Como bien me dijo un amigo: "qué coño tiene la música que nos hace ir cansadxs después del curro y/o con un clima de perros a ver un concierto". Pues la respuesta es sencilla: catarsis. Canalizas en un concierto ideas, emociones, pones nombre a cosas que ya estaban y descubres otras que creías que no. Es como buscar en una realidad diferente lo que te falta en la rutina agotadora. Mira que es moñas la frase, pero te redescubres. No se trata de sonido: se trata de entraña.

Cuatro grupos. Dos bloques: denuncia, humor y buen rollo de The Birra's Terror y Manifa, y por otro lado el vitalismo crudo y lo personal de Subversion X y Arpaviejas. La noche prometió... y cumplió.

El festival lo abrieron The Birra’s Terror, banda madrileña de tres miembrxs  que llevan dando guerra desde 2011 con cortes contundentes y rápidos en los que predomina la ironía, el cinismo y un gran humor. Arrancaron con una ráfaga de temas entre los que cayeron “Récordman”, “La transición” o “Vagina cochina” con el tiempo justo entre canciones para saludar y soltar alguna broma. A pesar de ser los primeros en actuar la presencia de público fue importante y aumentó en la medida en la que avanzó el bolo. Ritmos contagiosos y mucha disposición por parte del grupo a que todo el mundo se lo pasara bien: se nota cuando una banda trabaja con ese objetivo.

Empezando por la permanente sonrisa de LeyDi Beer, batera, que la acompañó hasta el fin, y continuando con la constante inquietud de Matrako y Zurito, voz-guitarra y bajo respectivamente. En ese sentido hicieron más que bien su trabajo: escuché algún que otro comentario del estilo de “nunca los había oído, y están muy bien”. Llegaba el momento de ir terminando, así que tocaron unas cuantas entre las que destaco “ Les importas”, “Copas gratis” y “Pribar con colegas”, con paseo incluido de Zurito y Matrako entre el público, y terminaron el concierto con la genial “Estamos Todos Acusados” cuyo final aprovecharon para presentar a los componentes de la banda y agradecer al público su apoyo y presencia. Y allí nos dejaron, coreando “vosotros fascistas sois los terroristas”. Tengo entendido que fue su concierto número 100, y lo cierto es que lo redondearon.

Pasaban las ocho y media cuando arrancó Manifa con su "Generación rendida", que curiosamente puso en pie a todas las generaciones del local; va a resultar más fácil venirse arriba con una canción que con los actos que generan cambios. Qué cosas. Si algo tiene esta banda es que no da tregua en sus mensajes, que calan y remueven, pero a la vez son capaces de generar un ambiente alegre y distendido. Se llevan de calle a los más jóvenes y atrevidos y se ganan el respeto de los que no lo somos tanto como para hacer la croqueta, pero si para corear sus temas con ganas.

Continuaron con los reivindicativos "Cuidarán de ti" y "Tienes derecho", para relajar con "El ataque de los clones" y "Las diez mentiras universales del rock", que invariablemente saca sonrisas por mucho que la hayas oído, como todas las cosas que pasan con tanto descaro que no te queda otra que reír. Como ellos mismos. Después otro himno "Dios salve al Viña Rock" y siguieron con la denuncia en "Cristales rotos", un clásico para todos los que nos gustaría volver a ver las calles arder. Este tema dio paso a otras tantas del último disco "Cristales rotos", que se sucedieron entre bromas del inquieto Mena hacia el público, Marpe derrochando actitud y muy buen rollo en las tablas: Asier, Unax y Josu, más discretos pero con mucha presencia. Incluso hubo un momento en el que subió Matrako, cantante de los Birras, evidenciando la amistad que existe entre ambas bandas.

El último bloque estuvo compuesto por tres temas del primer disco "Poder y fascismo", entre los que cayó "La casa del señor", y finalmente cerraron con "El gran circo del rock". Manifa nunca decepciona: es una propuesta currada a todos los niveles y que con el paso de los años sigue creciendo. Y que siga así.

