La tarde calurosa no impide que la gente disfrute de la poesía feminista previa al primer concierto de Thaïs, que con paso firme entra en el escenario guitarra en mano. Lo primero que me llama la atención es que cante en portugués/brasileño. Sorprende la extraordinaria fusión de ritmos brasileños con toques de jazz.
No me hace falta traducir las canciones para empaparme de los muchos matices que adornan su música porque su voz transmite lo que yo no llego a comprender. La única canción que cantó en castellano fue “Con nombres de mujer” de la valenciana Soledad Gimenez, debo reconocer que me puso los pelos de gallina. Un concierto corto de tan solo seis canciones, que dejan buen sabor de boca y ganas de querer escuchar tranquilamente en casa algo de esta mujer del mundo.
Thaïs Morell
Otro concierto que a mis oídos quedó corto fue el de Christina Rosenvinge con tan solo cinco canciones más que Thaïs. Christina al igual que Thaïs entra con paso firme y decidido ante un público que en su mayoría espera a Rozalén (a título personal, nunca entenderé que Christina no sea cabeza de cartel). Los incondicionales se arremolinan en las primeras filas cuando “Niña animal” comienza a sonar. Ya me ha ganado, así que esto solo puede ir a más. Es increíble la fuerza que transmite Christina delante del teclado, de la guitarra o con el micrófono en mano. Las tablas acumuladas ya hacen incluso indecoroso recordarlas. Continua “El Pretendiente”, una canción que juega al despiste con el nombre y que tristemente es de rabiosa actualidad, cada cual que saque sus propias conclusiones.
“Mi vida bajo el agua” continúa la procesión de canciones, y me es divertido ver a una hermosa niña pequeña de unos 10 años cantarla…seguro que con el paso del tiempo comprenderá la canción, pero hoy, no…espero.
De haber alterado el orden cantando primero “la distancia adecuada”, tendríamos casi la cronología o radiografía de una mala relación…y en mi cabeza, quedará así. Recordando a esa “señorita que rimaba conmigo y que me rondaba siempre alrededor” y por la cual “enloquecí por salvar ese amor…pequeños dolores entre pálidas flores”.
Con “Romance de la plata”, Christina nos invita a conocer a su padre, demostrando lo mucho que a veces, sin pretenderlo, terminamos siendo un reflejo de nuestros padres.
Christina Rosenvinge
“Ana y los pájaros” me resulta graciosa, una especie de canto a la libertad, de ser tan solo tú, sin depender de nadie; y al mismo tiempo entregarte sin aspiraciones de nada más que la entrega. Sigue “Alguien tendrá la culpa” la cual Christina anima a aprender sus fáciles acordes e improvisar cada uno la letra que mejor considere. “La flor entre la vía” creo que debería ser un himno para todos aquellos adolescentes que reniegan de los cánones masculinos establecidos y por desgracia tan predominantes todavía. Los acordes rasgados y de sonido más sucio de “La muy puta”, nos introducen en una canción con estrofas memorables y sobre todo hipnotizante y magnética para este que escribe.
Como casi todas las canciones de Rosenvinge, “La tejedora” no podría ser menos metafórica que otras y se desvela como una canción compleja, de la que podríamos extraer diversos significados, siendo un alegato feminista por el que un servidor más se decanta.
Como broche final a un concierto que supo a poco, nos deleitó con uno de sus cantos a la libertad y es cuando mis ojos vuelven a encontrarse con la niña de diez años que parece extasiada y con una cara de absoluta felicidad. Dudo que esa pequeña niña sea consciente de la cantidad de matices que guarda Christina, pero me resulta sorprendentemente grato que hayan pequeñas flores entre las vías. Pequeños brotes de esperanza que representa en lo musical Christina y en el futuro, la pequeña que no dejó la primera fila.
Debo reconocer que me tengo que quitar el sombrero ante tan enorme mujer que no solo me invitó a entrar al backstage para conseguir el setlist del concierto (que me recitó de memoria) sino que tuvo un momento para hacerse fotos y charlar un par de minutos con la niña de 10 años que coreaba sus canciones en la primera fila y a la que vi salir de allí dando saltos de alegría.
Christina Rosenvinge
Tras esto vuelvo al escenario porque acaba de salir la que parece que es, protagonista de la noche. No se me enfaden sus fans, que disfruté y descubrí gracias a una amiga (Ana Sanchís, mil gracias por explicarme lo importante que es para ti), a una gran mujer a la que no conocía (lo siento, no suelo escuchar la radio). Debo reconocer que quedé sorprendido gratamente, pero no concibo la disparidad en la cantidad de canciones de Christina (11) y Rozalén (22). Comenzó el concierto con una de las dos canciones que me recomendaron “La puerta violeta” así que la cosa empezaba bien.
