COLABORACIONES
 Crónica
 
AbejaRock 2019
  17/08/2019     
  Diego Desegé     
  Diego Desegé
  Recinto, Béjar, Salamanca
www.insonoro.com

Hacer que te sientas como en tu propia casa. A partir de ahora, ese será uno de los aspectos fundamentales que le pida a un festival, porque el Abejarock de este año lo ha logrado en todas sus facetas. Seré sincero, y pese a haber sido esta su undécima edición, yo no supe de él hasta hace poco más de dos años, y en ninguna de esas fechas anteriores pude acercarme a este bello pueblo ubicado en Salamanca. Este año decidí hacer lo que fuera para poder coincidir con este encuentro con la música, y así fue como me aseguré de poder disfrutarlo del todo.

En cuanto llegas a Béjar, lo primero que notas y que sientes es que todo el pueblo se compromete con este festival, y te percatas de ello desde los establecimientos colaboradores, hasta los vecinos que hablan de ello, aunque no conozcan a los grupos, pero sí los fines. Y es que el trasfondo social está totalmente patente en cada célula de estos conciertos, ya que todos los beneficios obtenidos por el festival, se destinan a la asociación AFABECO, que se encarga del cuidado de los pacientes de alzhéimer de Béjar. Se trata de una iniciativa que no puedo parar de apoyar y de aplaudir, y que sin duda, coloca aún más visible en el mapa ese pequeño punto situado entre los montes de la región.

  
Ambiente
 

Ya desde el viernes, el recibimiento que se dio a los primeros asistentes al festival fue de acogimiento y de fiesta, comenzando en el bar Dreams con la música que nos trajeron los chicos de Rencor Absoluto, dejando bien alto su nombre de procedencia, que no es otro que el del mismo pueblo que nos estaba cobijando.

Su punk rock se hacía notar y sonar tanto dentro como fuera del bar, y las casi dos horas que duró su concierto sirvieron para que todos los asistentes fueran preparando sus oídos y gargantas para lo que nos esperaba al otro lado del amanecer. Después de su directo, muchos de los asistentes siguieron en busca de más cervezas y más canciones, con intención de prolongar el calentamiento hasta el día siguiente.

  
Rencor Absoluto
 

El sábado llegó, y para que todo el pueblo se fuera despertando, la atmósfera se llenó de las versiones de temazos del rock, puestos a nuestro servicio y disfrute por el trío que conforman A Cal y Canto. Desde la terraza del bar Los Pinos, el sonido se fue propagando desde lo alto de esta parte del monte, y entre rondas de cervezas y temas más que conocidos, dos horas de nuestra vida quedaron reducidas a un corto y breve tiempo, de lo bien que nos lo hicieron pasar estos chicos.

Ya desde aquí se hizo patente el ambiente que iba a haber a lo largo de todo el día, con muestras de todas las edades dispuestas a disfrutar del rock-metal-punk. Y mención especial para Fer, una de las cabezas visibles y pensantes del Abejarock, que se dejó parte de la voz y de la energía frente al público, bajo los ánimos de todos para que no cantara sólo un tema.

  
A Cal y Canto
 

Antes de que nos diéramos cuenta, todo el pueblo comenzó a inundarse de sacos de dormir, tiendas de campaña, neveras, y de todos sus portadores, sin los cuales, un festival no sería posible. Toda la explanada de tono tierra del camping se fue llenando de las notas de color que aportan los cada vez más frecuentes recién llegados, y cuando el reloj rozaba ligeramente hacia su derecha las cuatro de la tarde, las puertas del recinto del festival se abrieron, permitiendo entrar tanto a público como a prensa.

En este punto, he de confesar que hasta ahora este ha sido el festival en el que mejor me han tratado, y el estuche que nos entregaron al personal acreditado contenía no sólo folletos, vales y agradecimientos, también llevaba en su interior todo el cariño y la dedicación que vuelcan los responsables de la organización en él, para que todo salga bien y como nosotros, los asistentes y los participantes, nos merecemos.

Con los preparativos del equipo, los abrazos y los saludos a amigos y compañeros que iban apareciendo cada minuto, llegó el comienzo oficial del cartel, con un grupo joven, Diazepam, como estreno de la tarde. Nuestras cabezas se fueron girando hacia ellos, paisanos también de este no tan pequeño pueblo, y su equilibrado punk rock fue despertando las células auditivas. No por llevar poco tiempo en la escena se les tiene que clasificar de novatos, y el propio calor veraniego se mezcló con toda la temperatura que añadieron en la casi completa hora que tuvieron el protagonismo escénico.

