Cuando te acercas a Candeleda, lo primero que observas son las cumbres de la Sierra de Gredos acariciando el cielo. Desde hace cuatro años, y durante unos días de agosto, hay un pico más que sobresale del suelo hacia el cielo: el del escenario del Shikillo.
Esta es posiblemente la crónica más complicada y delicada que haya escrito hasta ahora de un concierto o de un festival, y las razones son mayormente técnicas, por problemas de la organización. Pero antes un poco de orden, para explicar el por qué de todo esto. Por asuntos personales sólo he cubierto las jornadas del viernes y del sábado, por lo que desconozco si también se presentaron problemas técnicos el jueves y el viernes, como en el concierto de Marea, por ejemplo, uno de los más esperados de esta edición.
Desde su nacimiento como festival, el Shikillo era uno de los que más ganas tenía de conocer de cuantos ofrece la variedad de este país, ya sólo por el reclamo del entorno en el que se celebra. Año tras año, he ido siguiéndole la pista y he comprobado cómo iba creciendo, hasta que este año, el cartel sufrió algunos recortes e incluso se eliminó uno de los escenarios, para congregar a todos los grupos en las mismas tablas, al estilo Vintoro. El cartel se dividía en dos grupos, quedando clasificadas las bandas en aquellas que tocaban en las piscinas naturales, ubicadas a las afueras del pueblo, de aquellos que actuaban en el escenario principal, más cercano a las zonas de acampada.
Nuestra primera jornada, la del viernes, íbamos con unos horarios muy ajustados y no pudimos asistir a las sesiones de conciertos en las piscinas naturales, si bien muchos asistentes nos comentaron que los chicos de Free City lo hicieron de lo mejor posible dentro de todos nombres propios que tocaban en aquel mediodía y tarde. Así pues, comenzamos el día asistiendo a la apertura de conciertos del escenario principal, que por problemas técnicos, dieron comienzo a las 20:30, una hora más tarde de lo previsto, y con una organización que la mayor información que nos brindaba, era unos escuetos “problemas técnicos”.
Ambiente
Hamlet abrieron esta velada saliendo al escenario congregados ante una pequeña muchedumbre, sin aún ser un grupo grande, por lo que la razón de ser de este grupo, que se basa en promover los movimientos de masas, con pogos y walls of death, quedó un poco carente de sentido, pero ese no fue el problema principal. Nuestra sorpresa fue que la voz principal apenas se escuchaba, comenzando la sesión con no pocos problemas de sonido, hasta llegar al punto de que la única forma de escuchar a Molly era metiéndose en el foso y quedándose cerca de él.
Apenas había transcurrido media hora, y al séptimo tema, con cada vez más problemas de sonido, Hamlet decidió abandonar el escenario, ante un público estupefacto, que apenas creció en número durante este rato. “Imperfección” fue su última interpretación en directo que nos ofrecieron, anticipándonos a la tragedia que se estaba gestando.
Hamlet
Seguía sin llegar demasiado público, y las mayores congregaciones de las que fuimos testigos durante este rato fue en las barras para pedir bebida. Kitai lo tenían muy difícil para conseguir superar el tortazo moral que supuso el fallo en la actuación de Hamlet, pero ello no les minó ni una pizca de toda la energía que demuestran como grupo. Salieron a las tablas cuando los últimos rayos del atardecer acariciaban nuestro pelo, y los problemas de sonido volvieron a hacerse patentes, hasta el punto de que daba la impresión de que a Alex le habían robado hasta el último grito de su voz.
Llenos de rabia, optaron por volcar los altavoces reservados a la banda, orientándolos hacia el público, un gesto que pudimos presenciar desde el foso, y que aplaudí hasta dolerme las manos. Este gesto encendió aún más al público, volcado totalmente con estos cuatro chicos, y prendiendo aún más las llamas de la indignación hacia la organización. El punto álgido de esta lucha contra las adversidades quedó plasmado cuando la batería que acariciaba Deivhook voló literalmente sobre nuestras cabezas, con un atardecer de fondo que nos elevó más alto que el escenario.
