Mucho tiempo ha pasado desde aquel primer disco, desde ese "
Que se callen los profetas", en el que descubrimos a Albertucho y nos dejó huella para siempre, y es que canciones como "El pisito" dejan un recuerdo imborrable y supusieron el comienzo de una gran historia.
Ahora, ocho años después, vividos con el ritmo de un disco cada dos años, el artista sevillano nos deja con una nueva colección de canciones que son capaces de devolverle la sonrisa hasta a aquel que se halle sumido en la más profunda de las depresiones. No hay más que dejar que te embauquen los primeros segundos de este "
AlegrÃa!", con su tema homónimo como aperitivo, para que te salga una instantánea sonrisa de los labios y para saber que el buen rollo, el optimismo y la esperanza van a inundar toda y cada una de las once canciones.
En esta ocasión
Alberto Romero ha incluido en la instrumentación de las composiciones el aporte del banjo, el dobro el ukelele, la guitarra barÃtono, el teclado, las guitarras acústicas y eléctricas, además de los imprescindibles bajo, obra y gracia de Flaco barral, y baterÃa, contribución de Jesús Pedrote.
Poco o nada malo se puede decir de este disco tan genial, y es que es una auténtica obra de arte sin remilgos y sin concesiones. La música es como estar en el paraÃso y nos azota los oÃdos con su variedad y plasticidad, consiguiendo un trabajo con multitud de matices y colores. Y a esta estupenda complejidad le tenemos que unir unas letras que son como para imprimirlas y empapelar una casa entera. Vivencias cercanas, cotidianas, intimistas y surgidas de las entrañas que invitan a reflexionar y a sacar el lado más humano que todos tenemos dentro, un aspecto del que a veces desgraciadamente nos olvidamos.
Y probablemente sea eso lo que más conquista de esta "
AlegrÃa!", es un trabajo que derrocha sinceridad y autenticidad a partes iguales. Algo en lo que se nota que Albertucho se ha dejado el alma y la piel. Y asà con el corazón en un puño nos habla de lo bueno que serÃa ir por la vida sin prisas y sin tiempos marcados, de lo materialistas que nos hemos vuelto, de la de preocupaciones que nos quitarÃamos si no poseyésemos sólo dinero, del desamor o del sufrimiento y de la tortura taurina.
A todo esto le unimos unos estribillos pegadizos y los aires sureños y del oeste de "Mi compadre" o "Él no murió" y surge una combinación mágica y difÃcil de quitarse de la cabeza.
El único "pero" que le puedo poner al disco es que pasa demasiado rápido y te obliga a devorarlo entero otra vez. Algo que actualmente resulta complicado de decir, y es que suele ser habitual encontrar en otros trabajos temas de relleno que no aportan nada. Pero este no es el caso, y buena muestra de ello son canciones como "AlegrÃa", "Deja de mandar", "Vida sin reloj" o "
Mi reloj".
El señor
Alberto Romero y todos los músicos que le acompañan han conseguido devolverme la sonrisa y la eterna alegrÃa que supone el saber que todavÃa queda gente en la que confiar, que todavÃa quedan esperanzas en esto de la música y un presente prometedor. Este es un claro grito para aquellos a los que se les llena la boca diciendo sandeces, para aquellos que viven con el pensamiento recurrente de la mediocridad y la falta de calidad de la música actual.
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