Ramoncín sigue en un gran momento. Es un hecho. Tiene una banda fija, Los Eléctricos del Diablo, que suena engrasada, sólida y competente, y un repertorio amasado en cuarenta años de carrera musical. Con la grabación de un nuevo álbum en ciernes, que será en directo en los próximos días en su concierto en Madrid, se presentaba en la Sala La Colmena de Aranda de Duero ante una audiencia que sobrepasaba de largo la cuarentena, y que llenó el local hasta los topes. Todos tuvimos que sufrir un recinto que no cumplió y nos "regaló" un sonido exterior muy justo (demasiados acoples en el micro del cantante) e infernal para los músicos sobre las tablas (no había más que ver las caras de desesperación de su guitarrista Manuel Silva), junto a unas luces horrorosas que mantenían en semi penumbra a la banda.

Pero a pesar de los inconvenientes la velada fue un éxito, como atestiguaban las caras de los asistentes, muchos de ellos fijos en todas las citas del cantante madrileño, y es que saltó a escena elegante (en lo visual y sobre todo en lo musical) y durante dos hora y cuarto sin pausa, y con pocos momentos  para la charla, interpretó 22 canciones que repasaron épocas pretéritas: de las iniciales Putney Bridge ("Si vuele el Pop es que algo va mal" cantaba premonitoriamente hace más de 35 años), Déjame o La Chica de la Puerta 16, que dedicó a las mujeres que participaron en la huelga feminista del día 8, y que apuntilló con temas de la última etapa (hay que achacar a Ramón lo poco prolífico de sus nuevas grabaciones en la última década), y que sirvió para comprobar que el viaje estilístico que emprendió en 1978 con el punk de su primer trabajo y que le ha asentado cuatro décadas en un rock más "adulto" y certero tiene sentido y cohesión con los arreglos actuales.

La audiencia reaccionaba con frenesí a cada nuevo tema, ya fueran las primigenias Blues Para Un Camello, Rockanroll Duduá o Reina de la noche, o las posteriores y más populares Como Un Susurro (con el cantante sentado al borde del escenario), Cuerpos Calientes o Forjas y Aceros. Pero confieso que disfruté sobremanera, y a la banda también se la vio a gusto, con los temas de Cuando el Diablo Canta, en un registro más intimista, complejo, de ritmo más bajo y donde se gusta en largos desarrollos musicales. En esta fase sonaron La Punta de la Aguja, 10 Segundos (musicalmente un perfecto puente entre la época más clásica y la actual), La Puta Suerte y sobre todo Miedo a Soñar, que fue uno de los momentos cumbres del show por su toque pasional y emotivo y donde brilló la guitarra de Oscar Castelló.

Eso sí la traca final fue la esperada y supuso un gran fin de fiesta. Hormigón Mujeres y Alcohol y Al Límite (nos "burlo" Tormenta en la Carretera que si figuraba en el set list) que fueron el broche ideal para una noche de sábado llena de rock y nula complacencia.

Como ya mencioné en alguna crítica anterior, Ramoncín, con todo el bagaje musical que le acompaña, sigue al pie del cañón. Haciendo buenos conciertos, peleando en el circuito de salas de tamaño medio y mirando hacia delante más que al pasado.  Las grandes audiencias  que siguen respaldando a Loquillo, Rosendo o Burning de forma masiva parecen haberse olvidado de quien se batió el cobre por el Rock de este país cuando este aún estaba en pañales.