Llegó el turno de Subversion X, que subieron al escenario puntuales para abrir la actuación con "Niños suicidas". Aquello estaba a reventar, gente por todos lados dejándose la piel con las canciones del trío de Santurce. No me extraña, sonaron enérgicos, renovados, pero sin perder esa actitud que grita rock como modo de vida, hasta morir. Subversión X no tiene un proyecto musical: ellos mismos son el proyecto. Convierten sus vidas en canciones, pero no como algo anecdótico: es su tabla de salvación.

Su historia contada en letras, y eso los vuelve auténticos. Continuaron con "Animal insatisfecho", "Bonitas palabras", contundente con los baquetazos de Eneko, o "No pierdas más el tiempo conmigo", sin duda una de las joyas de la banda. Se iban sucediendo los temas con ayuda del público, que invadía el escenario para cantar una y otra vez. Los que quedábamos abajo no teníamos tregua rodeados de una masa entregada. Lo que sufrí con las fotos... Me llovía cerveza, brazos y piernas.

Tengo un moratón en la mandíbula (sí, en la mandíbula) que lo acredita. Y lo que sufro ahora para plasmar aquí lo que vivimos, porque no es fácil transmitir sensaciones y emociones abstractas. Lo que sí puedo decir con total certeza es que el trío demostró la fuerza que tienen tras veinticinco años de andanzas y grandes legados como "Tu calor", "Siete balas" o "El mal de la humanidad", y además dejó la sensación de que aún hay mucho por decir. Terminaron enlazando "Recuerdos para vomitar", "El diablo" y "No volverás". Y desde aquí les digo que espero que nos volvamos a ver, en cualquier escenario y no dentro de mucho, porque me quedé con ganas de más.

El último concierto de la noche era el de Arpaviejas, que a las once clavadas arrancaron con la rabia de "Una mierda pinchá en un palo". Poco hizo falta para que el personal se metiera en la historia, entre otras cosas porque ya estaba el ambiente caldeado después del paso de las bandas anteriores, aunque Arpaviejas, de por sí, aumentó las revoluciones. Desde el principio del bolo el pogo fue una constante y las invasiones de escenario (individuales y colectivas) también, hasta el punto de que se produjeron unos cuantos parones en ciertos temas.

Esta banda se caracteriza por ser muy personal: experiencias y puntos de vista de una vida intensa contadas desde la reflexión serena y que se convierten en banda sonora para otras vidas. Himnos que gritan una verdad particular, pero que curiosamente son adaptables a otras existencias. Cayeron "Souvenir de Barcelona", "Carne en la boca" y "Violencia" sin mucho que decir entre medias, alguna que otra alusión a la temática de las canciones y poco más, que en las letras ya está todo dicho. La actuación siguió adelante sin más reseñas que las que ya se han indicado: gente entregada hasta las últimas consecuencias, participativa y en las tablas una banda que se deja la piel.

Entre los cortes que sonaron destaco "La jaula", "El mesías", donde se produjo el primer parón en pleno tema que se alargó unos minutos hasta que se pudo reanudar, y continuaron con "Llaman". No llegaron a la hora de actuación a pesar de los parones, pero lo concentraron todo muy bien. El último tema, como era de esperar, fue "Ahora me importa una mierda". No podía ser de otra manera. El tema por excelencia, en el que nos dejamos la garganta y la actitud para gritar que a nosotros nos importa todo una mierda porque vivimos a nuestra manera, que de eso se trata, coño.

A la salida no encontré una sola persona que señalara algo negativo; las cuatro bandas estuvieron a la altura y la organización otro tanto. Así que nos fuimos por ahí a intentar alargar la sensación con la que salimos, pretendiendo que no desapareciera durante un buen rato, aunque inevitablemente la noche se la tragó.

Hasta la próxima.