Si bien la apertura de puertas de la sala estuvo prevista en un principio a las 21 horas, fue cambiada unos pocos días antes del concierto a las 22.30 horas para no coincidir con el partido de fútbol de la Liga de Campeones en el que jugaba el Real Madrid. Si no son pocos los males que aquejan al mundo del rock habría que sumarle este: depender de la competencia del fútbol televisado. Hay cosas que parece que no van a cambiar nunca. Y eso que esta banda tiene la suficiente entidad y trayectoria para que no ocurrieran. Pero...

Llegada la hora, el público fue entrando paulatinamente y mostrando su impaciencia según pasaban los minutos; hasta que la música de Lo que el viento se llevó sonando en El Sol hizo presagiar que el asunto iba a comenzar de un momento a otro.

Y a poco más de las 23 horas, con la sala prácticamente llena pero sin agobios    -lo que es de destacar tratándose de un miércoles con las citadas circunstancias- ya había salido la banda y Javier Arias –el último en entrar a formar parte de ella- golpeaba la batería enérgicamente para que empezaran a atacar Taquicardia, canción con la que abrieron la noche. Con energía y sin preámbulos. Con una contundencia implacable que metió al público de lleno en el concierto desde el primer momento.

Siguieron con Elvis, de GT, álbum en el que claramente Hendrik se había decantado por ir enriqueciendo el rock and roll impregnado de ramalazos de blues de los comienzos del grupo con influencias de country, boggie... y lo que hiciera falta, y su música fue creciendo en riqueza, matices y cuerpo. Y es que las inquietudes e inspiraciones musicales de Henrik Röver no se sacian sólo con Los Deltonos y por eso recurre a presentar otros temas como cantautor o acompañado de Los Míticos GT’s... 

Fue de esta, digamos, segunda etapa de Los Deltonos de la que irían interpretando los temas al principio del bolo, siendo el siguiente Miedo. La primera canción que hicieron de su homónimo último disco, Sur, fue la cuarta en ser tocada; en la que como en el resto de la gala, se notaba que los músicos estaban disfrutando de cada nota que nos regalaban, como si la tocaran por primera vez. Sus gestos así lo transmitían.

Después vino No por nada, incursión en el realismo social. Historia de una persona en crisis pero que guarda todavía orgullo y dignidad, y no descubre qué le llevó hasta allí. Se lo guarda para él.

No había mucha comunicación verbal con el público entre canción y canción. Tampoco hacía falta, la banda iba hilando uno tras otro los temas ante la aprobación y deleite de los asistentes. Con Magia (guitarreo de alto voltaje, denso, muy cerca de ser pesado; que no plomizo) y Colisión, las cuales tocaron una a continuación de la otra, y en ese orden, volvieron al último disco, que ya presentaron el año pasado en Madrid en esta misma sala. Pese a esto último, fue del trabajo que más temas ofrecieron, como si siguiera siendo su presentación. Al final de esta segunda canción desataron una tormenta guitarrera entre Hendrik Röver y Fernando Macaya, tras lo cual nos llevaron a su primera etapa con Listo, de Bien, Mejor, que el público cantó al unísono con Hendrik, lo que se iba haciendo habitual a medida que avanzaba el concierto, el cual continuó con la poderosa entrada de guitarra de Muy bien (muy bien, así, trabajar y morir, como dice la demoledora e irónica letra).

Utilizaron dos trozos de papel con el repertorio a tocar sobre la parte superior del bombo, uno colocado de forma que lo pudiera leer Javier Arias desde su banqueta y el otro para ser leído por cualquiera de los integrantes de la primera línea de batalla; ambos trozos, lejos del alcance de la vista de los asistentes. Pero ese repertorio no dejaba de ser orientativo, ya que Discotheque Breakdown, que en teoría iba a aparecer en el primer bis, la tocaron a continuación. Gran canto al rock con raíces, con un magistral fraseo de guitarra que se repite incansablemente a lo largo de todo el tema sin cansar, y una burlona descripción de la “cultura de club”. Está tan bien construida la letra que no chirría un espíritu tan americano de la letra, sino que sentimos como propio eso de tocar la guitarra en el porche y no típico de una estampa a lo Americana; aunque la mayoría vivamos en un bloque de pisos de varias plantas. En Muriedas tal vez no...

