Me resulta tremendamente complicado pasar a relatar lo que supone este nuevo trabajo de Luter. Este "333" que ahora tengo entre las manos, con delicadeza, con cuidado, con el mimo que se merece una criatura que acaba de nacer, que permanece inmóvil, pero que es tan frágil que da pánico que le pueda pasar cualquier cosa. La responsabilidad es tremenda, aún a sabiendas de que "333" posee la misma fortaleza que un ejército de 1000 hombres. Creo que pocas palabras pueden hacerle justicia a una obra como esta.
Empezaré por lo más genérico, para ir adentrándome poco a poco en estas 10 nuevas canciones. La atmósfera general es mucho más dinámica, entusiasta y alegre que en el anterior disco. Aunque sensaciones positivas y otras más tristes ya no sólo se preceden, si no que se dan la mano, se entremezclan, se combinan en algo que podía ser el resumen de la vida misma. Pero debemos tener presente que hay canciones como "Hagamos que pase", "Veterano de Vietnam" o "No hay quién me gobierne", que a priori parecen más esperanzadoras y positivas.
También destaca este disco por merecerse un sobresaliente en cuanto al aspecto físico. La portada, la contraportada, las fotos, las ilustraciones... Es envidiable la simbiosis del trabajo de toda la gente que lo ha hecho posible, de todas esas personas que han creado cada uno algo y que lo han puesto en común. El diseño gráfico, la web y las ilustraciones han sido factibles gracias a Raúl Bellete, y las fotografías son obra del propio Luter, de Fernando Lezaun, de África Egido y también de Rubén G. Herrera. ¡¡Excelente labor la de todos!!.
Tampoco se podía quedar atrás el trabajo en cuanto a sonido, mezcla, masterización y demás. No esperábamos menos de Luter y de su banda (Roberto Aracil, Edu Martínez y Mirko Vidoz). Como suelo decir siempre, lo bien hecho, bien parece. Y en este sentido, el trabajo del maestro Kolibrí Díaz (grabación, mezcla y producción) en los Estudios Sonido R-5 es envidiable. La masterización de Juan Hidalgo tampoco se queda atrás.
La música de este "333" es sobrecogedora y brutalmente apabullante, que no ensordecedora. Pero al escuchar esas canciones uno piensa en que le gustaría ser capaz de hacer algo así, el sentimiento de envidia queda a flor de piel. La calidad de los músicos que acompañan a Luter y el aporte de los colaboradores es sorprendentemente exquisito. Para la ocasión comparten su arte: Gorka Pastor al hammond, Mikel Alustiza al acordeón, Juanito Lorente a la guitarra, Rubén Fernández-Soto y Arantza Mendoza a los coros, Álvaro Díaz al trombón, Aitor Bengoa al saxo tenor y Beatriz Díaz a la trompeta. No incluyo los temas en los que colabora cada uno por no saturar y para dejarlo como sorpresa para el oyente.
¿Y las letras?. Pues las letras, como no podía ser de otra forma, también son como para quitarse el sombrero. Pura poesía del Siglo XXI, magia que se consigue conjugando muy bien palabras y sentimientos. Frases que empapan el corazón hasta convertirlo en nada, hasta hacerlo añicos casi imposibles de recoger del suelo. Frases como: "Tengo de todo, no quiero nada más que verte cada mañana despertar conmigo", "Ya verás como siempre hay cien verdades que explicar", "Voy buscando atracar en un puerto de abrazos, pero he perdido el mar", "¿Para qué llorar si lo que importa es el tiempo?" o "Tuve el valor de equivocarme cuando los dioses hicieron mudanza".
Cuando una se encuentra ante una obra como este "333" de Luter, se siente realmente pequeña en la inmensidad de un mundo gigante. Y también se siente envidia, sí ya lo he dicho, pero realmente me da mucha envidia que haya personas capaces de crear algo como esto.