Por supuesto, estuvo vigilando todo el concierto su mascota de peluche, quien me dio la impresión desde el foso de estar vigilándome desde el escenario.

  
Diazepam
 

El sol seguía acariciándonos, con menos fuerza pero no con menos claridad, y el siguiente punto en esta rockera agenda eran los muchachos de Sinaia. Llevaba dos meses sin verles, desde aquel Vintoro que parece lejano en este ajetreado verano, y salieron a las tablas con toda la fuerza de su triángulo rock-metal-punk.

Tuve la ocasión de hacer fotos tanto desde el foso como desde el público, aprovechando que aún no estaba la arena tan poblada de personas, y tuve la sensación en todo momento de estar cerca de este grupo, la misma proximidad que demuestran tener con su público, con el que tuvieron un momento aún de más recorte de distancias cuando se le cedió el protagonismo de sus voces, haciendo suyo el micro, ante las risas de Valen, su principal cara visible. Demostraron ser conocedores de sus letras, del mismo modo que los de Medina supieron de sobra qué era lo que nosotros queríamos, y era justo lo que nos dieron, las ondas sonoras más altas que llevaban con ellos.

  
Sinaia
 

Sin apenas descanso, aunque con un pequeño retraso, se asomaban ya los rostros y las voces de Los de Marras, y su cuarto de siglo de rock macarra y socarrón se hizo sonar y notar desde el primer acorde. Lo mismo que me ocurrió con Sinaia, a estos mozos les vi ya en el Vintoro de este verano, y esta vez, he disfrutado más de su concierto, por la cercanía que me ofrece poder acceder al foso.

Los rayos del sol se habían replegado casi de todo, y eso, unido a la atracción que el público siente por este grupo, hicieron que la valla apenas fuera visible desde las primeras filas, llenándose de manos, vasos, cabezas y hasta pancartas. Los ecos al unísono de sus letras con las gargantas de los asistentes estuvieron patentes durante la hora larga que convivieron con los focos y las tarimas, y Agustín, como embajador oficial de este buen rato, se llevó al público consigo, al menos hasta que llegase el siguiente grupo. Los valencianos se ganaron cada grito y cada aplauso, y este fue el último concierto del día, antes de que nos alcanzase la noche.

  
Los de Marras
 

El aire comenzaba a cargarse de aromas euskeras, y cuando ya el sol se había ido a dormir, asomaban las notas reconocibles de Gatillazo. Los de Álava venían con ganas de hacer temblar los cimientos de otro festival, y este verano, al igual que con toda su gira, el seísmo que han provocado en cada tabla que han pisado se ha hecho notar hasta en las afueras de cada punto que han visitado. Llegaban no exentos de unas declaraciones polémicas que habían hecho esa misma semana ciertos diputados de cierto partido, pero aquí hablamos de música, de buen rollo, y no de política ni de gobiernos.

Demostraron que son merecedores del apoyo del público, que se volcó con ellos y elevó tan alto sus manos como pudo, para tratar de cruzarse con los dedos de Evaristo y compañía, y el punk más longevo les acarició las entrañas hasta dejarlas tan impregnadas como las tablas por los escupitajos del frontman. La marea de brazos y manos en alto hacía evidente las mejores previsiones, y cuando ya era imposible distinguir las barras del fondo, supe que esta edición estaba llamada a conseguir otro hito.

  
Gatillazo
 

Antes de que la luna empezase a descubrirse por lo alto de las montañas que nos custodiaban, hubo varias explosiones, con epicentro sevillano. Los de Narco hicieron acto de presencia, y las rimas más eléctricas se mezclaron con las bases más potentes. Platos, guitarra, bajo, varios micros, y una batería que les cubría las espaldas fueron cargando cada minuto de esa energía de la que se crean los pogos.

La muleta de Curro parecía ser un puntero para dirigir a las masas, y como buen maestro de ceremonias, hizo que cada músculo y cada terminación nerviosa fuera cobrando vida, con una iluminación más cercana a una rave que a un concierto. Hubo un momento en el que parecía que el tiempo se ralentizaba, y de repente, las miradas de su voz principal y de un chaval aleatorio del público se cruzaron.

