Hay muchas formas de saber cuándo llega el verano. Abren las piscinas, proliferan los chiringuitos, ves más adolescentes por las calles, y, si hay un acontecimiento para los que habitamos la meseta que nos indica cuándo llega el calor, ese es el Vintoro. Este festival, que lleva ya tres ediciones consecutivas acumuladas, ha conseguido convocarme por segundo año, y he de reconocer que se agradece, y mucho, el retorno al formato de dos días de cartel, en lugar de uno, como ocurrió el año pasado. Hemos sido muchos los castellanoleoneses que hemos acudido a este pueblo zamorano que, durante dos días al año, se convierte en una de las capitales nacionales del rock, el punk, el ska y el metal.

Si bien por cuestiones de trabajo no pude acudir a la sesión vermú que se celebró en la plaza del pueblo, voy a centrarme en los grupos que conformaron el cartel principal, a los cuales pude acudir y disfrutar de todos ellos. Así pues, abrimos la jornada del viernes tarde, a más de 30 grados y a pleno sol, con el grupo ganador del concurso de bandas, Oktopussy, que fueron recibiendo a los primeros asistentes con sus estilos de ska, punk y rock, durante la hora de la que dispusieron del escenario para demostrar su arte y sus composiciones.

La entrada comenzaba a mostrar un camino de pisadas cada vez mayor, y así fue llenándose el recinto del polideportivo municipal de Toro, con las barras de bebida ya abiertas y a pleno funcionamiento. Los precios eran populares, y si bien la cerveza era San Miguel, los cachis de kalimotxo gozaban de la reputación del vino propio de la tierra, mezclando refresco y hielos con ese vino tinto de Toro que tan buena denominación de origen se ha ganado.

Así, continuando con ese calor despejado de nubes del primer día del verano, siguió al escenario la banda número dos del cartel, El Último Ke Zierre. Este primer día del cartel demostró ser toda una oda al punk y al rock, y este grupo hizo una muy buena muestra de ello. Su veteranía en la escena de la música española cuenta ya con más de 30 años de demostración sobre los escenarios, y fue un hecho que se dejó notar, y mucho, en el recinto que nos acogió como público, con su más de una hora de estancia en el directo, y una también reseñable presencia de su último disco, “El mutante del barrio chino”.

Mucha gente entregada a sus letras y a sus ritmos, con un buen conocimiento de su discografía y de su legado, fue lo que nos dejó esta franja reservada a EUKZ.

Según iba cayendo el sol y muriendo el día, se acercaba el turno del siguiente grupo en el programa, Porretas, otro gran longevo y curtido de la escena punk rock nacional, aunque estos muchachos nos visitan desde una zona más cerca a nuestra Castilla, concretamente, de Madrid. Con unos cuantos más que este que escribe, dejaron notar su buen hacer, impregnando a todo el público de su estilo gamberro, socarrón y canalla, con letras que todos, en una u otra ocasión, hemos oído y reído.

Más que un concierto, a mí me recordó a una orquesta en las fiestas de un pueblo, en el momento álgido de su actuación, ese en el que incluso el público tiene más protagonismo que la propia banda, por la implicación que nos entregan y lo mucho que nos animan.

Ya era de noche cuando llegó uno de los momentos más esperados del primer día, y de esta edición, y se trataba, por supuesto, de la única banda internacional del cartel, Talco. Creo que ya les he visto en directo más allá de los dedos de una de mis manos, pero si hubiera que entregar un premio a los mejores organizadores de pogos, ese iría a parar a las manos de estos italianos. Y seguimos hablando de esos dos términos que acunan unos estilos con los que tanto me identifico y disfruto, que son el ska, el punk y el rock, a golpe de trompeta, de guitarra y de acordeón, con unos ritmos que reanimarían incluso a un cadáver.

Puedo asegurar que fue uno de los momentos más energéticos y divertidos de la jornada, puesto que me empujé a mí mismo a participar en los pogos del público, así que puede que, en cualquier momento, también escriba críticas de pogos, no sólo de conciertos.

La prolongada hora de la que hicieron buen uso estos muchachos fue aprovechada para sudar y quemar todos los vasos bebidos en las horas previas, y como un entrenamiento para los dos grupos que quedaban por llegar, los encargados de calentar y de cerrar la noche, respectivamente.

La puntualidad en el escenario del siguiente grupo fue una muestra de los años que llevan exponiendo su música, y cuando ya llegábamos al comienzo de un nuevo día, allí estaban Boikot, con su ska por delante, demostrando que su longevidad en las tablas está más que justificada con la potencia de sus directos. Esta agrupación nos hizo vibrar con cada golpe de viento de sus instrumentos, y en todo el tiempo que les cedieron el protagonismo, se hicieron notar hasta en las afueras del pueblo.

A estas horas ya acusábamos algo de cansancio, pero cuando el cuerpo está caliente, aguanta hasta el final, y estos chicos saben muy bien lo que es obtener la entrega del público desde abajo y hasta arriba. Sus más de tres décadas forjando su historia quedaron patentes hasta el final, cuando cerraron su concierto y nos dejaron en un estado latente, pausado, expectante por los últimos que quedaban por llegar.

Y ya está, ya llegó. Una de las cuestiones más importantes para esta edición del Vintoro era saber qué ocurriría con el concierto de Narco, después de toda la polémica que se desveló acerca de su rostro más visible, Vikingo, y su salida del grupo. Sin entrar en los detalles de esta decisión, he de decir que su sustituto logró que la banda volviera a sonar como nos tienen acostumbrados, con un Chino a las cuerdas vocales, repartiendo cantos y gritos para todos los que estábamos a los pies del escenario.

Habrá a quien le guste y habrá a quien no, sin duda los nostálgicos o los acérrimos a la banda sabrán notar las diferencias entre un integrante y otro, pero lo que sí que quedó claro, es que cerraron la primera noche con todo el público congregado alrededor de estos sevillanos tan transgresores y macarras. El repertorio del set list fue bien recibido por todos en general, y al despedir su actuación, nos dimos cuenta de lo rápido que se nos había pasado todo este tiempo, siendo ya casi las 3 y media de la madrugada.

Así fue como, apurando los últimos cachis y haciendo acopio de las últimas y escasas fuerzas que nos quedaban en el cuerpo, fuimos abandonando el recinto que tanto sudor y energía se ha ganado por nuestra parte, haciendo que deseáramos descansar con las mismas ansias por ver abiertas las puertas al día siguiente.