El tiempo no se olvida... de los bizkainos Kartzarot.
Una de esas bandas que recordamos desde que éramos adolescentes, les descubrimos cuando lanzaron aquella maqueta junto a The Trasten Traste o Fosa y de verles en directo en más de una ocasión allá por el año 1995.
Hace unos años regresaron a los escenarios y editaron una recopilación de sus maquetas bajo el sello madrileño Iberia Metalica, y ahora vuelven con un nuevo disco compuesto por siete canciones bajo el título de "Arima es da Galtzen" (El Alma no se pierde), consiguiendo recordar las emociones ocultas y relatos dramáticos de todo lo que nos rodea.
Letras con personalidad que nos hablan, entre muchas cosas, de los fatídicos deshaucios "Stop Kaleratzeak", donde las guitarras apuntalan el momento, también del drama de los niños de Somalia, Argelia o Colombia, que les falta comida para crecer tienen frío y sed que les conducen a la muerte, un olvido por parte de organismos y políticas internacionales.
Un trabajo donde las melodías tienen carga emocional en casi todas las canciones, un fuerte acercamiento al factor más humano con un claro ejercicio de superación y aprendizaje, todo, con esos sonidos de hard rock que recorre los medios tiempos y recobran el pulso en nuevas notas cantadas en euskera.
"Patakon" inicia el disco con buen gusto, una particular visión de trágicas historias donde madres e hijos luchan por la vida para no caer en las drogas o episodios de carcel, un tema superado en riffs con contrastes de odio y justicia.
Este disco ha contado con las colaboraciones de Aiora Rentería de Zea Mays y Rafa Rueda de Pilt auténticos músicos que dotan a las interpretaciones de sensaciones únicas e irrepetibles. El tema elegido es "Sehaska Kanta", una ofrenda al sentimiento de los padres en guitar con libertad y criterio a sus hijos. Luego pasamos al corte más reivindicativo del disco, "Zazpiak Bateginik" que aboga por la unión de Euskadi con sus siete capitales.
"Zure Deia Watsapean" es una preciosa balada que recuerda el paso del tiempo y lo emotivo que era recibir cartas o mensajes humanos, y no caer en este tiempo tecnológico como es utilizar las redes sociales o el watsap.
El tiempo avanza pero Kartzarot madura como los buenos vinos, llegando a ser un gran reserva.