El pasado sábado 16 de diciembre se celebró la séptima edición del festival WOP (Walk On Project) en la sala Fever de Bilbao. En cartel, Guadalupe Plata, Jim Jones and the Righteous Mind y Backyard Babies.
Pasadas las ocho de la tarde, subieron al escenario Guadalupe Plata, el trio de Jaén que se caracteriza por hacer una interesante mezcla de estilos en la que predomina el blues y que da como resultado sonidos envolventes y psicológicos. Abrieron con "Tormenta", y el lamento inquietante de Pedro de Dios (Perico) sentenció: "se aproxima tormenta". Desde ese momento hasta el final hubo una intensidad contenida que no llegaba a estallar, sino que manoseaba una y otra vez todas las sensaciones hasta volverlas agotadoras.
Cada sonido, letra y emoción evocada eran diferentes y al mismo tiempo, homogéneas y continuas, como las brumosas luces rojas que los acompañaron durante toda la actuación. No éramos muchos los que estábamos por la sala, no dentro de lo que cabría esperar, pero todos estábamos muy atentos al desfile de bajos poco ortodoxos de Paco Luis Martos, o a la tranquila elegancia de Carlos Jimena a la batería, que hacía que pareciese fácil tocarla con una mano y un par de maracas en la otra. En las tablas había algo individual e intimista; cada músico cumplía con lo suyo ensimismado, pero flotaba esa complicidad implícita que sólo generan los que aman lo que hacen y llevan mucho haciéndolo.
En cuanto a temas, de "Rata" pasaron a "Boogie de la muerte" y de ahí a "Hoy como perro" casi solapándose, con la premura de quien tiene mucho que decir y muy poco tiempo. Después empezaron a alargar las canciones reincidiendo una y otra vez con sus ritmos desgarrados y vitalistas como "En este cementerio", "Huele a rata" y algún tema instrumental que se arrastró como se arrastra el que lleva a cuestas la cruz de la supervivencia. En el último tramo cayeron clásicos como "Milana" o "Lorena", y ya la última pieza, que puso fin a una hora de actuación rescatando el blues más cadente y sensual. Los de Úbeda dejaron al personal saciado y atribulado, un gran trabajo.
Guadalupe Plata
Sobre las nueve y media tomaron las tablas Jim Jones and the Righteous Mind con "Boil yer blood". Así, sin especular. Rock'n' roll directo y turbio. Que hierva la sangre, y ahora si, que todo estalle. Como si en un ejercicio de intencionalidad se hubieran propuesto recoger la emocionalidad concentrada que dejaron los ateriores para romperla violentamente.
Continuaron con "No fool", amenazante, contundente y rasgada, y después "Till it's all gone", más relajada y melódica, en esos giros extraños pero efectivos que sólo Jim Jones y los suyos saben hacer. En esa línea continuaron con "Aldecide" para volver con "Heavy lounge #1" a evidenciar el teclado de Matt Millership y los sonido chirriantes de la guitarra a pedales tocada por Malcolm Troon. El uso de elementos así funciona como un lavado de cara que no ha conseguido tapar del todo el glam gastado y sucio de la banda, sino que lo evidencia más si cabe. Entonces cayó algún tema más en la onda de “sin pena ni gloria”, un puente de baja tensión entre altos voltajes, entre los que destacó "Walk it out".
Volvieron a la carga con una de sus grandes creaciones, "Hold up", corte sencillo en cuanto a lo instrumental (sólo coros y percusión) pero complejo a nivel artístico: blues lastimado, tribal, folklórico y con demasiada personalidad. Si a lo largo del concierto ya había quedado claro que la voz atronadora de Jim Jones es clave en este (y cualquier otro) proyecto suyo, en esta pieza se terminó de consagrar.
Casi el mismo peso adquirió Gavin Jay, bajo y tipo con sombrero, maestro en el movimiento escénico, elegante e irreverente a la vez. Para cerrar tocaron "Alpha beat", elección cañera que dejó entonado a un público bastante más numeroso e inquieto. Con la perspectiva del paso de los días considero que Jim Jones and the Righteous Mind fue la propuesta del festival más sustanciosa y contundente. Unos tipos descarados, algo oscuros, con chalecos de satén y solapa de terciopelo. Garajeros y con glamour desgastado, pero brillan, joder que sí.
Jim Jones & Righteous Mind
A diferencia de las dos bandas anteriores, Backyard Babies no fueron tan puntuales. En ese momento el número de personas en la sala había aumentado considerablemente. Tras unos cuantos minutos de espera, el cuarteto subió al escenario y abrió con "Th1rte3n or nothing" y casi sin respiro, empalmaron con "Dysfunctional proffessional", "The Clash" y "Brand new hate". Calentón de motores que los presentes recibieron con ganas, pero lo cierto es que los suecos no tuvieron que hacer mucho esfuerzo para lograr la entrega de los oyentes.
Se produjo un breve parón en el que Nicke Borg, cantante y guitarra, aprovechó para interactuar con el público bilbaíno y continuaron con otra batería de temas algo más lentos entre los que destaco "Bloody tears" y "A song for the outcast". La actuación transcurría sin altibajos en una sucesión de temas que parecía complacer a los seguidores, a los que no lo somos tanto, nos hicieron pasar un rato agradable y algunos temas conseguían mantenernos más alerta, como es el caso de "I'm on my way to save your rock 'n' roll" o "Bombed (out of my mind)", que siguen una línea algo más hardrockera.
En el escenario había actitud, con un bajista malencarado y desafiante, aunque lo más bestia que tenían era Dregen, guitarra principal, que derrochaba energía y provocación. Los dos últimos temas fueron "Minus celsius" y "Look at you", que no podían faltar, y cuando acabaron tras una hora y veinte minutos, la satisfacción de los asistentes era evidente. Por mi parte decir que fue un set list predecible y un concierto de sonidos depurados, bien hechos, fáciles de digerir y buscando agradar; un desmarque total de la psicodelia de las dos primeras bandas. Insisto en que tienen su público y su mérito, pero eché de menos más sangre.
Así concluyó la última edición del WOP, marcada por la diferencia entre estilos musicales y curiosamente, lo bien que casaron. Música inteligente y todos contentos a casa. Hasta la próxima.