Con una gran ilusión nos acercamos al Black Bird para ver a Dikers. Y sí, digo ilusión porque esta banda es una de esas que nos emociona y que hemos tenido siempre presente aunque no hayan sido muchas las veces que les hayamos visto en directo. Pero sinceramente, eso le da un mayor aliciente a la cuestión.

Y parece ser que este grupo también despierta sentimientos muy positivos en el público y en los cántabros, porque éramos bastantes los que esperábamos impacientes a que estos tres artistas comenzaran a sorprendernos sacando los conejos de la chistera y haciendo desaparecer la realidad de alrededor para cubrir la noche con un manto de magia, con muchas emociones y buenas sensaciones.

Si bien es verdad que musicalmente yo ando alejada de sus últimos discos, los tres primeros los escuché hasta la saciedad (el último no me ha dado tiempo) y llegué a un punto y a un nivel que podía considerarse como preocupante, pero era algo propio de todo lo que me aportaba esta banda y del frescor que suponían para mis oídos y para mi vida. Les tengo muchísimo cariño y respeto porque fue de aquellos grupos con los que empecé a descubrir todo lo que ahora llena la mayor parte de mis días. En todo caso, no hace falta saberse la discografía completa de un grupo para que te gusten y para saldar cuentas pendientes y hacerse una idea de esos temas más recientes.

Aquella noche fue muy especial y vimos a unos Dikers entregados sobre el escenario, pasándoselo muy bien y con una acogida por parte del público espectacular, no había una canción que los allí presentes no coreasen a grito pelao como si aquello fuese una cuestión de vida o muerte, como si imaginasen que nunca les iban a ver de nuevo en directo, como si fuese un concierto de despedida, con una intensidad propia del que se entrega ante algo sin concesiones y sin importarle nada más.

Y hablando de intensidad, tal vez esa sería la mejor palabra para definir lo que nos mostraron aquella noche los Dikers. Y como ya he comentado la respuesta de la gente fue en total consonancia. Me sorprendió ver las caras de emoción de los presentes en las baladas y la fuerza y energía con las que el grupo supo defenderlas y mostrárnoslas. A mí personalmente este tipo de temas no es que me llamen demasiado la atención en directo, con ninguna banda en particular, pero aquella noche me tuve que quitar el sombrero ante canciones como “Casi nunca llueve” o “Ronco invierno”.

Las horas pasaron volando en la presentación de este nuevo “Casi nunca llueve”, del que nos dejaron en directo sus seis primeros temas. Así para ir abriendo boca nos deleitaron con los dos que abren esta última obra, “Absurda realidad” y “Corazón de trapo”. Para continuar también con los dos primeros, pero en esta ocasión de su particular “Carrusel”, y que son como todos bien sabemos “Al azar” y “El cepo”.

De repente los minutos se aceleraron para devolvernos al pasado de la mano de la genial “Aprender a desconfiar”, “Si tú te vas” y “Nadie”. Y así continuaron mezclando esas canciones que tienen más de una década con las más actuales.

Personalmente me impactaron muchísimo esos temas en los que expresaban la pura energía de que había que darle gas a la vida, que te preguntaban que a qué esperabas, y que expresaban que su nombre se escribía sin “c”, así que me quedo con “No me importa” y “Mi sucio corazón”.
Tampoco faltó la incursión de algunos recuerdos de “Las noches que me inventé”, dejándonos entre otras “De narices” y “Ronco invierno”.

Después de un concierto apabullante y muy pero que muy intenso, pusieron el broche final las míticas “Dale gas”,  en la que les acompañó a la voz Bubu, cantante de Balance de daños, banda muy prometedora, que interpretó la perfección esta canción arropado con la camiseta de otros grandes de Cantabria, Poetas de Botella. Y la penúltima que escuchamos en aquella ocasión fue “Tengo un plan”.

Pero no estaba todo el pescado vendido y después de que el público corease unas cuantas veces a Iker “no se sabe una de su padre”, el punto álgido y final de la noche y la explosión de rock llegó con el cover de “Esta es una noche de Rock & Roll” de los geniales, insustituibles e irrepetibles Barricada.

La verdad es que el ambiente fue tan mágico que sobran (o faltan más bien) las palabras para definirlo, pocas veces he visto al público cántabro tan entregado, y eso al final hace que te contagies y que te lo acabes pasando aún mucho mejor. Fue un auténtico placer estar allí aquella noche y disfrutar de la música de Dikers y del ambientazo que inundó la sala.