“Hoy es el futuro”, recordaba el cartel rosa ajado por las últimas lluvias. “Hoy es el futuro”, se leía en los ojos de las personas que se iban acercando a la plaza de toros de Valencia a última hora de la tarde, luciendo camisetas de SA, Barricada, Gatillazo, La Polla Records...
En realidad el futuro había empezado la noche anterior en esa ciudad; pero los medios sólo estábamos acreditados el 21 de septiembre de 2019 para informar de ese segundo concierto de la gira de reunión de La Polla Records. Su última cabalgada, como a ellos les gusta llamarla. Una gira corta y con fecha de caducidad. Al menos en principio...
Para esta gira han cambiado a los mendíbiles. Sin embargo, las letras de las canciones siguen valiendo. En el momento de su publicación se adelantaron varios años a los titulares de actualidad de los periódicos, y hoy en día siguen vigentes, puesto que al escuchar “Delincuencia”, “El ojo te ve”, “Nadie es inocente” o “El Congreso de los ratones” -por citar solo unas pocas- su mensaje se puede aplicar perfectamente a la situación actual. Incluso reciente; tanto como si alguna hubiera sido compuesta pocos días antes de este concierto.
Había varias incógnitas sobre esta gira. La primera, cómo estarían de forma para afrontarla todos los integrantes de esta última formación de la banda –que son los mismos que se separaron en 2003. La segunda, si el sonido sería el de La Polla Records puesto al día o el de Gatillazo con dos caras distintas.
Nuestras dudas empezaron a disiparse pocos minutos después de las 22.30 horas, momento en que se apagaron las luces, se encendieron las de los teléfonos móviles, sonó música sacra, apareció un cruz de madera ardiendo en las pantallas gigantes y salieron al escenario los de Agurain para tocar “Salve”. El sonido desde el inicio fue arrollador. La primera fila del público –formada por jóvenes que no vivieron los primeros años de la banda- se agitó eufórica con los primeros acordes, pero había tantos vigilantes de seguridad en el foso que nadie intentó saltar al escenario, como ocurre en los conciertos de Gatillazo. Al menos durante las seis primeras canciones. Y es que eran tantos los vigilantes que a poco que te descuidaras se te colaba alguno en las fotos.
La comunicación no verbal con el público corría a cargo de Evaristo al tiempo que cantaba, aunque Abel tampoco paraba de moverse.
Después tratarían del conflicto palestino-israelí, de nuestra alegre juventud... En la nueva versión de “Lucky man”, cuando Evaristo cantó eso de “preferimos hacer el vasco”, se puso una chapela.
Ambiente
Cuando ellos estaban entrando en materia nosotros fuimos saliendo, pues se habían acabado las canciones durante las que los fotógrafos de prensa podíamos tomar imágenes. Me tocaba encaminarme a dejar el equipo en consigna para seguir en el recinto atento para escribir la crónica del concierto, pero ese día el destino me iba a deparar una sorpresa: en consigna no se hacían cargo ni de bolsas ni de equipo fotográfico.
La organización te exige que dejes el equipo en consigna para seguir en el recinto, pero en consigna no se hacían cargo del equipo: era un callejón sin salida, un círculo vicioso, la pescadilla que se muerde la cola... Algo que supe sin tiempo para poder reaccionar, pues dada la ola de robos de equipos fotográficos que se viene produciendo últimamente no es recomendable dejarlo en el coche o en cualquier otro lugar que no ofrezca confianza. Qué menos que te garanticen un lugar seguro donde poder dejar el equipo mientras sigues trabajando. Era la primera vez que me ocurría en un concierto. Cada día es más fácil hacer fotografías, pero más difícil ser fotógrafo...
No fui el único. Al menos hubo otro medio en que al compañero le ocurría lo mismo...
Visto el panorama, yo decidí seguir el concierto desde la calle: de perdidos... a la puerta de acceso a la plaza frente al escenario. Al menos de algo podría informar, aunque fuera casi a ciegas, pues una enorme tela negra colgada desde la grada impedía ver al grupo. Tooodo estaba bajo control...
Durante este intervalo habían tocado “Chica ye-yé”, “Los siete enanitos”, “Delincuencia” y “Come mierda”. Clasicazos.
Al menos me llegaba el sonido y podría hablar de las canciones que tocaran. Y lo que hacían los seguidores de La Polla que no tenían entrada y habían decidido acercarse hasta allí. De entre todos llamaba la atención un solitario punki latino que bailaba sin cesar con la cabeza gacha. Parecía colocado. Se animó aún más cuando sonó “Ni descanso ni paz!”. La Polla Records son el mayor referente del punk en Latinoamérica, donde cuentan con una legión de seguidores. Por ello, en esta gira actuarán allí en ocho ciudades. Lo de “A tu lado” no deja de ser pura ironía.
Desde allí la música se escuchaba muy bien, aunque a Evaristo, cuando dejaba de cantar y se dirigía al público, no se le entendía casi nada.
Aquella puerta de acceso estaba bastante animada. Había también por allí una pareja de amigos, viejos seguidores de la banda; y una cantidad de personas que enfilaban la entrada distraídamente, como si anduvieran por casa. Hasta que los vigilantes los echaban para atrás. Varios de ellos eran reincidentes. Y seguirían intentándolo...
