El sábado era otro día fuerte en el festival. A las 10 de la mañana, aun con los churros sin digerir, ya estaba abierto el Meeting Point. A las doce un DJ. pinchando música en el Santi´s Beach Bar. Una pena que no pudiéramos disfrutar del día, quedándonos con las ganas de ver, a eso de las tres de la tarde, a Coffin Nails. Otro año será. A las siete de la tarde, sin solución de continuidad, la carpa para los conciertos de la noche volvía a abrir sus puertas y poco después ya había de nuevo música en vivo.
Por desgracia para nosotros, cuando llegamos ya habían actuado Mad Man Horse, The Tin Cans y The Quakes, cuyos últimos estertores sonoros pudimos oír, a lo lejos, mientras accedíamos al recinto. Por lo que oí cuajaron un buen bolo.
Una vez ya dentro era ostensible y notorio el aumento de gente respecto al viernes. El sábado se presta mas a trasnoches y desbocarse un poco. Estaba muy lleno, cosa que no impedía tener una cerveza en las manos en apenas un par de minutos, hasta cambiar una rueda en la Formula Uno lleva mas tiempo a veces. Mi primer concierto de la noche fue Bad Manners, a ver como los defino sin que nadie se sienta ofendido, que no es esa la idea. Un vocalista rayando los setenta añitos, un montón de gente en el escenario, imberbes tocando el bajo y en la sección de viento… ¿Esto es Ska? ¿Pachanga? En un festival como este donde el 95% de los grupos son tríos, no hay duda que algo fallaba y no sabía que era.
Evidentemente ni yo ni los tres mil o mas asistentes estábamos soñando, ni nos habíamos equivocado de sitio. La realidad es que solo había dos opciones, o ir por tomates y silbar mientras los arrojas o mover el esqueleto y disfrutar de canciones como May Way de Sinatra, al más puro estilo de banda de feria de pueblo (todo mi respeto a este tipo de formaciones) y la gente, con muy buen criterio, se decidió por la segunda. Complicado estarse quieto y no esbozar una sonrisa. Pusieron la nota de color, al menos ese día.
Bad Manners
Después del buen rato pasado con Bad Manners llegaba el turno de los inmensos Mad Sin. Pychobilly de muchos octanos dispuestos a repartir tralla a discreción. La formación teutona lleva muchos años habiéndonos disfrutar de lo lindo y ésta noche no iba a ser menos. No es fácil definirlos, un sonido espectacular y una contundencia astronómica, llenan el escenario con una explosión sonora que deflagra en todas direcciones.
Una autentica apisonadora que haría temblar los cimientos del mismísimo infierno. Dejan el escenario lleno de piel y sudor, te arrebatan los cinco sentidos a golpe de pisón. Entre otras, sonaron en la madrugada canciones como Speak No Evil, con la que empezaron rabiosamente, Brainstorm, Revenge, Wipe out, 9 Lives y para acabar, como estallido final, Comunication Breakdown.
Mad Sin
Los Mad Sin te dejan exhausto, con un hilito de aliento, y aún quedaba noche, y no cualquier cosa. Después de haberlo destrozado todo, de forma simbólica, llegaba el turno de Él, lo pongo en mayúsculas por que para mi es un tipo enorme. No es otro que el Reverend Horton Heat. Jim estuvo viendo todo el concierto de Mad Sin a un metro escaso de mí y puedo dar fe de que le gustó lo que vio. No se le notaba ni un ápice de nervios siendo él el próximo en ocupar el escenario. Tranquilo y atento no perdió detalle de lo que sucedía en el escenario y de cómo la gente reaccionaba. Cuando llegó la hora de verdad me extrañó ver que llevaba un teclista, no es nada común ver un teclado en un concierto de Psychobilly ¿pero quien soy yo para criticar a la estrella del evento? No hay nada que objetar en este caso. El piano encajaba a las mil maravillas en las canciones, proponiendo líneas de matiz que daban más cuerpo, si cabe, a las canciones. Unas canciones escogidas sabiamente para el festival.
La primera en sonar fue Bullet. Es una delicatessen oír en directo esa Gretsch. Oírla gruñir en las manos del Reverendo no será algo fácil de olvidar. Como tampoco lo serán el resto del repertorio entre las que sonaron: Baddest of the Bad, Psychobilly freakout, Little Queenie, 400 Bucks o el guiño a Motörhead para acabar, con una magnifica versión de Ace of Spades. La segunda vez que sonaba en esta noche esa canción, Mad Sin también la llevan en su repertorio. La sombra de Lemmy es muy alargada. Y ese habría sido el final, pero la insistencia de la gente hizo que el Reverendo volviera a las tablas y nos concediera un par de canciones extra y nos dejara un increíble sabor de boca con su It´s Martini Time.
Si el Psychobilly es una religión, Reverendo es su apóstol. Sabe repartir ostias sonoras grandes como panes y ante eso uno solo puede seguir siendo un creyente y el Meeting, uno de sus templos.