La segunda jornada del festival empieza con un importante aviso emitido desde las redes sociales del Resurrection Fest haciendo referencia a cambios relevantes en los horarios que afectan a todas las bandas y a todos los escenarios. Los hay que se quejan de la poca anticipación con que se avisa y de que sea haga sólo a través de las RRSS, pues esta edición no ha contado con la app, pero este hecho no parece causar mayores problemas.

Con todo y con eso, sobre las seis menos cuarto de la tarde y con el cielo totalmente encapotado nos encontramos ya en el Main Stage.

Es el turno de Rise of the Northstar, una joven banda francesa que mezcla estilos que van desde el Hardcore hasta el Hip Hop de los ‘90 bajo el tamiz de la cultura japonesa. Tanto la estética como la temática de sus canciones gira en torno al país del sol naciente, lo que le da al grupo un atractivo extra. Si bien es cierto que el centro del foso estaba impracticable con constantes y brutales mosh pits y circle pits y que además el sonido una vez más en este escenario dejaba bastante que desear en las primeras filas, desde lo alto de la zona del Pandemonium se podía disfrutar estupendamente del espectáculo (y a buen recaudo).

Los franceses nos regalaron pildorazos como “Samurai Spirit”, “Again and Again” o “Demonstrating My Saiya Style” dejando el ambiente muy caldeado y con el hype de sus fans por las nubes. Camino del Desert Stage me entretengo en los sugerentes puestos de ropa y accesorios que hay de camino y sucumbo a la tentación haciéndome con una buena colección de parches

Ya en el Desert Stage los vascos The Wizards se presentan bajo el seductor reclamo de “Bilbao Occult Heavy Metal Warriors” y la verdad es que su eslogan resulta tan encantador como su propuesta musical claramente influenciada por el Hard Rock de los ‘70. Además siguen inmersos en la presentación su último álbum “Fullmoon in Scoprpio” de 2017 al que sin duda hay que dar una oportunidad.

Son las siete y media y ya estamos preparados para ver a Megadeth. El amigo Mustaine, bien flanqueado por Kiko Loureiro, y con su habitual actitud sobria y reservada en el escenario, va desgranando algunos de sus temas clásicos, que además son muchos, especialmente teniendo en cuenta que se encuentran en su 35 aniversario. Cayeron “Hangar 18”, “Sweating Bullets” , “Take No Prisoners” o “Tornado of Souls”. Los riffs de estos dos pesos pesados a las seis cuerdas se oyen limpios y nítidos y se conjugan de forma muy fluida. Ya hacia el final del show Mustaine parece soltarse un poco más e iniciar alguna interacción con el público cuando para poner el broche de oro sueltan los obuses de “Symphony of Destruction ”, “Peace sells” y “Holly Wars”.

Empieza justo después en el Ritual Stage probablemente uno de mis mejores descubrimientos de todo el festival; los norteamericanos Suffocation. Esta es una formación de metal extremo con solera que ofrece un directo arrollador y como una verdadera apisonadora se suceden “Funeral Inception”, “Catatonia”, “Infecting the Crypts” o “Effigy of the Forgotten” al son de la profunda y cavernosa voz de Frank Mullen y de una velocidad de doble pedal de infarto. Siguen con presentando “...Of The Dark Light”, álbum lanzado hace escasamente un año y del que tocaron el trallazo  “Return To The Abyss”. Un bolazo el de Suffocation que se hizo corto.

Para bajar un poquito las revoluciones tenemos a los suecos y progresivos Leprous que continúan con su profusa gira “Malina Tour 2018”. Una legión de leales y sentidos seguidores parece vivir con una enorme pasión las melodías que manan tanto de la voz como del sintetizador del carismático Einar Solberg, que con abnegada paciencia y dedicación construye composiciones que atrapan y conmueven el espíritu. Como es el caso de “The Flood” o “From The Flame” o las que ya comienzan a formar parte de las canciones imprescindibles para cualquier seguidor del metal progresivo como son “Illuminate”, “The Price” o “Mirage”, aunque con “Slave” acabaran cortándoles el sonido exactamente a las 22:59. Esto no podía ser por otra causa más que en el escenario principal estaban por llegar las leyendas alenanas, aunque estos no comenzaran hasta las 23.06.

Fue mucho el público que se movilizó exclusivamente para ver a Scorpions y eso se notó, pues el foso estaba abarrotado. En medio de impresionantes sets musicales a cargo de Matthias Jabs, y que parecían dar cierto respiro al frontman Klaus Meine, los temas míticos empezaron ya hacia la mitad cuando descargan “Send Me And Angel” y seguido el archiconocido silbido que todos hemos imitado alguna vez en “Wind of Change”, con la que se llegó a tal grado de emotividad que el chico que estaba justo delante de mí se puso a llorar como una magdalena (cosa que me distrajo un poco, dado sus sonoros sollozos).

También curioso y emotivo fue el homenaje a Lemmy liderado por el batería Mikkey Dee. El que fuera miembro de Motörhead se marcó un solo a las baquetas y una cover de Overkill muy memorable y sorpresivo. “Black Out” y “Big City Night” nos llevan a unos bises que se hicieron mucho de rogar, los alemanes armaron toda la parafernalia de que se iban para no volver y yo, horrorizada, observaba cómo pasaba el tiempo y aún no había tocado sus dos clásicos por antonomasia.

Tan realista fue, que llegó un punto en el que casi me creo que ya habían terminado, como en una película cuando el protagonista está a punto de morir pero en el fondo sabes que eso no puede suceder, pues aquí fue igual. Afortunadamente volvieron e hicieron lo propio; tocar “Still Loving You” y rematar con la canción con el riff más reconocible del planeta “Rock You Like a Hurracaine”, un combo con el que a mí personalmente me hicieron sentir que ya podía morir tranquila.

Para redondear una jornada rayana en la perfección estuvieron Paradise Lost, muy correctos en su gothic death metal y a los que tenía muchas ganas de ver, que equilibraron el set list con nuevos cortes como el temazo “Blood and Chaos” de su último álbum “Medusa” y “Shadow King” del “Draconian Times”, con mucho más recorrido. Y con los que eché en falta a un teclista en la banda, pues los teclados disparados cuando tienen tanto peso en las composiciones no acaban de convencerme, pero las sensaciones en general fueron buenas.

Y un auténtico gustazo fue ver a Angelus Apátrida y su vibrante Thrash Metal en el Main Stage, con un sonido impecable y un público entregadísimo corriendo como locos en enormes circle pits y en el que demás nos dejaron valiosas muestras de su último disco “Cabaret De La Guillotine”.