Kitai
Los problemas seguían, en forma de retrasos, un número cada vez mayor de técnicos congregados alrededor de la mesa de sonido principal, y ya empezaban a asomar los cabezas de cartel de este día. Gatillazo tenía una enorme responsabilidad sobre ellos, puesto que la organización confiaba en su actuación para apaciguar el descontento generalizado que se estaba fraguando (y no sin razón, desde luego). Tarde también, por la acumulación de imprevistos, hizo acto de presencia Evaristo, saciando las ganas de ver a un punky vieja escuela que ya amasaban todas las personas entre el público, ya mucho mayor que al principio de la jornada. Asomados desde el foso, costaba distinguir las últimas cabezas de las filas, lo cual era un buen sinónimo de los ánimos de la gente.
El repertorio que nos entregaron fue digno de sus mejores actuaciones, no dejando fuera ninguno de sus temas más conocidos, como “Nada que ver”, “Mucha muerte” o “Un minuto en libertad”, con presencia también para La Polla, una selección que el público también conocía perfectamente, con “Odio a los partidos” como cierre de su protagonismo escénico. Es cierto que el sonido fue algo mejor, la voz de Evaristo sonaba algo más nítida que los grupos anteriores, pero eso no bastaba para paliar los retrasos acumulados y un público con mucho hambre de pogos y sed de punk.
Gatillazo
No voy a exagerar con lo que estoy a punto de decir, y es que Boikot salieron a actuar hora y media tarde respecto a Gatillazo, y los ánimos no hacían más que decaer y crisparse. Nosotros, desde el foso, fuimos testigos directos de toda esta situación, y los chicos de Boikot recurrieron incluso a contar chistes o a hacer juegos malabares para amenizar la situación desesperada que se vivía en cada cable y en cada tecla de las mesas de sonido.
Cuando por fin les permitieron seguir adelante con su espectáculo, lo hicieron dándolo todo, experimentando no pocos conflictos de audio, sobre todo con las voces, pero sin interferir apenas en las guitarras, armónicas, trompetas ni acordeones. Fue una buena demostración de energía y moral para enfrentarse a estas complicaciones, si bien el reloj nos empezaba a avisar de lo que podría ocurrir, y que efectivamente, acabó siendo inevitable.
Boikot
Tras Boikot, los dos nombres propios que resaltaban en el horario eran Narco y Talco, y los rumores que nos llegaban no eran en absoluto esperanzadores. Unos decían que Talco habían desaparecido, otros que les vieron abandonar el recinto en su furgoneta, y mientras tanto, los seis gamberros se preparaban para subir los peldaños hacia las alturas del escenario. Sin embargo, algo pasó, empezaron a volar hielos y piedras sobre nuestras cabezas, y la seguridad nos aconsejó abandonar el foso por nuestra salud. De nuevo más rumores y comentarios sin un origen claro, y cuando eran las 5:30 de la mañana, dimos esta batalla contra el sonido por perdida.
Si la sensación generalizada que nos dejó este primer día fue de abatimiento y de fatiga, la que debieron arrastrar la mayoría de grupos fue de derrota y de abandono, pero no por sus seguidores, sino por una organización que no pudo hacer frente a lo ocurrido durante todo el día. Abandonamos el recinto caminando sobre una sensación pesada y extraña, la de haber sido testigos directos de cómo, cuando algo puede salir mal, saldrá mal, hasta las últimas consecuencias.
Ambiente
Nuestra segunda jornada en Candeleda coincidía con el final del festival para muchos de los asistentes, y en el ambiente se notaba una carga de inquietud y de tensión, relacionada con todo lo ocurrido en el día anterior. Empezamos la mañana recibiendo noticias, comunicados y rumores, en los que se cruzaban las palabras de la organización y de las bandas, quedando las personas del público ubicadas en medio de esa marea de acusaciones y de responsabilidades.
Los Narcopublicaron un comunicado duro y crítico con el festival, algo comprensible viendo su cabreo por no haber podido salir ni al escenario en el día anterior. Para calmar un poco los ánimos de los asistentes, se prometieron promociones, como 2x1 en las barras hasta las 19:00, o entrada gratis para el sábado si se poseía el abono del día anterior, pero parecía que ni esos esfuerzos iban a conseguir mejorar la imagen que había dado la organización la noche del viernes.
