La estructura de los conciertos de la gira 20 años 20 ciudades de Fito&Fitipaldis había sido básicamente la misma en todas las actuaciones que hasta la fecha habían ofrecido. Algo que tampoco cambiaría en su primera cita en Madrid. Tan solo variaría alguna canción del repertorio. O el orden. Eso sí, ocurrieron muchas cosas interesantes...
Empezó escuchándose, en completa oscuridad, “The Ecstacy of Gold” de Ennio Morricone, dando entrada a un vídeo de dibujos animados que tiene a Fito Cabrales como protagonista antes de que apareciera él en persona tocando la guitarra, iluminado únicamente por una tenue luz cenital, y cantando “Siempre estoy soñando”; hasta que subió la iluminación en todo el escenario y se pudo contemplar al resto de la banda entrando a tocar en el tema. Una manera sencilla de arrancar que funciona a la perfección. Suele seguir con “Un buen castigo”, como también ocurrió esa noche.
El escenario que se montó en WiZink Center tenía forma de E tumbada, de tal modo que era el clásico rectángulo más tres pasarelas que salían hacia la zona del público; una en cada extremo y otra central. Fito ya había pasado a cantar aquello de que “la vida eterna sólo dura un rato (...) para decirte lo que nunca canto, para cantarte lo que nunca digo” cuando los músicos las utilizaron por primera vez. En concreto fue Carlos Raya quien avanzó por la pasarela del extremo que tenía más cerca, entre el éxtasis de los asistentes que iba dejando atrás a uno y otro lado.
A lo largo de la noche se irían sucediendo las canciones que no pueden faltar en un concierto de Fito y Fitipaldis, como “Lo que sobra de mí”; mucho menos si trata de uno en el cual se conmemora el vigésimo aniversario de la banda.
Multitud de luces de teléfonos móviles inundaron el pabellón cuando empezaron a tocar “Donde todo empieza”; algo que se repetiría en momentos posteriores pero sin llegar a la espectacularidad que se dio en este tema. De la cancha a las gradas todo estaba repleto de teléfonos grabando, dejando claro el tema que más le tocaba la fibra al público que abarrotaba el recinto. Y es que la música más sensible e intimista de Fito con Fitipaldis, así como su conjunción de varios estilos e influencias es lo que le ha hecho llegar a un público más numeroso y de un abanico más amplio de edades, que en su inmensa mayoría no sabe quién fue Emerson Fitipaldi. No, no era uno de los componentes de Emerson, Lake & Palmer...
En esta pieza , Javier Alzola, realizó un magnífico solo de saxofón, adentrándose entre el público desde la pasarela central. Para acabar la canción, Fito disparó a los presentes con su guitarra; pero no hubo pausa porque la hilaron con “Todo a cien”.
Fito & Fitipaldis
La primera parte del espectáculo acabaría con “Garabatos”, muy celebrada por los asistentes, que la cantaron y bailaron hasta la extenuación, y que terminaría con todos los músicos tocando sobre la tarima de la batería.
A continuación salieron, para que unos operarios colocaran tres sillas formando un semicírculo en el centro del escenario, que ocuparían Muchachito –quien había abierto la noche-, Javier Alzola y Fito. Y con dos guitarras clásicas, saxo y dos voces nos ofrecieron una divertida versión acústica de “No soy Bo Diddley”.
Se nota que hay mucha complicidad entre Jairo y Fito, quedando impregnada la alegría del de Santa Coloma tanto en este tema como en “Me tienes frito”, que vendría a continuación. Se lo pasaron en grande mientras las interpretaban, y contagiaron de sus buenas vibraciones al público, al que no le afectó demasiado el cambio de registro.
A excepción de ocasiones anteriores en la gira del 20º aniversario de Fito & Fitipaldis, en esta cita los invitados aparecieron seguidos. Al volver al escenario la banda, Fito hizo la presentación del primero de la noche. Recordó que fue de su grupo del que hicieron una versión en el primer disco, allá por 1998. Efectivamente, era Álvaro Urquijo, líder de Los Secretos, quien salió con su característica gorra ladeada para cantar en la referida “Voy a beber hasta perder el control”. Dicho grupo está celebrando precisamente este año su 40º aniversario de existencia.
Del siguiente invitado destacó que tocaba muy bien la batería, la guitarra y, además, cantaba. Esta presentación sobraba tras ver que habían colocado un nuevo micrófono cuyo pie estaba cubierto por una tela con estrellas blancas. Leiva, ataviado con chaqueta y sombrero negro, tocó la guitarra y cantó en “Viene y va”.