En cuestión de segundos, ese anteriormente anónimo asistente se encontraba rapeando junto a Curro, lo que provocó aún más manos en el aire y saltos en el suelo. Y, guardando lo mejor para el final, sonó una voz robótica, anticipándonos a la aparición del personaje más celebrado de la banda, el compañero Yoni, con más usos que una navaja suiza. Así fue como se despidieron del cada vez más encendido público, con los bailes robóticos de este ayudante de hojalata.

  
Narco
 

Durante todo este tiempo, tuve varias oportunidades para charlar con el personal de la organización, y en cada ocasión, me transmitieron unas sensaciones que fueron cambiando del nerviosismo al entusiasmo. Y no era para menos, porque entre estos dos conciertos de los que he hablado, fue cuando se confirmó que se había alcanzado el sold out, el lleno absoluto, la venta de todas las entradas, y por tanto, se cubrió todo el aforo, haciendo que todos los esfuerzos a lo largo del año se vieran recompensados de sobra. Les di la enhorabuena de la forma que mejor sé, con abrazos fuertes y palabras sinceras, porque se merecen todo eso y más.

Era extraño, pues aunque el cielo estuviera despejado, comenzábamos a escuchar unos truenos lejanos. Conforme se acercaba más ese ruido, distinguimos que no los iban a acompañar ni nubes ni relámpagos, porque lo que estaba llegando era un vendaval asturiano. Desakato, ocupando ya los dedos de mis ambas manos en ocasiones que les he acompañado este año, saltaron literalmente sobre el escenario, en un alarde enérgico que conectó inmediatamente con el público. Retumbaron todos sus temas más conocidos, y del disco Antártica, prácticamente no quedó ninguno apartado.

En esta ocasión, no hubo surfeo de hinchables, pero la más de una hora que vivieron en nuestros sentidos se quedó bien almacenada en el recuerdo, con salto final y coros de Pepo y solo de guitarra de Pablo, ambos interpretados sobre el público, sosteniendo con sus almas los espíritus combativos, rockeros y metaleros de estos chavales de Llanera. Incluso a mí me dieron ganas de saltarme las vallas del foso para sumarme al oleaje de manos que en ese momento estaba arreciando frente a las costas de Béjar.

  
Desakato
 

Ya pasando las tres horas desde la llegada de un nuevo día, quedaba por despedir esta noche de agosto de la mejor manera posible. Y los encargados de cerrar este imperecedero homenaje a la música eran ese grupo de personas a los que nunca conseguirán ponerles un bozal ni unas cadenas. Sons of Aguirre llegaron con la boca igual de abierta que siempre, dispuestos a rapear, a saltar, a gritar, a desgastarse cada dedo acariciando las cuerdas y aporreando las baquetas. Mi encuentro con ellos no fue exactamente a como hizo dos semanas en el Shikillo, pues esta vez contaban con la colaboración de Scilla, compañero habitual y querido en su gira de este año. No daba la impresión de que nadie quisiera que esto acabara, porque, lejos de encontrar cuerpos cansados, voces agotadas u ojos cerrados, lo que abundaba era un exceso de energía, no dispuesto a abandonar la sangre de sus poseedores.

Pero así fue, y a las 4:30 de la madrugada, los focos se atenuaron, las voces se calmaron, y las puertas del recinto se convirtieron en un río a contracorriente del anterior que nos había inundado de vasos, pulseras, crestas y mensajes reivindicativos y combativos.

Con todo oficialmente culminado y terminado, fui recogiendo mi equipo, despidiendo las almas que habitan en todas las personas conocidas con quienes me crucé, y con el pensamiento habitual de por qué no habría visitado esta cita antes, la cual ahora considero obligatoria. Pero, el pasado está pasado, y lo que espero es que vengan otras once ediciones más, a las que yo por supuesto, pueda acudir.

Porque fuimos 3000 abejas, formando una de las colmenas más bellas y unidas que recuerdo, y volamos alto, muy alto, con nuestros colores amarillos y negros brillando con la misma fuerza, con luz o sin ella. Y todas las personas a las que dimos voz y testimonio formaron un enjambre junto a nosotros, para que nos recuerden y vivan como hicimos aquel 17 de agosto.

  
Sons of Aguirre and Scila
 
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