Asere, qué volá: los dioses regresan y preparan el terreno para su quinto disco.
Crónica sabrosa de Orishas en el Wizink Center (Madrid)

Hay que tener una osadía descarada para irrumpir en el panorama musical mezclando folklore cubano con ritmos urbanos contemporáneos y, para más inri, tomar el nombre de una divinidad de la religión Yoruba (es como si tu grupo se llama Yahvé y haces música ortodoxa judía mezclada con trap). Los Orishas llenaron, anoche, el Ring del Wizinz Center para tomar el pulso a sus seguidores y comprobar que estamos esperando, como agua de abril (con estas lluvias que nos asolan ya no tiene sentido la expresión “como agua de mayo”), un nuevo trabajo.

Siempre he sentido una fascinación especial por la música tradicional cubana. Me emocionan especialmente el Son y el Bolero. Y si, además, están aderezados con bongo y tres cubano es como comerme un jamón serrano de pata negra, de bellota y con todas las denominaciones de origen posibles. Sinestesia gastronómica pura. No puedo decir lo mismo del hip hop. Sin embargo, hacia 1999 se publicó  A lo cubano, primer disco de unos cubanos emigrados que se hicieron llamar con el divino nombre de Orishas, en donde se mezclaba el hip hop con la música tradicional cubana, una rareza que les ha valido cuatro discos publicados, más de 700.000 copias vendidas, varios Grammys y la fama mundial de quien es fundador de un campo anteriormente inexplorado.

En 2008 publicaron Cosita buena y, desde entonces, casi el silencio. Se llegó a hablar de separación. Hubo alguna colaboración, hasta que, el año pasado, nos sorprendieron con un nuevo giro de guion: “Sastre de tu amor”, una balada romántica que seguía manteniendo la esencia Orishas y que  iba acompañada de nuevas fechas de conciertos.

En verano del 2017  pasaron por Madrid, en concreto por las Noches del Botánico, y debió ser una buena experiencia porque los dioses han regresado (haciendo alusión al humilde nombre de la gira, “El regreso de los dioses”) para atreverse a intentar llenar el Ring del Wizink Center en un abril madrileño en donde el tiempo atmosférico no está invitando a socializar al aire libre.

Cierto es que podría haber estado más lleno pero, desde luego, no con un público tan entregado. En esta ocasión traían audiovisuales y una iluminación apabullante, además de confeti, aparatos de esos que hacen “fuuu” (como decía Yotuel) y lanzan chorros de humo, para enfatizar determinados momentos, y tres bailarinas ataviadas con trajes blancos que recordaban a los llevados por las santeras.

Canciones como “Represent”, “A lo cubano”, “537 C.U.B.A.”, que ya son himnos, se intercalaban con nuevos temas como “Sastre de tu amor”, la aún inédita “Everyday”, con tintes reggae, o “Bembé”. Tampoco faltaron los invitados de lujo. Para acompañarles en la sentida “Cuba, isla bella”, Descemer Bueno; y para el bolero “Si tú te vas”, Beatriz Luengo, cuya voz se fundía en una preciosa armonía con la de Roldán (he de confesar que la voz de cantor tradicional cubano de este miembro de Orishas me tiene atrapada desde que escuché por primera vez su primer disco, puro cristal). 

Suponemos que hacía falta un poco de relleno hacia la mitad del show, por eso, durante aproximadamente quince minutos, estuvieron jugueteando con los sonidos entre el rock y lo tropical. Comenzaron deleitando al público con un virtuoso trompetista capaz de hacer sonar su instrumento como si de una guitarra eléctrica se tratase, para ello pasó por temas tan conocidos como “Smoke on the water” o “Are you gonna go my way”, entre otros, para rematar con una salsera versión de “Seven nation army”, de los White Stripes (por cierto, también versionaron el videoclip, tal y como comprobamos en la pantalla gigante que llevaban como parte del espectáculo).

Casi dos horas de bailoteos desenfrenados, rumbón y sabrosura que nos dejan con la miel en los labios y ganas de más, por eso estamos deseando escuchar más canciones de su próximo disco de estudio (el quinto de su carrera) en el que, a juzgar por sus adelantos, parecen virar hacia ritmos más romanticones, sin perder su esencia. De momento, nos dejaron con un “hasta luego” en forma de “Nací Orishas”.

Aché.