Daniel Dancet presentaría a Aurora Beltrán como “la señora azul”. Puede resultar una presentación adecuada porque, pese a no ser como la señora a la que cantaban Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, es muy probable que el alma la tenga azulada.
Con ella sobre el escenario no se rebajaría el tono de confidencialidad entre canción y canción con el que había comenzado la noche. Así, la primera confesión que hizo fue la de su edad, cincuenta y cuatro; y que esa era la tercera actuación después de haber sido dada de alta tras soportar diálisis y un transplante de órgano. Lo contó precisamente después de haber ofrecido “Azul”.
Anteriormente ya había dado buena cuenta de “Una noche de amor”, “Lujuria”, “Vida” y “Clases de Baile”; acompañada en estas canciones y durante toda la actuación, también a la guitarra, por Eva Rada, quien lo viene haciendo en las sesiones acústicas desde hace más de diez años.
Como dos días antes de publicar su último disco le pusieron el catéter, se está dedicando ahora, dos años después, a presentar “Usania” por salas.
En este disco centraría a partir de ese momento su actuación, aunque sin olvidar después sus canciones más representativas de “Museo Púrpura” (otro de sus tres discos en solitario) y de las de Tahúres Zurdos. Aunque, en definitiva, fuera precisamente del repertorio de su banda más duradera del que más canciones ofreció. Eso sí, adaptadas a su formato esencial actual.
Aurora sigue manteniendo la fuerza y la garra de esa voz tan peculiar que maneja a su antojo. De forma que puede pasar de acariciarte melodiosamente con ella para, al instante siguiente, rasgarte por dentro; como cuando canta que “en una parte de mí se ha hecho invierno”, en “Silencio”; la cual explicó haber escrito porque le aterra pensar en el alzéhimer. Igualmente intensas son las sensaciones que transmiten sus canciones. Como la inquietud que se siente al escuchar “Horas”.
Una buena muestra de la poética de sus letras es el tratamiento que da al miedo a vivir en “La niebla”, en un gran hallazgo metafórico.
Otra de las características de la temática de sus composiciones es el espacio que reserva a los mundos interiores perturbados, como en la ya citada “Silencio” o en “Peligrosa Katatonia”, que trata sobre la vida en un manicomio, los pensamientos aberrantes y los mundos que en ellos se crean para poder seguir viviendo.
El hecho de estar siempre sentada facilita la comunicación y tomarse el tiempo necesario en desmenuzar la intrahistoria de cada composición, la génesis de cada tema, y que su auditorio pueda saborear mejor sus canciones después de la información recibida. |