COLABORACIONES
 Crónica
 
Miguel Ríos
  20/10/2018     
  Marta Tobar     
  Fran Cea
  Polideportivo Pisuerga, Valladolid, Valladolid
www.insonoro.com

Con más de cincuenta años de notable carrera, a Miguel Ríos se le puede y debe permitir cualquier cosa. Aunque ya se despidió del público en directo con una gira interminable que duró más de dos años, se ve que al veterano cantante aún le quedan ganas de subirse al blues del autobús, aunque sea en un formato bien distinto. Míguel Ríos Symphonic es el nombre del espectáculo que lo trajo a Valladolid, y que consiste en una revisión sus grandes éxitos con el acompañamiento estelar de una orquesta filarmónica. Una propuesta que parece a priori destinada a su público más añejo, y que a tenor de la media de edad que acudió al Polideportivo Pisuerga, así es.

Sin un minuto de retraso, a las nueve en punto de la noche y con el aforo a la mitad de su capacidad, comenzó el espectáculo. Lo hizo con una larga intro instrumental a cargo de los cincuenta (sí, cincuenta) músicos que componían el conjunto clásico. Después se sumó a ellos su excelente banda, Los Black Betty Boys, teclados, bajo, guitarra y batería. Finalmente, y tras quince minutos de preámbulo, apareció en escena Miguel Ríos.

El show comenzó por todo lo alto con “Memorias de la Carretera”, que fue sucedida por una ovacionada “Bienvenidos”, y en seguida quedaron claras dos cosas: Miguel Ríos sigue manteniendo su calidad vocal asombrosamente intacta y el concierto era mucho más roquero de lo esperado. A pesar de la presencia de la orquesta, ésta tenía un protagonismo secundario, dando prioridad a la banda eléctrica. De este modo, Ríos consigue que los temas no adquieran una orquestación pomposa y mantengan intacto su espíritu primitivo.

  
Miguel Ríos
 

Con el público rendido desde el comienzo, Miguel Ríos se mostró dicharachero, amable y simpático, haciendo constantes guiños a la ciudad y a sus habitantes. Speachs, a veces demasiado largos, que aunque desaceleraban el ritmo del concierto, se entienden por la necesidad del rockero de tomar aire entre temas. De entre su prolífica producción compositiva, el malagueño quiso recuperar algún tema menos conocido, como “Boabdil, el Chico”, que coló entre “Directo al Corazón” y “En la frontera”, que le sirvió para denunciar la situación de la inmigración en nuestros días.

Miguel Ríos se mostró como lo que es, un cantante excepcional, que sin atesorar una voz especialmente privilegiada, matiza, interpreta y modula cada nota, cada sentimiento para ofrecerlos con una sinceridad desbordante. El espectáculo, de una calidad innegable, estaba engrandecido por una preciosa y sencilla escenografía, apenas un telón trasero lleno de leds y unos cuantos focos bien utilizados, que enmarcaba con elegancia y clase el concierto. El sonido, por su parte, sólo puede ser calificado de perfecto.

  
Miguel Ríos
 

El concierto mantuvo el pulso durante las dos horas largas de duración gracias a un setlist que forma parte de la memoria histórica de todos los que hemos nacido antes de los noventa. “Rock de una Noche de Verano” y su invitación a la diversión, “Antinuclear” aún en vigencia, “Un Caballo Llamado Muerte”, la maravillosa “El Blues del Autobús”, “El Sueño Espacial” o “El Río” (¡qué magnífica versión nos brindó!), “No estás sola”, “Reina de la noche”, “Sueña con Ángeles”, en definitiva, un apabullante listado de temas inmortales, que fueron interpretados con la misma energía eléctrica de siempre pero hábilmente ensalzadas con las precisas incursiones de la orquesta.

El público se lo estaba pasando en grande cuando Miguel Ríos levantó de sus asientos a todo el mundo y los puso a bailar con una medley que contenía clásicos del rock n’roll como “Rock Around The Clock” o “Roll Over Beethowen”. Pasaban de las dos horas de concierto cuando se apagaron las luces, pero aún había ganas de más y el pabellón se llenó de gritos pidiendo otra. El bis arrancó con “Vuelvo a Granada”, que Miguel Ríos sigue interpretando con la pasión que corresponde para, acto seguido, conseguir que la emoción fuera plena con el tema más esperado de la noche, “Santa Lucía”, que sonó conmovedora e inmensa. Poco más se puede pedir a este hombre sin el que el Rock en este país pierde sentido.

Con el “Himno de la Alegría”, Miguel Ríos cerró un excelente concierto y demostró que los buenos rockeros nunca mueren. Con orquesta o sin ella, Miguel Ríos respira, siente, suda y vive el rock por cada poro de su cuerpo.

  
Miguel Ríos
 
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