Dejando atrás todas las explicaciones posibles a esas incidencias, dimos comienzo a este nuevo día en el Shikillo yendo en dirección a las piscinas naturales, y lo que comprobamos allí es que, una vez más, un escenario pequeño puede albergar a grandes bandas, personas con un gran arte y potencial, a los que incluso unas tablas grandes se les pueden quedar reducidas.
Ambiente
Los encargados de subir el telón a este mediodía fueron Kamikazes, que estuvieron batallando contra el sonido al principio, pero que acabó sonando mucho mejor según avanzaba su directo. Les siguieron Té Canela, que supieron ganarse al público que hasta se estaba bañando con sus ritmos de rumba flamenca, y un espíritu positivo y enérgico al que no se podían resistir ni los peatones que estaban de paso. Desvariados les siguieron, con el rock más clásico como su sello de identidad, mostrando la variedad que se estaba dando en todo este caluroso rato que llevábamos junto al río.
Llegaron MC Kea, desafiando a la lírica y al ritmo con un flow y una métrica en las rimas que provocaron el movimiento de todos los cuellos ubicados en los alrededores. Y acabamos esta velada con el reloj cercano a las 5 de la tarde, disfrutando con uno de los grupos que, personalmente, más me gustaron de este momento: Papawanda. Un directo que nos lanzaron directamente a nuestros ojos y oídos, una demostración de fuerza y de ganas que nos dejaron clavados en la arena. Estos chicos tienen mucho futuro, como demostraron sus agendas, abarrotadas de fechas para dar conciertos.
Dos horas después, y con algunas fuerzas de las que quemamos en estos conciertos recuperadas, estábamos en el control de acceso del escenario principal, con los ánimos encontrados frente a las expectativas. ¿Se habría dado solución a los grandes problemas de anoche? Entramos para comprobarlo, asistiendo a un público cada vez más creciente y ansioso por salir de dudas.
Kamikazes
Capitán Cobarde fueron puntuales en su salida ante la marea de cabezas, y con el sol aún alto en el cielo, comenzaron a transmitirnos ese calor desde el exterior hacia el interior. Se notaban las diferencias en el audio y en el público, todo mejor que ayer con la jornada de Hamlet, y esto era un buen presagio.
Las buenas vibraciones fueron inundando todo el recinto, y eso se notaba en lo bien que se lo pasaban todos los integrantes, entregados al mismo disfrute que los que estábamos un poco más abajo. Hubo tiempo y espacio para temas viejos y jóvenes, interpretando uno de su último trabajo, “Camino de vuelta”, y acompañado por otros temas míticos de su carrera: “La primavera”, “A ver si me da por pensar”, y uno de los que arrancó más aplausos y gritos, “Vergüenza”. Hubo unos momentos de conversación y reflexión hacia el estado actual de la escena musical, y de cómo cada vez más artistas, incluidos ellos mismos, han de recurrir al micromecenazgo como medios de producción.
Capitan Cobarde
Llegaban Gritando en Silencio, y mientras, fui testigo de cómo preparaban y comprobaban mesas y cables, todo para que el sonido no nos abandonara ni nos fallara. Es la segunda vez que veo a estos chicos sevillanos, la primera de ellas siendo en sala, y tenía ganas de comprobar cómo es su directo a cielo abierto, a lo que he de añadir, que incluso mejor, sin techo que les limite.
Entre tema y tema, dieron muestras de una actitud muy crítica contra la organización, y por otra parte, de comprensión y apoyo para las bandas que se vieron afectadas por todas estas incidencias. Uno de sus temas más reconocidos, “Vértigo”, fue el que más sonido de palmas arrancó al público, seguido en la elevación de los ánimos por “Estaré en el bar” o “Sácame de aquí”. El público estaba con ellos, pero se notaba que no eran aquellos a quienes más ganas tenían por ver, sin duda.
Gritando en Silencio
En este cartel me esperaban descubrimientos y reencuentros muy esperados, y pertenecientes a los primeros, estaban Sons of Aguirre. Parece increíble que aún no les hubiera visto en directo, pero así es, cuestiones de agendas y de prioridades, supongo. Salieron al escenario como nubes jóvenes a punto de desatar una tormenta audible a kilómetros, y así fue, haciendo temblar desde los micrófonos hasta nuestras pieles.
