Cerca de cinco meses esperando la fecha, grabada a fuego en mi calendario de conciertos y repetida casi como un mantra: Sonata Arctica el domingo 5 de marzo en Madrid. Y es que a pesar de ser uno de mis grupos favoritos sólo les he logrado ver en directo una vez, y fue hace casi diez años. No es de extrañar que tuviera la misma ferviente ilusión por el reencuentro que una adolescente ante su primer concierto de One Direction (o de Napalm Death).
Como sabes, su visita se debe a la presentación de "The Ninth Hour", su último álbum de estudio editado en octubre de 2016. Desde entonces hemos tenido el tiempo justo para extraer casi toda la esencia del disco, ya que los trabajos de la banda suelen ser de asimilación lenta, preciosistas y llenos de niveles de escucha; a veces difíciles de digerir pero casi siempre satisfactorios. Quizás estés de acuerdo conmigo en que "The Ninth Hour" es más introspectivo, lento y melódico si cabe que sus predecesores, debido a ello también guardaba cierto escepticismo sobre la selección de temas para el concierto.
Pero dejemos de teorizar y vayamos al grano. Los finlandeses venían en buena compañía, concretamente con Striker y Triosphere. Los primeros son una banda canadiense con un estilo heavy metal de corte muy clásico, patente tanto en su estética ochentena como en su sonido, el cual está claramente influenciado por los grupos más notables del heavy metal europeo de los ochenta. Su último disco editado es “Striker” de 2016 pero son sin duda los temas de su álbum “Stand in the Fire” los más cantables y pegadizos, como es por ejemplo el caso del tema “Too Late”. Abundan los solos de guitarra del simpático Tim Brown, que se sube a un monitor cada vez que nos dedica uno de ellos, y la voz limpia de Dam Cleary que de vez en cuando se marca un agudo de esos que tanto me gustan. Se despiden con la amena “Fight For Your Life” con todo el público de lo más animado. Chapeau por el trabajo de la banda.
Striker
Hacen el relevo los noruegos Triosphere, grupo en el que lo primero que nos llama la atención es su cantante y bajista Ida Haukland. Ésta canta (y muy bien además) y no lo hace en el típico registro lírico en el que suele ser más frecuente ver a una mujer en el mundo del metal, lo hace de una forma contundente y melódica a la vez muy acorde al estilo heavy-power del grupo. La banda se formó en 2004 y cuenta con tres discos de estudio, “Onwards” de 2006, “The Road Less Traveller” de 2010, y su último trabajo “The Heart of The Matter” de 2014; es precisamente con éste último y su single “The Heart’s Dominion” (de corte más sinfónico que el resto) con el que se despiden. Agradable show el de Triosphere.
Triosphere
A las nueve y media en punto comenzaba Sonata Arctica y lo hacía con la preciosa "Closer to an Animal", tema que a su vez abre su último álbum y fue el primer single de adelanto. Tony Kakko salía al escenario y se movía en el de forma solemne, a veces incluso algo afectada, pero siempre rítmica y acompasadamente. “Life” venía después, segundo tema también de “The Ninth Hour”, excesivamente edulcorada para mi gusto pero con mucho mejor empaque en directo que en álbum, pues tiene una estribillo muy cantable. Rescatan “The Wolves Die Young” del gran disco “The Pariah’s Child” y ya está todo el personal rindiendo pleitesía a la banda.
Lo mismo pasa con “In Black and White”. El sonido de teclado nos augura los momentos más memorables de la noche, de la mano de Henrik Klingenberg comienzan los primeros acordes de “Tallulah” acompañados de los gestos de absoluto estupor de los más jóvenes, los que quizás aún no habían tenido oportunidad de escuchar en directo una de las baladas más notables del heavy metal de los últimos años. “Remember when we used to look how sunset far away…” Cantamos y nos derretimos al mismo tiempo escuchando la aterciopelada voz de Tony Kakko. Despertamos de la ensoñación con “Fairytale”, probablemente uno de los temas más cañeros del último álbum y uno de mis favoritos. Acto seguido Henrik Klingenberg toma de nuevo el protagonismo y nos trae la canción mítica de la banda, disparada quizás demasiado pronto para mi gusto. Ahí está, es “Fullmoon”. Tommy Portimo fabrica a la batería ese ritmo galopante que tan bien nos conocemos mientras nos dejamos la voz con el “Runaway, runaway” como si fuéramos nosotros mismos los que tuviéramos que escapar del hombre lobo.
Tras este intenso combo pasamos a un ritmo mucho más relajado, que en mi opinión se llegó a hacer hasta algo pesado en ciertos momentos. Hablo del conjunto de “Among the Shooting Stars” y “We Are What we Are”, ambas de “The Ninth Hour”. No me refiero a que no sean buenas composiciones, pero considero que son tan lentas que al tocarlos prácticamente seguidas causaron un sopor del que sólo nos pudo sacar los retales del heavy metal rápido y complejo que aún facturaban con “Winterheart’s Guild” y su tema “Abandoned, Pleased, Brainwashed, Exploited”. Después continúan con una canción tan progresiva como “The Power of One”, también sorprendentemente incluida en el setlist, donde Elias Viljanen y Janne Kivilahti se despachan a gusto con guitarra y bajo respectivamente.
A mi humilde parecer, hubiera cambiado los doce minutos de “The Power of One” por “White Pearl, Black Oceans”, y “Among the Shooting Stars” y “We Are What we Are” por “White Pearl, Black Oceans Part.II” también de su último trabajo; y nos hubieran hecho a muchos sencillamente felices tocando en directo tan épica saga.
Sonata Arctica
Pero esto son sólo fútiles ilusiones, la realidad es que tras más o menos una hora y diez de show, comenzaban los bises con la tralla (¡Bendita sea!) de Misplaced, donde la velocidad y la pegada que imprime Tommy nos transporta al sonido de etapas anteriores. Tras ella, la elegante “I Have a Right”, donde acabamos todos coreando su bonito estribillo “I have a right to be heard, to be seen, to be loved, to be free…”. A Tonny se le despierta después una verborrea sólo apta para finos oídos anglófonos, en la que al no entender bien el mensaje me dejó algo desconcertada (y me hizo recapacitar sobre mi nivel de inglés). Llegamos al final finalísimo (eso sí lo entendí) con la gran “Don’t Say a Word”, un tema que sin duda merecía el honor de cerrar el espectáculo, y tras la cual todo el personal está eufórico; Tonny comienza a hacer ese pequeño juego que termina con a su ya conocido “Vodka, We Need Some Vodka…”. Y ahora sí que sí, a las once pasadas, se echa definitivamente el telón.
Al acabar tenía la sensación de que el concierto había transcurrido con un ritmo muy desigual, que empezó alto pero que fue perdiendo fuelle para después sólo recuperarlo en momentos puntuales. En conclusión fue un buen espectáculo pero me consta que tampoco fue uno de los mejores de la banda, con lo que habrá que ir pensando a que festival podemos volver a verlos este verano.