Vetusta Morla no elige al azar a sus teloneros, Jacobo Serra prendió la mecha con esos sones de “La brecha” que tanto nos recuerdan a sus padrinos. Desfilaron temas perfilados, definidos, perfectamente encajados para calentar el ambiente, pero fue la colaboración de Juanma Latorre la que desató la primera reacción en cadena del concierto … en apenas media hora el escenario se adaptó con pequeños cambios a lo que prometía ser una de las citas musicales más esperadas en Sevilla.
Este año, la primavera ha llegado a la ciudad el 5 de mayo. A las 10 de la noche, un sol nocturno se abre paso entre las 8.000 personas que llenan de vida el Auditorio Rocío Jurado. La emoción contenida estalla con “Mismo Sitio, Distinto Lugar”, las manos se alzan sobre las cabezas y el auditorio se desgañita al unísono: da comienzo así una experiencia caleidoscópica. Sin duda, cuando hablamos de Vetusta Morla, hablamos de un grupo que irradia luz, energía y buenas sensaciones. Pucho con la música bajo la piel, danza inexorablemente mientras libera su voz como si no pudiera retenerla un segundo más, una voz tan especial que vibra dentro de todos y cada uno de los cuerpos. El grupo y el público parecen inmersos en un juego infinito en el que la energía fluye, bidireccional. El escenario se convierte entonces en un jardín de canciones que florecen en su justo momento, hasta la medianoche hora en la que los hechizos desaparecen.
El espectáculo fluido recorre los meandros de la obra del grupo con intensidad creciente, “Golpe Maestro”, “La mosca en Tu pared”, ”Maldita dulzura” enredada en los corazones y las gargantas de los presentes que buscan miradas cómplices a su alrededor, “23 de junio” acaramelada, dulce caricia que derriba frontera. Surgen grupos independientes que en estado de trance bailan al son de “La Deriva”, de “Valiente”, “De Te lo digo a ti”.
Vetusta Morla
La banda, levita en medio de una maraña de emociones y canciones. La iluminación potente y colorida produce un efecto hipnótico. Pucho levanta firme su mensaje haciendo especial mención a la lucha feminista, ya incluso antes del inicio del concierto se puede leer en la pantalla un grito mudo que dice “Sólo sí es sí”. Miles de mujeres alzan las manos y aplauden con fuerza, a lo que se suman los hombres y la piel de gallina.
El grupo se retira para después volver y regalarnos lo que, a mi entender, será el momento álgido de la noche: las tres últimas canciones. “Consejo de Sabios” emociona al auditorio que, a pesar del cansancio, canta aún con más fuerza. El sonido, brillante, envuelve a un público sorprendido por “El Hombre del Saco”, el auditorio es un rugido sincronizado y refulgente. “Los Días Raros” inunda el recinto con su belleza y delicadeza. Es este el momento en el que el grupo y los presentes establecen una conexión enigmática, hechizante e inefable, que tan solo puede ser sentida, y que llega desde fuera y desde dentro a la vez. Hay un himno para cada final, y este fue el escogido por Vetusta Morla, que se retira entonces tras la ovación incesante de un público que pide otra canción, aunque sabe que esta sobrecogedora experiencia ha llegado a su fin.