No se puede pedir más peras al olmo, con demasiada facilidad menospreciamos la calidad de la escena musical emergente de nuestro país y lo curioso es que a menudo, inconscientemente, mientras pagamos precios desorbitados por acudir a un concierto por ejemplo de Europe, Scorpions, AC/DC o nos dejamos seducir por una espectacular campaña de markentig la cual estupendamente disfraza el pobre discurso de alguno de esos que se creen ser los salvadores del rock.
Esa noche no iba ser una excepción, solamente cuarenta personas se dieron cita para presenciar "in situ" la última de las semifinales de tal prestigioso concurso y cerciorarse de la urgencia del relevo generacional, en la imperiosa oportunidad que se merecen las nuevas generaciones al estar pegando fuerte en cuanto a ideas renovadas y frescas . La banda ganadora del Oviedo Rock del pasado año, Get In Tribal, fue la encargada de abrir las hostilidades con un metal post-moderno, libre de influencias de aquellas bandas metálicas con chándal de diseño y sin perder nunca la crudeza y actitud de un sonido propio. Los navarros Allowance dejaron constancia de que ellos son dueños y señores de su propio destino mediante exhibiciones instrumentales que iban bordando lo imposible y dando mayor corpulencia en conjunto a sus contundentes bases rítmicas y la voz melódica de su cantante que sobrevolaba por encima de todo el espectro.
Tanto la puesta en escena como los argumentos musicales de los catalanes Dredd resultaron mucho más convincentes, un groove metal de alta potencia, escapando de toda semejanza a un producto de puzzle de laboratorio, con una actitud decidida que defendía el contenido, sin señales de cobardía y buenas expectativas.
Los asturianos Soldier canalizaron en sus veinte minutos reglamentarios todas sus inquietudes en un lenguaje de puro thrash metal, riffs de guitarra agresivos, absoluta precisión, un puntito de melodía y mucha mala hostia, logrando que sus trallazos sonoros resonasen con una fuerza aplastante y no como un simple ejercicio de frivolidad.
Sus compadres Dáedrica revelaron su habilidad para reproducir a la perfección parte del contenido de su álbum debut, con seguridad y contundencia sobre el escenario, a cargo de una imagen plenamente coherente con su satanismo compositivo y una absoluta compenetración entre ellos, gruñidos guturales bañados en una deslumbrante tonalidad macabra.
Por su parte, los bilbaínos Incursed optaron por potenciar el carisma necesario para activar el interés de aquellos que todavía no habían tenido la suerte de disfrutar con su Folk Pagano y Viking Metal.
Los gasteiztarras Childrain, en su papel de banda invitada, se encontraron a una comunidad metálica entregada y dispuesta a desinhibirse y disfrutar sin límites con su aniquiladora amalgama de metalcore melódico y death metal, comandados siempre por un Iñigo que hipnotiza con esa agresividad contenida que rezuma, ese aspecto de animal enjaulado y una fortaleza a la que pocos pueden aspirar. Tras ellos, el acto de proclamación de los tres nuevos finalistas, cuyos galardones fueron a caer en manos de Dredd, Allowance y Dark Code