Introducción:
María Gómez // Fotos: Jorge Palacios
No
hay nada tan paradójico como ir a una fiesta
funeral. Normalmente las caras de tristeza
abundan en este tipo de eventos. Cuando alguien
muere nos queda un sabor agri-dulce. Agrio porque
ya no podremos compartir más vivencias e
ilusiones con el fallecido y dulce porque en el
fondo sabemos que el dolor nace de un profundo amor
y complicidad.
En esta ocasión el funeral
era por el final de una forma de expresión
y comunicación. Y aunque la pena invadía
un poco a todos porque muchas perspectivas y ambiciones
habían llegado a su fin. Teníamos
la alegría de unas actuaciones que daban
forma a la lucha de Pititako
Irratia, y también sabíamos
que, a pesar de todo, la lucha y la información
continuaban de diferentes formas.