¡Oscuridad opresiva!
 
Desde tiempos remotos el hombre se ha enfrentado al problema de vencer sus propios demonios interiores, no dejarse llevar por sus instintos más primarios y deplorables ni arrastrarse por la atracción poderosa de la oscuridad donde la sangre podría convertirse en la guía para sus instintos. En su nueva obra, "El Anochecer", los asturianos Sound Os Silence rinden oblación a la desolación espiritual (oscuridad del ánima) y a esa especie de maldad que nos impulsa a herir a aquellas personas que apreciamos o en quienes justificamos nuestros sentimientos negativos, altos niveles de violencia sonora que te dejarán con el corazón a dos dedos de la boca. Contundencia expectorada bajo una ligera innovación musical dentro de su estilo, una profundización superior en sus propias posibilidades que da como resultado un disco brillante en lo musical y entretenido en los textos, destinado a satisfacer a un público cada vez más amplio, en base a precisas gotas de imaginación, de esas que escasean en las cosechas de otros grupos aquejados de sequía artística, pasajes ambientales y riffs de guitarras mucho más heavies que sumados a unas bases rítmicas muy marcadas y perfectamente sincopadas mediante unas voces guturales que desgarran el tejido humano, van desatando sensaciones de intensa paranoia y estremecimiento.
 
Un evangelio de ultratumba, espíritus inmundos y demonios que yacen en la oscuridad, la lucha entre el bien y el mal en el alma humana, por la supremacía, por ver quien gobernará el control del cuerpo, el poder del lado oscuro y el reino del imposible olvido. Cada tema es un mundo, con sus atmósferas, su vida y desarrollos propios, "Un Nuevo Anochecer", una pieza aplastante, de profundidad casi abismal, un descenso hacia el fondo de una fosa de las marinas llena de peces translucidos de afilada dentadura, "Tronos Sobre Cráneos" y "Una Lapida Sin Cementos" descargas de agresividad a la que nos tenían acostumbrados en el pasado, corrosivas como el ácido sulfúrico, de innegable valor, bien plagadas de delirantes efectismos . Por consiguiente, en otros como: "7 veces" y "En Nombre Del Honor" observamos un mayor abastecimiento de ambientaciones en las bases rítmicas limpias junto a un ápice de contemporaneidad, buscando causar cierta conmoción orgásmica.
 
El disco avanza, creando adicción con extrema facilidad y cuando lo has escuchado unas cuantas veces, la mayoría de los títulos ya los tienes clavados en tu cabeza y eso es algo de lo que no pueden presumir muchos de los grupos de brutal factoría metálica o acelerado death metal, de la actualidad. Todo ello a que han decidido escapar hacia delante para evitar un encajonamiento que podría significar su muerte creativa, con matices sonoros que los hacen más interesantes que algunos de sus compañeros de generación y el refuerzo a cargo de determinados músicos, Simón García (Legacy Of Brutality) a la voces en el corte "No Hay Muerte Sin Vida" y el inigualable Pablo García (Warcry) con uno de esos solos de guitarra que marcan historia en "Dejate Guiar", abasteciendo al tema en sí, de un aura misteriosa.
 
No se trata de un disco del todo rupturista pero en él se escribe otro nuevo capítulo que les va acercando, cada vez más, a un culto que les va a costar soltarse. Una hercúlea inducción al espíritu de posesión de si mismo, por medio de resonancias mefistofélicas.

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