¿Cómo se describe la magia con palabras?, ¿cómo llevar al papel una emoción, un sentimiento, algo que sencillamente te eriza la piel? Hay veces que pienso que tengo demasiada hipersensibilidad a según qué tipo de estímulos. Y sí, esta hipersensibilidad, en muchas ocasiones, hace que me abstraiga y observe durante horas, sin apenas pestañear.

Es curioso, porque desde el momento en el que decidí adoptar "A todo que sí", canción de Los Zigarros, como modo de vida (o al menos intentarlo), he ganado en absolutamente todo. Trasladándolo al ámbito de la música, ese ámbito que me ha atrapado al 100% de manera inexorable, he descubierto infinidad de artistas de los que, literalmente, he acabado enamorada. Y Kike Tormenta y Paradoxus Luporum no han sido una excepción. Ellos han sido los últimos de una larga lista, a la que, espero, no haber puesto final en este 2018.

Comenzaron el “Mano a Mano” pasadas las 9 de la noche. No tenía ni idea de lo que esperar de ese concierto, pero lo que menos hubiera imaginado es que, bajo un silencio atronador, todo el público permaneciera sentado durante todo el tiempo que duró el evento. A caballo entre quien observa y trata de tararear o cantar, ese concierto estaba preparado para que, ante todo, lo sintiéramos. En ese momento, las canciones perdían su autoría, la frontera entre Kike y Paradoxus, Paradoxus y Kike, estaba completamente disuelta.

Unos segundos, a modo de introducción, sirvieron para entrar en calor bajo la luz de El Sol. Un pequeño lapso de tiempo que dio paso a "El Reflejo" e "Ingenuo Soy". Ellos dos solos sobre el escenario, podrían haber sido capaces de cualquier cosa. El público, con la curiosidad de quien descubre algo que le apasiona, miraba atentos. Y me incluyo. No mentiría si digo que apenas nos atrevíamos a respirar. Apenas nos atrevíamos a cantar.

Ya metidos de lleno en ese mano a mano del que estábamos siendo testigos, comenzó el baile de subidas, bajadas, de cantar en solitario y de acompañarse por la banda. Algo acababa de hacer "click" dentro de nosotros. Sobre el escenario, Paradoxus Luporum. Fue entonces cuando a "Mamá Tierra" comenzamos a pedirle, "Desde Mi Tumba", que fuera lo suficientemente "Libre".
Turno de Kike Tormenta en solitario, tras haber interpretado a dúo “Mi Vereda” y “Tras el Horizonte”. No podían faltar temas como “Despierto de Repente” o “Prefiero Dormir Contigo”. Fue entonces cuando “De Pronto” nos encontramos tratando de lidiar con nuestros propios sentimientos, que no podríamos haber eliminado ni con “Disolvente”.

Justo había pasado el ecuador del concierto. “Ojalá” hubiera sido eterno, igual que lo fue el homenaje a Silvio Rodríguez, en el que Kike y Paradoxus aunaron fuerzas. Entonces sí, cantar con ellos en ese preciso instante, sí que era una opción.

Momento de la banda que, en primera instancia, acompañaron a Paradoxus Luporum. Ni un minuto de atención perdido, ni una emoción contenida con temas como “Te quiero libre”, que el artista cantó junto a Pilar Calvo.

Juntos, separados o con banda, ambos pusieron todo nuestro mundo "Del Revés". Durante dos horas, fuimos incapaces de pensar en nosotros mismos, en lo que cada uno pudiera o "Quisiera Ser". Y la "Desesperación" tan solo llegó, cuando el concierto amenazó con terminar. Y es que con "Tierra del Aire" y "No es Caos", absolutamente todo había terminado. Recuperarse iba a ser difícil, como quien se vuelve adicto a la droga más letal. Hay quienes hacen de la música su auténtico mundo.

Podría haber durado 2, 4 u 8 horas más. Porque esa sensación de llenarte y vaciarte simultáneamente con algo que te apasiona, habría sido infinita. Y a mí me habría costado igual "escupir” las palabras justas para definir lo que pasó el pasado domingo 16 de diciembre en la Sala El Sol. Puede que eso sea lo bonito de la música: que permite que te abras en canal sin ni siquiera darte cuenta. Y eso, amigos, no hay diccionario capaz de explicarlo.