COLABORACIONES
 Crónica
 
Motociclón + Porco Bravo
  01/06/2013     
  Mikel García     
  Karlos García
  Kafe Antzokia, Bilbao, Bizkaia
www.insonoro.com

¡La búsqueda del tesoro!

Como hace ya demasiado tiempo que el rock divaga sin un rumbo fijo, atrapado en un laberinto sin salida, en lo concerniente a imaginación y creatividad, los que lo amamos y adoramos profundamente, nos vemos embarcados en un singular juego de búsqueda del tesoro, encontrar bandas que, al menos recreen con gracia y más o menos talento lo que se hacía cuarenta años atrás, el espíritu animal del rock n' roll, un recorrido de distorsión valvular y ritmo frenético, donde cada una de las notas sean tocadas como si les fuera la vida en ello, una verdadera misa pagana donde poder pulgar nuestros pecados al mismo tiempo que cometemos otros nuevos, una invitación amistosa a corrernos la juerga padre y acabar vacíos de energía, con la sensación de tener alas en vez de pies y que hay muchas cosas que valen la pena en esta vida tan sacrificada y dura que nos ha tocado vivir. 

El pasado 1 de junio acaeció un fenómeno natural que los informativos pasaron completamente por alto. Se trato de una ciclogénesis explosiva llamada Porcociclón que superó todos los pronósticos optimistas de electricidad y salvajismo, dinamismos efusivos y explosivos, procedentes de la unión de fuerzas entre los barakaldeses Porco Bravo y los vallecanos Motociclón, nacida del ocurrente planteamiento conjunto de obsequiar, a sus seguidores, un EP de 4 temas “Porcociclón”, en los que cada banda rinda tributo a la otra, por medio de dos versiones y que ese día presentaban oficialmente en sociedad, no hubieran llegado a tiempo las copias físicas.

  
Ambiente
 

Si hiciésemos un hipotético ranking de expedientes X sucedidos en el mundo de la música durante estos últimos años, el de los vallecanos Motociclón tendría un lugar de honor en las listas. Curtidos en mil batallas en el undeground desde el 2004 y con la edición de aquel impecable "Himnos de Extrarradio”, estaban en todas las quinielas para ser uno de los grupos del momento.

El punk-rock de crudo sonido estaba mejor aceptado que nunca y su manera particular de verlo, jevimetalizándolo, le daba un enfoque nuevo para el gran público. Pero el éxito de la banda se quedó en un montón de críticas inmejorables y en la unanimidad de que eran una de las mejores bandas sobre un escenario y así siguieron, grabando buenos discos, con una honestidad por los cuatro costados pero sin llegar a rozar nunca las mieles del éxito. Hace unos meses atrás decidían concluir su carrera y no acabar convertidos en una versión pastrucera de ellos mismos, tras nueve años dando guerra sobre los escenarios, no sin antes llevar a cabo su última gira "Autoinmolación”, la cual se daba inicio esa misma noche. Es tal el cariño y aprecio que se les tiene en nuestra tierra que muchos no quisieron perderse la primera de las dos despedidas que brindarán a todos sus seguidores vascos (el 21 de septiembre en el Gaztetxe de Arrasate (Gipuzkoa) con Discípulos de Dionisos y Aulladores)

Hacer las cosas con espontaneidad y naturalidad permite ofrecer la esencia de uno mismo, sin tener que exhibirse artificialmente en búsqueda de falsos elogios, y este buen ejemplo, es el que mejor predican Motociclón, a ellos les funciona a la perfección lo elemental, actitud, imagen y provocación.

Una postura en vivo que no solamente se atrinchera en una particular apariencia chulesca y jocosa sino también en un espectáculo vibrante, cargado de jerga teatral a cargo del inigualable Robertez, una fina disección humorística, formal y metódicamente válida, siempre prestado a captar cualquier situación de la que extraer todo una historia, de las muchas que acontecen a diario y que, la mayoría, posiblemente no le prestamos más de cinco segundos; a fin de lograr que su ingenioso heavy-punk irradie en alto rendimiento, corpulencia y convencimiento. Un recital sonoro de pura adrenalina eléctrica y rockera, de sonidos autóctonos y genuinos, bajo una desbordante personalidad.

