COLABORACIONES
 Crónica
 
Huntza + Roba Estesa
  16/03/2019     
  Prade PorInstinto     
  A. Makeda
  Sala Caracol, Madrid, Madrid
www.insonoro.com

Extraños tiempos nos han tocado vivir. El invierno es primavera, lo reaccionario es extremo-centro, y la noche termina a las doce, hora en que las salas desalojan los conciertos y hay que volver a casa antes de que el Metro se nos vuelva calabaza. Pero no se habla de derrota mientras hay Ropa Tendida, y no se habla de tristeza mientras suena Roba Estesa. Porque así abrían su repertorio de la noche, L’Alegria, con la que ya nos entraron las ganas de disfrutar de la vida, seguida por Viu, tema de su primer disco, Descalces (2016). “Viu, viu, que la vida et somriu”.  Y vaya deleite de sonrisas y melodías nos esperaba.

Hace ya que escuché por primera vez a las chicas de Roba, montadas en una carreta camino a la Línia del Front, junto a sus paisanos Ebri Knight (quiso el destino que esta noche del 16 también ellos bajasen para “el frente”, a tocar en la Gruta 77). Roba Estesa saben a folk de trinchera del siglo pasado. Saben a punk suave. Saben a lucha obrera y feminista. La lucha que otr@s iniciaron, y que cuando toque a nuestra generación dejar el testigo, aún será encarnizada.

Los ánimos se caldearon rápido. Comenzó a sonar el riff distorsionado y contenido de La Nit es Nostra. Uno de los temazos de su último trabajo de estudio, Desglaç (2018), solemne, corazonadora, reivindicativa. En ella aprovecharon para brindar un pequeño homenaje a personas con identidad sexual no normativa. Y nos dejaron claro que también Madrid es vostra. La Caracol, a rebosar de gente desde el primer momento, lo confirmaba. La voz de Gemma, bonita de principio a fin, la interpretación de Sandra con el lenguaje de signos, un baile fluido, bello, más que perfecto para acompañar un sonido claro y de calidad aportado por el resto de las integrantes, Helena (guitarra eléctrica), Clara (acordeón, voces), Clàudia (violín), Alba (batería), Neus (guitarra, voces), y Anna (bajo). Todo ello desgranando un repertorio completo en el que dieron buena cuenta de lo mejor de sus dos discos (y una maqueta). No les faltó tiempo para denunciar con voz firme el resurgir del fascismo y señalar el éxito a nivel estatal de las movilizaciones del 8M. Parece en verdad que ahora es la lucha de la mujer la única fuerza que nos separa del abismo y que puede hacerle frente. Como dijeron con su canción, Bruixes: “Madrid, ¿hay brujas? Brujas, arriba esas escobas. ¡Menos barrer, y más volar!”

Para terminar, y cuando pensaba que no podían impresionarme más en la primera toma de contacto, llega Cant de Lluita, sencilla, brutal. Mi favorita del disco, acogida por los puños en alto de los asistentes. El tiempo que tenían reservado terminó con una conga y con la colaboración de Josune y Uxue de Huntza, contando con la presencia (tan poco común, por desgracia) de diez mujeres sobre el escenario. Chicas, gracias por venir a Madrid. Sois aquí más necesarias que nunca.

  
Roba Estesa
 

Pero todavía queda el segundo plato por delante, en el parche del bombo pone “Huntza”, y eso es lo que toca. Huntza empiezan sin concesiones, igual que empieza su último álbum Xilema (2018), con Deabruak Gara. y la sala se viene arriba desde la primera melodía del acordeón de Josune. Josune, Uxue, Aitor, Aitzol, Inhar y Peru. Son demonios. Demonios que nos traen punk bailable, y contratiempos hilados con folk del bueno. Interpretan con soltura temas variados, también de sus dos primeros trabajos, Ertzetatik (2016) y Lumak (2017) y su sonido nos trepa por el pecho cómo la Hiedra que, de hecho, adorna sus pies de micrófono.

Llega por fin, tras media docena de temas, mi favorita del Xilema, Promesetan. ¡Entra con fuerza! Me encanta su melodía de violín, su guitarra contenida, y finalmente, el cambio de tonalidad, una explosión de emociones. Menuda delicia. Entre la multitud surge la Ikurriña al viento. Bueno, no, es la Caracol y recordamos que está llena. Cuesta respirar siquiera. Pero imaginemos que existe el aire y que la Ikurriña, de hecho, ondea.

Hacia la mitad del concierto el momento íntimo de la noche viene de la mano de Olatu Bat. La guitarra acústica aparece como Una Ola, te hace sentir envuelto en la cama que crean para tus oídos esas seis cuerdas, mientras la voz te arropa con su mensaje y el humo del violín te acaricia para que duermas tranquilo. Emocionante. Bonito, como notar el destello del flash de tu compañero, y saber que parte de este momento ya es inmortal. Acto seguido y para gran contraste (acertado), su sonido adquiere tintes discotequeros para versionar Flying Free. Muy animado, nos hizo sentir en uno de esos lugares de los 90 a los que ni nos dejaban entrar, ni queríamos hacerlo. Continúan sin tregua y no nos hacen esperar más, llega Aldapan Gora. Probablemente su tema más conocido, videoclip con el que me topé hace ya tiempo curioseando por YouTube y con el que me enteré de que existían, y que según Wikipedia es el más visto de la historia del euskera. A día de hoy, más de 8,6 millones reproducciones (no he contado cuantas tienen los demás videoclips que existen en euskera, pero 8,6 millones son unas cuantas).

  
Huntza
 

La recta final transcurriría sin un respiro: palmas, aplausos, “lolololos” en Buruz Hera. Homenaje “para las que estamos en los escenarios” con Zer Izan, otra de mis preferidas. Muy conocida por su implicación en la huelga feminista del pasado 2018, en su versión original cuenta con las colaboraciones de las chicas de Mafalda y Tremenda Jauría, cuyas voces escuchamos secuenciadas en directo, pese a no poder contar con su presencia. Originalidad, diversidad, y para gustos los colores. Penúltima caería Lasai Lasai, single y videoclip de Xilema. Adecuada para soltarnos un poquito las riendas, Despacio, despacio, apurar el mini (precios de ricos para bolsillos proletarios) y terminar de aterrizar.

 “¡Qué valiente eres haciendo una crónica de grupos que cantan en euskera y en catalán!” Me decía una amiga, bilbaína. “La música es un lenguaje universal” Le contesté yo, algo pretencioso. Sin embargo, acabé el concierto encantado de presenciar un sold out de un concierto folk, reivindicativo, feminista y multicultural. A más de un trifálico le habría amargado ver tan sano espectáculo en el corazón de su nación. Un motivo más, y poderoso, para disfrutar del final de la noche, pienso mientras la multitud se dispersa y queda vacía la Caracol. Un espacio más desocupado, pero mucho menos libre.

O más bien, la noche no había hecho más que comenzar.

  
Huntza
 
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Roba Estesa - Huntza
 
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