Fito definió al siguiente invitado como alguien que le lleva aguantando no veinte sino cien años. Se trataba de Carlos Tarque, que haría la voz principal en “Para toda la vida”. Como no tocaba ningún instrumento tuvo mayor libertad de movimientos que los anteriores invitados, algo que aprovecharía a conciencia desplazándose incansablemente a lo largo de todo el escenario mientras el público braceaba al aire al tiempo que repetía entusiásticamente la letra...
Tras las visitas volvió a centrarse en su banda. Y en sus grandes clásicos, como “Entre la espada y la pared”, que incorpora a su letra el icónico lema que nos dejó Ian Dury: sexo, droga y rock and roll. Y en sus letras, cada vez más complejas, en las que juega con expresiones populares y frases hechas a las que dota de un nuevo sentido bien sea por repetición, por acumulación o por que hábilmente las aborda en otro contexto o desde un punto de vista distinto.
Fito & Fitipaldis
Seguía avanzando el concierto y llegaban canciones que eran esperadas con ansiedad, por las que los asistentes habían agotado las entradas el año pasado al poco de ponerse a la venta, las que todos habían venido a escuchar; como “Tarde o temprano”. En ella, Fito corrió de un extremo a otro del escenario para pedir al público que coreara “Oh oh, oh oh oh oh oh”. Tanto siguieron sus indicaciones, que en la prolongación que hicieron del tema no cesaron de corearlo durante todos los minutos que duró, sin más letra que esa. Quedó tan bien como si se hubiera ensayado previamente.
Fito y Carlos se pusieron uno frente al otro para empezar a tocar “La casa por el tejado”, otro clásico ya de la banda. Y sería con “Antes de que cuente diez” con la que darían por finalizada esta parte, a la espera de los requerimientos del público para que siguiera el concierto.
Volvería únicamente Fito, con una guitarra clásica e iluminado por un único foco cenital, al igual que al inicio del concierto pero esta vez sentado sobre el borde del escenario –más cerca del público esta vez, físicamente hablando; emocionalmente no había dejado de estarlo-. Interpretaría “Rojitas las orejas”, que abría el primer disco de Fito & Fitipaldis.
No podía faltar la canción que les hizo llegar al gran público: “Soldadito marinero”; tan admirada como denostada hasta entre sus seguidores. En la parte más emotiva se besaron las parejas y se abrazaron las adolescentes. Tras ella abandonaron el escenario. Pero regresarían tras hacerse bastante de rogar.
Desde el momento en que se formó Fito & Fitipaldis surgió la polémica sobre cuál era la mejor propuesta entre las dos bandas en las que estaba Fito. Más aún cuando Platero y tú se disolvió. Esta discusión no ha acabado desde entonces y las distintas posturas se han venido defendiendo por sus seguidores hasta de forma vehemente. Y no han cesado las peticiones de regreso de Platero y tú. Por lo que no son de extrañar las reacciones que han surgido después de que Fito & Fitipaldis hicieran “Hay poco rock and roll” y “El roce de tu cuerpo” -una en cada día de sus galas de esta gira en Bilbao- con la colaboración de Iñaki Antón. Se han vuelto a disparar las apreciaciones de que Fito había disfrutado tanto que estaba claro que Platero y tú se volvería a juntar. También hay quien directamente sigue despreciando la música más sensible de Fitipaldis al compararla con la de la antigua banda. Como en Madrid la versión que hicieron fue “Entre dos mares”, y sin invitado, no se prestó demasiado a habladurías.
Acometieron una versión en la que, sostenidos por la increíble base rítmica de Alejandro Climent en el bajo y Daniel Griffin en la batería, se lucieron especialmente los guitarristas, desplazándose cada uno por una de las pasarelas laterales e intercambiando posteriormente sus posiciones.
El sonido fue impecable durante toda la velada y la banda demostró que está formada por grandes músicos; algo que ya sabíamos de antemano.
No deja de resultar irónico que el concierto acabara con “Acabo de llegar”.
En estos veinte años hemos aprendido con ellos, entre otras cuestiones, que “las cosas importantes aquí son las que están detrás de la piel” pese a que “nunca es lo que pudo haber sido” porque “la vida es algo que hay que morder” ya que “lo contrario de vivir es no arriesgarse” y lo peor que puedes hacer es huir de ti, pues “la vida se nos va... antes de que cuente diez”. O veinte.