¡Versatilidad inteligente!
 
Si la música nos hace sentir, nos hace olvidar y soñar es gracias en parte a discos como el que os hablar a continuación "La Sed Del Fuego", el tercer disco de estudio de los arrasatearrak, La banda del Abuelo; pasajes de un lirismo muy intenso y un brío rítmico casi incesante, frecuentes recorridos por melodías imposibles de describir con palabras e intensificadas por transiciones repentinas de exquisita elegancia y refinamiento que explotan el contraste melódico. No se trata de un disco del todo rupturista pero en él se escribe otro nuevo capítulo que acerca al grupo, cada vez más, a un culto que les va a costar soltarse. Si de algo pueden sentirse orgullosos es de reinventarse con cada ofrenda, de no arrugarse en ningún momento y "La Sed Del Fuego" es otro evidente ejemplo de su constatada evolución, una óptima combinación de ambientes de corte intimista con momentos de gran vitalidad y poderoso denuedo rítmico, logrando que el disco fluya sin atisbo alguno de inapetencia.
 
Una música que no busca salidas frontales, tan sólo una área de servicio en donde hacer llegar a los oyentes los sentimientos expresados por medio de un voz que más que cantar, reclama, susurra y pide a gritos ser escuchada y una instrumentación más orgánica, ágil y escurridiza. Un disco cocinado a fuego lento, nada epatante a primera vista, de lenta asimilación pero cuyas recompensas se van haciendo evidentes conforme perlas como el single "Culo de luciérnaga", inmejorable retrato de alma desnuda junto al poeta Kutxi Romero (Marea), sonidos típicos de la sabana australiana, a cargo de un aerófono ancestral utilizado por los aborígenes australianos (Didjeridoo) en "Herman@rbol" como ambientaciones hipnóticas ("La Sed Del Fuego"), pasando por efluvios hard rockeros, con tintes psicodélicos y de matices riquísimos de espectros tan amplios que sería dificultoso detallar (Entre otros la gaita irlandesa o el violonchelo) en "Sua", "Giltzapeko Bihotzak"... y sabrosas gotas de blues-rock, "Basurde Bat Daramagu", "Democracia Far West", en esta última aportando su granito de arena Antonio (Yeska), consiguen ponerte a dar vueltas alrededor de la luna sin tener que tomarte ninguna sustancia ilegal.
 
Una combinación que da como resultado un loable desmarque de las corrientes imperantes situándolos en un lugar de difícil clasificación. Un campo abonado para la indeterminación, pues muy por encima de su divagación por varios territorios musicales, subyace siempre ese formato de Spaghetti Rock con ganas de querer ir unas vueltas más allá. El binomio junto al poeta Sor Kampana en varios temas vuelve a brillar con luz propia, una combinación perfecta que logra hacernos ver el lado bello de la melancolía, la tristeza o la soledad del individuo. Son la prueba palpable que en Euskal Herria se estaba cociendo algo con alma propia que sin duda alguna sería una pena que lo siguieras pasando por alto. Su libertad creativa es precisamente el elemento que les puede llevar lejos, muy lejos.

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