En esas estábamos cuando apareció por allí un grupo de ancianas encopetadas que no tenían aspecto de haber sido seguidoras de La Polla cuando eran más jóvenes, pero se aproximaron a la entrada. Tampoco parecían querer confraternizar cantando “Gol en el campo, paz en la tierra”, como hacía en ese momento todo el público que estaba en el ruedo, debajo de la enorme tela negra. Tampoco creo que quisieran comprobar las camisetas que llevaban los miembros de La Polla. Pero su curiosidad les acercó tanto a la entrada que un escuálido vigilante les tuvo que rogar que se retirasen.
Ambiente
Para cuando le llegó el turno a “El congreso de ratones” el grupo que intentaba colarse haciéndose los despistados lo había intentado ya innumerables veces, de todas las formas posibles: cambiando uno de los miembros de la pareja por otro, intercambiando las camisetas entre ellos... Pero nada funcionaba... Siempre les echaban para atrás.
Ni al empezar ni al acabar esa canción que definía muy bien el estado de ánimo de la ciudadanía en esos días, Evaristo hizo ningún comentario al respecto. Es más, estuvo más parco en comentarios de lo habitual durante todo el concierto. O quizá es que no llegaba todo lo que se hablaba hasta donde me encontraba.
Antes de que la mayoría del pueblo se diese cuenta de que las canciones de La Polla no hablaban de ciencia-ficción, sino de la cruda realidad, y de que el desencanto desembocara en las plazas un 15 de mayo, las válvulas de escape eran La Polla Records o el fútbol. Si en el verano de 1986 el pueblo pidió a Butragueño como presidente del Gobierno por haber marcado tres goles en el Mundial de fútbol, ¿no hubiera estado más justificado ahora reclamar a Evaristo –al igual que en su día se dijo de Eskorbuto- como presidente de consenso? Pero ahora las cosas no están para frivolidades. Además, Evaristo ni tiene ganas ni necesidad de entrar en el guiñol de la política. Ni es lo que esperan sus seguidores. Algo hemos avanzado.
Crucé unas palabras con el punki latino y comprobé que no estaba colgado como parecía, sino que era una forma de eludir las reprimendas del vigilante escuálido cuando en su baile se aproximaba demasiado a la entrada. Los tipos listos siempre son los que se hacen los tontos...
La Polla seguía repartiendo para todos. Desde “Hoy vamos a explicar la definición de feo”, pasando por “Radio Krimen” y “La justicia”, hasta “Odio a los partidos”.
Me llamó la atención que no reservaran para el final dos de sus canciones más emblemáticas como son “No somos nada” y “Ellos dicen mierda”, sino que las tocaron seguidas y un poco antes de hacer la pausa que daría paso al primero de los bises.
Con el paso de los años ha ido cambiando el “mierda” que dicen “ellos”. Ahora utilizan un mantra que repiten sin cesar para justificar todos sus desmanes: “Es que ha cambiado el paradigma”. En el fondo el engaño es tan burdo como siempre, sólo que la apariencia se va sofisticando.
Pues agárrate donde puedas porque últimamente se viene escuchando que se acerca una recesión. Eso significa que algunos quieren rebañar las migajas que quedaron después de lo que llamaron “Crisis”. El único consuelo que nos queda es que allí estará La Polla, o Gatillazo en su defecto, para contárnoslo con música.
La Polla Records
En estas apareció un jovenzuelo que preguntó cuánto costaban las entradas. “¡¿Cuarenta pavos?!”, exclamó cuando le contestaron. “¿Estos son punkis? Yo sí que soy la polla...”, remató, y se marchó sin más. ¡Hay que ver cómo son los modernos de derechas! No les parece lícito que los punkis y las personas de izquierdas se enriquezcan con su talento y con su trabajo. Piensan que los progresistas para ser coherentes han de ser siempre pobres de solemnidad. Sin embargo, seguro que le parecerá justificado que siendo de derechas uno se enriquezca de cualquier manera. ¿Incluso con mamandurrias y corruptelas...? “Punkis sí, pero no gilipollas”, le hubieran contestado los de Salvatierra de estar allí. Es poco probable que le oyeran desde el escenario, pero el caso es que poco después tocarían “Cara al culo”.
Durante toda la noche pudimos comprobar que La Polla Records sigue dando guerra en su gira de 2019. Y que Abel y Sumé aguantaron como campeones pese a haber estado retirados de los escenarios y de las giras durante todos estos años, pues el asunto duró cerca de hora y tres cuartos y tocaron sin descanso... Bueno, con alguna pausa.
Les han sentado muy bien a todos los ensayos y las actuaciones sorpresa que hicieron en locales de municipios alaveses días antes del primer concierto oficial.
Después de “Así casca la basca” se hizo el silencio y mi confidente de Villarreal, que había estado también el día anterior y ya desistía de intentar colarse, me confirmó que ahí acababa el segundo concierto de la gira de conmemoración del cuadragésimo aniversario de la fundación de La Polla Records. Así que los miembros de la espontánea hermandad de desheredados de la fortuna allí reunida nos disolvimos. Y me sentí conforme con mi destino, a pesar de lo que solía augurar mi abuelo: “Mira que te lo tengo dicho, Roberto, juntándote siempre con desgraciaos no vas a llegar a ninguna parte; vas a acabar siendo un perdedor más. Aprende de tus primos, que se relacionan con las personas influyentes, con los que mueven los hilos en esta ciudad... Ellos sí que van a triunfar en la vida”.
Pero yo sigo en las mismas, juntándome con quien empatizo. Hasta la derrota final.