Podría decirse que aquella era la música del demonio, y la batería machacona como constante así lo confirmaba. Mientras, los labios del público, que las cantó todas, se movían a la misma velocidad que las palabras salían de la boca de Juan.
El sonido grueso nos trasladó entonces al aquelarre con ‘Política del miedo’. Un pogo brutal comenzó a organizarse por el centro de la sala y posteriormente, al llegar ‘Alkohol’, a extenderse por cada rincón. La sala But era un pogo. Así que la fiesta estaba entre el público. Cabezas arriba y abajo, la sensación frágil del cuerpo contra cuerpo mientras alguien se encendía un porro. Debajo del escenario había sensación de ahogo, olor a testosterona y sudor. Media hora de concierto de S.A. equivalen en intensidad a siete conciertos de cualquier banda indie. ‘Estado enfermo’ debió romper varios esternones.
Juan entonces cogió la armónica, se intensificó el pogo, para introducir ‘Ciencia asesina’. Afortunado el que en primera fila la pilló al vuelo cuando Juan la lanzó. Riffs rock’n’roll clásico aparecieron en las guitarras de Jimmy e Íñigo entre la ruda batería. Y así llegaron a uno de los momentos de la noche, cuando sonó ‘La aventura del saber’.
Para entonces el público ya había enloquecido, hombres y mujeres se habían quitado las camisetas para soportar la humedad y el calor, mientras otros saltaban al escenario, alguno de ellos para irse calentito a casa.
Siguieron ‘Intoxicación etílica’, ‘Piedra contra tijera’. Para terminar por reventar Madrid en los bises con ‘Pauso Bat’ ‘Sin dios’ y ‘Nos vimos’ y tumbar la sala But con un ‘Motxalo’ casi improvisada.
Décadas después, olía de nuevo al paquete de Winston del bar de abajo, a yonkilata y punk. A la Malasaña que la gentrificación, es decir, el capitalismo expulsó de Madrid como también lo hizo con Soziedad Alkohólika. |