Con Impostor volvieron al sonido de mayor octanaje guitarrero de los dos últimos álbumes. Impecable riff también es el que abre Saluda al rey , mientras que es la batería la que da la salida de Merecido, que nos ofrecieron a continuación.

Abundaron las peticiones a lo largo de la noche. Hendrik las escuchaba, hacia un gesto diferente a cada una que oía pero seguía con el plan previsto. Y las siguientes iban a ser Brindemos y ¡Salud! Como las tocaron seguidas brindaron dos veces con el público, levantando los músicos también sus bebidas. La primera por los amigos ausentes y la segunda porque el futuro que nos espera nos pille sonriendo. En ambas dejaron claro que su rock tiene un roll y su fuerza es la suma de las partes. Y su sonido es sumamente contundente. Sólido.

La sala El Sol se puso en combustión al poco de empezar a sonar las guitarras de esa historia de amor incendiario que se relata Gasolina, que daría pasó a Mirar atrás, viaje a su primer disco, tras la que abandonaron el escenario.

Hasta aquí había sido un gran concierto en el que la única pega fue que a menudo no se escuchaba claramente la voz de Hendrik, ahogada por el volumen de los instrumentos.

Cuando Hendrik, habiéndose desprendido de su guitarra y con una armónica en la mano, iba a hacer el gesto para que empezaran a tocar el primer tema del bis, se contuvo al ver que Pablo Z no estaba listo y sí algo despistado, y lo presentó al público, señalándole, como si nadie lo conociera. De hecho no llegó a presentar a los integrantes de la banda en ningún momento porque se daba por supuesto que todos los conocíamos. Una vez que estuvieron los cuatro listos interpretaron Sanmartín. A continuación, quizá debido a que había sido la más solicitada a lo largo de la noche, hicieron Repartiendo, crónica negra cargada de humor del mismo color, que el público había pedido en varias ocasiones, llamándola Andrés Muñiz, apellido que Hendrik también ha utilizado en otra letra posterior; como marca de la casa. Un toque de autor... 

Volvieron a su primer disco para recuperar seguidamente Hard Luck Blues. Acabada, la banda, a excepción de Pablo Z que miraba desconcertado a los demás, quizá por el cambio de canción en el bis, se dirigió presurosamente a salir del escenario, dándolo por finalizado.

Poco tardarían en volver, dadas las peticiones de que así lo hicieran. Esta vez Hendrik, que ya había cantado Repartiendo, que en principio iba a ser el tema que debía ir a continuación, cerrando el concierto, pidió al público que le ayudara con la letra que vendría a continuación pues “han pasado tantos años...” Se trataba de Soy un hombre enfermo. Y vaya si le ayudaron.

 Bien,mejor, también muy coreada, fue la siguiente. Es otra de las clásicas de la banda, y está claro que la opción de tocar canciones de la primera época fue la tomada por el grupo ante la insistente demanda de más temas por parte del público, ya que acabaron con Qué podríamos hacer, de su primer elepé: Tres hombres enfermos. A mitad de ella, Pablo Z hizo un viaje hasta el otro extremo del escenario para tocar junto a Fernando Macaya, quien no pudo contener su sorpresa al verlo allí.

No hubo más. Nos habían ofrecido todo lo que estaba a su alcance; y lo habíamos pasado en grande. Los músicos, los primeros....

Los Deltonos se descuelgan de la cornisa cantábrica con cierta asiduidad. En concreto a Madrid se suelen acercar una vez al año como mínimo. Y van a tocar por la península en salas y festivales... Si van a actuar en alguna ciudad cercana a donde estés no deberías dejar pasar la ocasión de verlos en concierto. Saldrás satisfecho.