Más que conciertos, las actuaciones públicas de Albert Pla son representaciones en las que canta, comenta, sugiere, interpreta, y, sobre todo, provoca. Provoca a los biempensantes que están deseando escandalizarse; provoca la risa o la sonrisa de los que tienen sentido del humor y les gusta disfrutar del ingenio de letras y sentencias desinhibidas, irreverentes y corrosivas.
Aunque, afortunadamente, al no ser un espectáculo gratuito o televisado, biempensantes no había en esta cita de Inverfest 2019. Eso que salimos ganando los que asistimos al Teatro Circo Price esa noche.
Comenzó él solo, vestido a la manera que lo suele hacer su personaje sobre el escenario: con su especie de túnica de tela de saco -como un profeta-, sus botas de goma para la lluvia y su desvencijada guitarra, haciendo entrar al público en su juego. Poco a poco; frase a frase, broma a broma, sentencia a sentencia antes de cantar que se salvara quien pudiera, pues estaban cayendo bombas en Madrid.
Sus músicos irían entrando después de “Corazón”, uno a uno. Primero, Pascal Comelade en la desoladora “Todo es mentira”. Diego Cortés y Jordi Busquets, después; siendo el último en hacerlo Tino Di Geraldo, quien se llevaría el más caluroso recibimiento mientras seguía sonando “La diferencia”.
A partir de ahí hubo un poco de todo: lo esperado, requiebros y sorpresas.
Albert Pla
Así, puede cantar “Carta al rey Melchor”, en la que se postula como yerno para dar un repaso a la institución monárquica, y decir más adelante con tono ingenuo: “Independencia... Qué palabra tan larga”. Como adentrarse en uno de sus temas más populares para que el público grite con él eso de “somos amigos de Teófilo Garrido”.
O abandonar todos el escenario, dejando solo a Diego Cortés para que interprete a la guitarra española una pieza bastante larga en la que lució su virtuosismo, el cual el público recompensaría con sonoros y prolongados aplausos al acabar.
Mientras que todos sus músicos tocan sentados, él suele deambular por todo el escenario diciendo que la hipoteca es una discoteca de hipopótamos, soltando todo tipo de irreverencias e incorrecciones que hacen reír al público. Aunque en ocasiones se siente en un sillón de orejas para seguir cantando y comentando, pues la iconoclastia, la ironía y el sarcasmo no están reñidos con la comodidad; se presenten éstos en formato de rumba o de rock. Y es que hasta se mofa de ser una estrella del rock.
El tema durante el que más se divirtieron los asistentes fue el de la surrealista y exagerada historia de lo que puede liar una colilla, poniendo patas arriba Estados Unidos; porque “la chispa de la vida no es la Coca-cola sino la gasolina”... Y es que “qué mal que huele cuando se quema una bandera con tanta estrella”.
Todo esto es algo que no sorprende ya que nos tiene acostumbrados a historias sobre novias terroristas, niños catalanes que quieren ser toreros, extraños casos de la naturaleza como el de Marcelino Arroyo del Charco, canciones sobre lefa o sobre necios como Joaquín, tema este último que hizo ponerse en pie al público para cantar con él: “porque el negro es mejor que tú, no tiene malicia ni mal corazón...”.
Las luces de la sala se apagaron mientras cantaba “Ciego” con un casco del que salían unos cables como los que llevaba Makoki al escapar de su sesión de electroshock -con la diferencia de que los de Albert acababan en luces-. Bajó al patio de butacas poco después para interactuar con el público mientras proseguía cantando esta historia avanzando por los pasillos cantándole a los espectadores cara a cara.
Albert Pla
No podían faltar dos versiones que encajan muy bien en su universo personal y que ha llevado a su estilo, como son “El lado más bestia de la vida” sin bajo -lo que sorprende, dada la importancia de este instrumento en la original de Lou Reed- y “Soy rebelde”, punk hasta en la versión original de Jeannette, precisamente por la dulce voz con la que la canta, y que pudiera ser la inspiración del tono inocente con que Albert puede llegar, en ocasiones, a decir las mayores barbaridades.
Para el bis dejaría “Insolación”; una mini versión de “Black is black”, solo con Pascal al piano y durante la que se bebió un cubata de un trago; y “El sol del verano”.
No interpretó ninguna pieza de su última obra, “Miedo”, del que prosigue su gira. Y sorprendió que no cantara ninguna canción en catalán ante un público que conoce sus discos y en una ciudad en la que si caminas por sus calles, sobre todo en el centro, se escucha con frecuencia hablar en catalán. Y no, no son turistas, sino que la mayoría de ellos son residentes habituales en Madrid.
Resulta un soplo de aire fresco escuchar a este rockero, cantautor o como se le quiera definir. Es tan necesario en los tiempos que corren y con lo que parece que se nos viene encima...