  
Motociclón
 

Lo que ofrecieron esa noche en un casi abarrotado Kafe Antzoki fue un destripamiento de todo cliché punk rockero habitual en medio de un maremágnum de melodías desgarradoras que confluían en pasajes enérgicos y estribillos intensos, empezando con canciones llenas de sentimiento y poderío, las cuales nos despertaban el lado más primitivo del rock, “Compadre”, “Poblao Calé On Fire” o “Los Listos”, seguidas de otras en las que iban auto parodiándose lo suficiente para resultar realmente divertidos “Soy Un Mutante Del Rock”, “Comiéndote el Ojal en un 127 Abandonao” o “Air Guitar (Guitarras Del Rock), en la que Robertez subido en una caja de cervezas vacía, colocada entre la concurrencia, fue desatando el jolgorio de todos sus secuaces; y sin olvidarse de interpretar algunos de sus pildorazos corrosivos “Warriors”, “El Pico”, “Crapulismo”, “Mi barrio 1983” y “Bocachanclas”, dando fe que cuentan con tantos emblemáticos himnos, por metro cuadrado, como el que más.

Un recorrido policromático y ardiente a su corta discografía, aglutinando todas esas innatas y adquiridas cualidades que les ha conferido la condición de auténticos en su especie, diferenciándoles notablemente de aquellos que juegan a ser estrellas de rock, músicos de pacotilla que llevan a cabo todas las noches una representación abstracta, una imagen de esa vida sin el más puro sentimiento, fruto de su afán de conseguir el éxito a cualquier precio.

  
Motociclón
 

El tener la fortuna de presenciar un concierto de los barakaldeses Porco Bravo condiciona a que te levantes al día siguiente con una cara de absoluta satisfacción aunque no mantengas aún el ritmo cardíaco estable como consecuencia de toda la intensidad vivida, arrojándote agua fría para intentar procesar si lo vivido la noche anterior fue real o más bien se ha tratado de una mala jugada del inconsciente.

Al final no tienes dudas, ha sido real aunque parezcan de otro mundo, y es que no vale con teñirse el pelo, cubrirse de maquillaje y tatuajes o escupir sin sentido para llegar a la gente, hay que creérselo primero, con insistencia y humildad, bajo un fundamento primordial , “Sin actitud no hay rock n' roll”. Músicos que elevan a la milésima toda la grandeza e inmediatez sonora que hacen gala en sus discos de estudio, de un estilo personal muy definido, hercúleo y sin concesiones, arrebatadoras melodías, guitarras distorsionadas y un rock en su más pura esencia, salvaje y gamberro, todo ello cargado de una indomable actitud, a tope de revoluciones y una consistencia compacta soberbia, animales salvajes en cautividad, dando rienda suelta a su efervescente imaginación escénica, envolviendo al escenario de un aura especial, provocación para el espasmo arterial, una clarividencia, más allá de los sentidos, de entender y vivir el Rock & Roll.

Un sonido poderoso acompañado de un juego de luces cuidado y efectivo y una sala-anfiteatro que se veía espectacular presagiaban uno de esos conciertos que te mantiene con una sonrisa permanente en la cara durante al menos un par de días. Había ganas de fiesta, y muchas y los Porco Bravo no defraudaron, a piñón se merendaron un repertorio magnífico, a ritmo turbopropulsor, manteniendo el hacha de guerra en alto, acordes vibrantes que profundizaban en la tradición subterránea y que procedían a hacer de su sonido un bloque de hormigón indestructible.

Los que no repitieron se perdieron una descarga rockera que hasta la fecha podemos decir que fue la exhibición más apabullante que les hayamos visto realizar. Mucho ayudó las características de la sala y la dotación por parte de su alma mater, Manu “el Gallego”, de una mayor imprevisibilidad al recital, consiguiendo que el público siguiese el desarrollo del mismo, sin apenas pestañear para no perderse ningún momento memorable, al mismo tiempo que reivindicaba un lugar en el limbo de los dioses estatales, que si siguen así, no se les debería negar y es que toda la amabilidad que transmiten fuera del escenario se convierte en mala hostia a la que se cuelgan los instrumentos.

Como unidos por un cordón umbilical, el entendimiento de los músicos fue brutal, creando una química que envolvía desde el primer segundo y un devastador sonido amplificado, mucho más desgarrador, el cual ayudaba a suministrar al show un talante más catártico y adrenalínico.

