Tras casi dos años de la última visita de Lendakaris Muertos a Pucela, los navarros regresaron el pasado sábado 24 dentro del tour de presentación de su último trabajo, “Podrán cortar la droga pero no la primavera”. En aquella ocasión, abarrotaron la Sala Porta Caeli en un concierto que muchos aún recuerdan por el asfixiante ambiente que provocó el éxtasis colectivo. Regresaron esta vez a un recinto más grande y aunque no consiguieron llenar el Lava, con un aforo que ronda los mil espectadores, casi lo lograron.

Tras los conciertos de Sin Arreglo y Zurriagazo, encargados de caldear la fría noche vallisoletana, sonaron por fin las primeras notas de la intro con la que Lendakaris comienzan siempre sus shows. El público para entonces ya se apiñaba enfrente del escenario impaciente y tenso, casi como si estuvieran ante la puerta de corrales en los encierros de San Fermín. Y como si de un encierro se tratara, en cuanto se abrió la puerta del backstage, la actividad de la sala se volvió frenética.

Todo el mundo debería vivir un concierto de Lendakaris Muertos. Hay pocas cosas más divertidas, adrenalínicas y liberadoras que saltar, bailar, gritar, cantar, sudar y desgañitarse con la música y las mordaces letras de los pamploneses. Es una sensación de diversión absoluta de la que es imposible escapar, que se propaga entre un público que parece enloquecido pero que no lo está.

Arrancaron con el empuje de “Gore E.T.A.” y “El Último Resort”, mientras el público rugía de felicidad. La energía corría por todo el recinto, la gente se alborotaba allí y allá, había espectadores haciendo crowd surfing, pancartas, banderas… Mientras, en el escenario, Lendakaris sonaban con la potencia de siempre, con sus miembros jaleando, saltando y moviéndose por el escenario sin parar, aumentando la sensación de agitación caótica que siempre hay en sus conciertos.

No hubo que esperar mucho tiempo para que Aitor se lanzara entre la multitud y aunque pareció que lo engullía la masa, él, en su estilo, siguió cantando como si nada. Sonaron un buen puñado de temas nuevos, esos con los que han compuesto su último y escueto álbum, que muchos ya se sabían y, como no, fueron cantados al unísono himnos lendakarianos como “Fuimos Ikastoleros”, “Detector de Gilipolleces”, “Cómeme la Franja de Gaza” o “Modo Dios. Por supuesto, no faltó el “Gora España” con Aitor vestido con la camiseta española, ni “Besos Gaztetxeros” con dos morroskos amorrados a cantante y bajista.

La pasión y alboroto de las primeras filas provocó que la valla antivuelco se desencajara, lo que sumió a los miembros de la seguridad del recinto en el nerviosismo. Pero Lendakaris tienen muchas tablas en esto y aunque algunos parecían dudarlo, el concierto siempre estuvo bajo control. Da igual que uno o incluso dos espontáneos se suban al escenario o que bajen cantante, guitarrista y bajista para sumergirse entre el público durante un tema entero. Pase lo que pase, sólo hay diversión.

Esta vez, el inevitable “Oso Panda” final estuvo acompañado por uno de los rodies disfrazado como un diabólico plantígrado y en pleno éxtasis, Lendakaris se despidieron de un público que hubiera querido que la fiesta no terminara nunca. Lo dicho, todo el mundo debería vivir un concierto de Lendakaris Muertos, sólo hace falta ganas de pasárselo bien y sentido del humor. Muy grandes.