“Vivir” me re descubre una canción que había escuchado por redes sociales pero no sabía que la cantaba Rozalén y de la cual yo conocía la versión con Estopa. Con un estilo mucho más “asequible” que Rosenvinge, puedo comprender el por qué de su éxito. Ritmos pegadizos y letras sencillas pero muy potentes, personalmente destaco de la canción “pero sabes, sé bien que es vivir, no hay tiempo para odiar a nadie”.
“Ahora” nos canta algo que nos ha pasado a todos, el momento en que aparece esa persona que nos da la vuelta a todo lo que creíamos y pone nuestro mundo del revés. “El hijo de la abuela” nos brinda la segunda oportunidad que todos deberíamos merecer. Le sigue “Para los dos”, una emotiva canción que me resulta más emotiva si centro mi mirada en Beatriz Romero que sin yo saber lengua de signos me trasmite una enorme calidez. “Justo” vuelve a emocionarme por cercanía con algún familiar que tampoco volvió en el ’38, poco más que comentar.
Dejando atrás el pasado y la tristeza, Rozalén afirma que “Las hadas existen” y no podría estar más de acuerdo, siendo cientos de ellas las que me rodean en un concierto como el “Corazonadas” al que espero volver otro año para seguir descubriendo artistas de la talla que nos han brindado esta edición.
¿Quién no ha pasado por el trance de quedarse sin palabras delante de esa persona a la que le quieres decir eso tan importante y te sientes ebrio/a sin saber por qué? Eso es “Antes de verte”, así de sencillo y así de hermoso. Igual que ese “Amor prohibido” que todos hemos sentido, desafiando normas, convencionalismos y moralidades, pero como dice Rozalén: “paraíso sin serpiente, no lo busques, que no quedan”
Me sorprenden los primeros acordes de “La belleza” del maestro Aute y posiblemente es la canción con más simbolismo del concierto.
“Me arrepiento” de los besos que te he dado, los secretos confesados y las noches sin dormir…parece que Rozalén guarda cierto “resquemor” siendo el contrapunto a “Vivir” y su “no hay tiempo para odiar a nadie”.
Con ritmos a caballo entre tango y flamenco Rozalén maldice “Tu nombre”…si los tontos volaran, nunca veríamos el sol, nos cuenta y con razón.
Un delicioso violín nos introduce en “Asuntos pendientes” que nos invita a aceptar que hoy es hoy y ayer pasado…y ahí debe quedar.
Rozalén
Me encantó “Somos”, que pese la evidente distancia tanto musical, como letrísticamente hablando, recupera el espíritu de la contradicción del “Salmón” de Seguridad Social. “Bajar del mundo” nos viene bien a todos, desconectar de todo y todos y si es cabalgando en las guitarras de esta canción, mejor.
“Será mejor” nos desliza con fuerza, inspirándonos hacia las “80 veces” que Rozalén se acuerda de ÉL y las mismas que recuerda que le debe olvidar, quizá porque “Saltan chispas” o no sepa ni por donde empezar.
Una oda al amor que combate contra toda enfermedad en “Comiéndote a besos”, cierra el concierto ante el clamor de todos los presentes que piden más. Un bis de cuatro canciones que comienza, con “Dragón rojo”, la hermosa “Vuelves” y como dice la canción: “cuando te creía olvidado, vuelves”…pues quien volvió para el deleite de los presentes fueron los “Girasoles” que resultó ser otra de esas canciones que había escuchado en algún lado sin saber quién era su autora. Una grata sorpresa debo admitir.
Para finalizar el concierto “Respect” y cuando finaliza, por fin pueden descansar mis pies de bailar, o al menos intentarlo, los ritmos de esta mujer y su gente, que tanto optimismo, amor y empatía transmiten. Pese a no ser mi estilo preferido el de algunas de estas mujeres que me han acariciado los oídos esta noche, he aprendido, he disfrutado y volverán a sonar cada una de ellas en mi lista de reproducción. Una noche de descubrimiento que no pasará al olvido y que abre la puerta a otros ritmos, a un punto de vista más femenino y necesario en los tiempos que corren y el que se sienta amenazado por ello, que cierre los ojos y sea “La flor entre la vía” o siga siendo una caricatura de ser humano.