordes. Un breve instante en el que todo el mundo ve movimiento tras bambalinas y sabe que ha llegado el momento.

“Santa Bárbara” inicia sus virtuosos acordes en penumbra, con un solitario Alberto vestido con una casaca negra, y un pañuelo con tachas. Sobrio, pero ese punto que nos sigue gustando de estrella del rock. “Hacia la luz" hace que los pocos indecisos que se encontraban en “Tierra de nadie” se vuelquen con el grupo. La devoción casi se transforma en euforia con los primeros acordes de la grandiosa “El ángel caído”, demostrando que hay canciones que son inmortales y que envejecen como los buenos vinos.

Me llama la atención el bajista Magnus Rosen y sus cuerdas verdes. Con su peinado parecía un Gene Simmons rubio, con su atuendo de Ace Frehley. Muy cañero y con buena sincronía con el público.

La bellísima “Xana” hace aparición convenciendo a propios y extraños. Si bien algunos éramos reticentes con el nuevo frontman del grupo, a estas alturas del show nos tiene ganados (aunque si cierro los ojos, sigo viendo a Víctor). Debo reconocer que acudía al concierto con algún prejuicio hacia Isra Ramos y hacia la reunión en general…pero ¡qué carajo! Disfruto como un enano con Avalanch, y hay que decir que musicalmente es brutal lo conseguido, sin perder un ápice de su esencia.

Todos los presentes nos convertimos por un rato en compatriotas astures, cuando “Corazón negro” hace acto de presencia. Momentos cómplices entre todos los miembros de la banda se prodigaron a lo largo del show, pero me gustaría reseñar el “duelo de guitarras” entre Jorge Salán y Alberto Rionda. Si hubiera querido Isra, no habría tenido que cantar, pero no tuvo “Delirios de grandeza” y nos deleitó con el “Antojo de un dios”, que vino poco después en forma de la bestia parda a la batería, Mike Terrana, con un enorme solo de cerca de 8 minutos en los que se prodigó en velocidad, acrobacias con las baquetas e interacción con el público. “Las ruinas del Edén” sonaron, pero yo no vi ruinas en ningún momento y sí un grupo sólido y muy potente.

Un pequeño descanso para el momento más íntimo del concierto en el que Isra y Alberto rescatan “El príncipe feliz” de Alquimia, en un acústico guitarra-voz, que dejó paso al piano de Manuel Ramil abrazado por la voz de Isra, desgranando los bellísimos pasajes de “Cambaral”, y los “Vientos del Sur”, me llevan a tratar de entender, que debo comprender, que es lo que ha hecho ese alma de mujer, para que le escriba una canción sobre trozos de un “Papel roto”.  Antes de un magnífico sólo de Magnus Rosen, nos sobrevolaron “Alas de cristal” y a título personal, la habría cambiado por “Cien veces”, por ejemplo. Afortunadamente, lo que no faltó fue ese brillante “Lucero”, al que no le hace falta mucho para brillar sobre todo, y habría sido un cierre magnífico pero, todavía rizaron un poco más el rizo y sacaron a “Torquemada” a pasear, dejando en este que escribe un buen sabor de boca.

Dejando a un lado los conflictos personales de cada uno, los cuales no me importan, respeto y hecho de menos a todos los antiguos miembros, pero si nos ceñimos a lo puramente artístico…yo, personalmente, me quito el sombrero ante esta nueva formación.