  
Porco Bravo
 

El conjunto repartió efusivos golpes de ritmo, forcejaron las guitarras y también las puntearon con conocimiento, cogiendo el pulso al concierto desde el primer instante con los acordes sulfúricos de “El Cazador” y la pendenciera “Lasciva”, en donde se sumó por primera vez Robertez, activándole con su desparpajo una mayor bizarría, comparable a un tren con las ruedas chirriando y a punto de salirse del a vía.

Hay pocos grupos en la actualidad que con tan sólo tocar unas pocas notas de su repertorio, la gente las reconozca al instante y enloquezca, como así fueron “Motel”, “He Matado A Dios” o “La Piara”, una triada de esas que quitan el hipo, abundante compadreo con el respetable “¿Estáis cachondas?” y las habituales peripecias de su vocalista, saltos espectaculares y algún que otro arrojamiento violento con las rodillas ligeramente flexionadas al suelo, sin renunciar tampoco al numerito de graparse unas hojas en el pecho para posteriormente prenderlas fuego. No resultaba absolutamente chocante que el recital estuviese discurriendo por términos apoteósicos, dada que la tremenda y sacrificada entrega de los músicos no revelaba trampa oculta alguna, sino todo lo contrario, honestidad y dedicación sin artificios, similar a uno de esos buenos compañeros de ruta, con los que no te importaría hacerte muchos kilómetros.

El público, como si Manu fuera un pastor evangelista que transmite la voz del altísimo, se entregó a sus órdenes, enzarzándose junto a él en un tremendo pogo, en “Bitxo Raro”, llevándole en volandas tras haberse atrevido a recorrer el palco de la sala y lanzarse desde una altura considerable en “Donante” o castigando sus espaldas para que simulase estar en el agua surfeando al más puro de los grandes de dicho deporte de riesgo, manteniendo el equilibrio sobre la tabla; mientras cantaba con absoluta convicción uno de sus desencadenantes himnos de delirio colectivo, “Eléctrica Actitud”, una unión de cuerpos, en toda regla.

Una exposición que iba progresivamente aumentado de biorritmos y acorralándonos en un callejón sin salida, cuya única escapatoria estribaba en dejarse contagiar por alguno de los numerosos ataques y vehemencia como “Sin Ti”, en donde el vocalista arriesga su trasero, colocándose una bengala y prendiéndola velozmente mientras la guitarras de sus compañeros también echan chispas de su mástiles o desinhibirse ante la consistencia y el alto nivel alcanzado en algunas otras como “Deja Vu”, dedicada a todos los bares que están chapando y en la que de nuevo Robertez salió a escena, a hacer las delicias del respetable, encomendándose en labores armónicas, los efluvios guitarreros de “No Hay Nada” y aquellas con trasfondo subterráneo que marcan una prominente distinción, profesando un conocimiento y una libertad que los eleva por encima de aquellos falsificadores que venden canciones como quien vende pilas en el metro, la de punteos inquietos, “Puto Amor” y rebeldía cotidiana frente al poder, “Di que No” , previa invitación a un conocido del público, que subiese e hiciese público su casamiento, reservándose para más adelante una versión casi irreconocible del “Yumas Pisando Pijos” (Motociclón) que, por supuesto, viene incluida en el “Porcociclón” y la intransigente “Puto Amor”  que acabó por deslumbrar y convencer al más escéptico de la sala, gracias al truco de pedir al público que se agachará y saltase al son de un oportuno aviso suyo.

Con formaciones como ésta es cuando el rock & roll encuentra nuevos caminos, y no a través de aquellos que se apropian, por la jeta, de elementos ajenos para sacar provecho de ello, sin sentimiento alguno, cayendo con el paso del años en una considerable ignominia, a consecuencia de cometer una y otra vez el error de pecar en una sobre-actuación exagerada o fingimiento desmesurado, de escaso apasionamiento cegador parecido a esos productos comerciales estériles que entran y salen de nuestras orejas sin dejar ningún tipo de mella. Pero ya todos sabemos a estas alturas cómo funciona el mercado...

  
Porco Bravo
 
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Motociclón - Porco Bravo
 
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