De todos los conciertos del sábado, han sido ellos los que hasta este momento más han contribuido a la actividad del público, protagonizando el que para mí ha sido el mejor wall of death de todo el festival, simplemente perfecto. Sus rimas fluían bien entre cada oído del público, y cuando se trata de ser combativos, reivindicativos y cañeros, a estos chicos no se les congelan las manos ni se les paran las lenguas. También tuve la sensación de que fueron el grupo que mejor acústica tuvo hasta el momento en todo lo que iba transcurrido de sábado.
Sons of Aguirre and Scila
Algo se notaba en el ambiente, y el público lo sabía. A estas horas de la noche, era imposible distinguir un hueco vacío entre toda la marea congregada frente a las barreras, y si algo empezaba a aflorar, era un aroma a Asturies que inundaba todo el ambiente. Ellos estaban llamados a ser el bote salvavidas que ayudase a la organización a limpiar sus errores anteriores, y los que harían que el público se entregase definitivamente a consumir todo el sonido que le llegase a través de las ondas, disfrutando del momento. Y de repente, todo empezó. Antes de que nos diéramos cuenta, a nuestras espaldas, desde el foso, vimos desfilar a casi todos los integrantes de Desakato, menos a uno.
Y antes de que nos diéramos siquiera cuenta, allí estaba Pepo, surcando un mar de manos, sobre una barca hinchable, mecido ante nuestros ojos por todo el oleaje de las personas que estaban por debajo de él. Dio así comienzo uno de los conciertos de estos chicos asturianos más míticos y memorables de todos a los que he asistido, y no son precisamente pocos. Algo que empañó su actuación fue de nuevo la mezcla de sonido, y durante mi estancia en el foso, conté a tres técnicos realizando pruebas con cables y cajas de conexiones, y pareció que algo sí que lograron.
El setlist estuvo plagado de temazos, uno tras otro, sin apenas descansos, salvo por los propiciados por la propia situación, algo de lo que también hablaron Pepo, Pablo y compañía. Si empezamos con “Humo negro”, continuamos con “Animales hambrientos”, “Tiempo de cobardes” y “Columnas de humo”, llenando más de una hora el aire de la sierra con esa mezcla de rock y metal combativo y obrero que interpretan. Y, en el momento en el que llegó “Cuando salga el sol”, supimos que todo iba a terminar, pero nos sumamos también a esa explosión de gargantas que tuvo lugar a modo de despedida.
Desakato
Por asuntos de tiempos y plazos, el que viene ahora es el último concierto que pude cubrir de la jornada, y el que por tanto, me sirvió como despedida a este festival. Los muchachos de Sínkope, con casi tres décadas de actividad en el rock, llegaron desde tierras extremeñas con ganas de llevarse las energías del público, y si bien ya se notaban unas cuantas deserciones en las primeras filas, aún quedaban soldados entregados a la causa musical. La noche ya era avanzada y fresca, pero eso no impidió ser testigos de ríos de sudor, mares de saliva y explosiones de voz, lanzadas directamente desde un lugar incluso más elevado que los focos. Tuve la impresión de que el sonido estaba mejor ecualizado, algo que sin duda debió estar favorecido por la actuación de Desakato de momentos antes. Hubo protagonismo para muchos de sus temas más longevos, y también para algunos extraídos de su último disco, “El parque de los poetas”.
Después de este concierto, estuve un rato hablando con compañeros de esta afición y profesión, y sacamos unas cuantas conclusiones. La más obvia y principal de todas ellas, es que lo que ha ocurrido en este festival, es una muestra de algo que no tiene por qué suceder, pero que, llegados a ese caso, es necesario observar y reflexionar, para que se convierta en un hecho incapaz de volver a repetirse.
No entraré en el debate de si estos fallos de sonido fueron debidos a manos humanas o a problemas electrónicos, pero en esa batalla entre distintas culpas, los que más lo pagaron fueron las personas del público, los asistentes que comprobaban cómo se les ignoraba y que su dinero parecía no importar. Pero la existencia está formada por picos, subidas y bajadas, y donde hay una caída, hay un resurgimiento, algo que me quedó patente comparando el viernes respecto al sábado. Y sí, se podría decir que la vida es un festival, uno en el que a veces algo sale bien, y otras en las que sale mal. Depende de cada persona, de cada lector, de cada oyente, decidir con qué se queda, qué es lo que más valora, lo que porta en sus recuerdos.