Unas semanas antes del concierto en La Gruta había estado oyendo a los punk rockers londineses Trash Culture antes su “Just a ride” y me habían gustado. De hecho, tienen ingredientes para atrapar a la primera escucha: rabia, sencillas pero buenas composiciones y diversión. Ahora se trataba de descubrir su potencial en directo presentando su disco editado este mismo año.

Para abrir fuego en la Gruta 77, atacaron con “Modern love” a la medianoche, hora de las brujas. Las canciones empiezan rápidas y ocasionalmente pegan acelerones aún más rápidos: “Couldn´t care less”, “Get out”, “My god it´s better than yours” y “Me, myself & you”. El cantante Cunha, un punk que se presenta con una larga cresta melenuda que le cuelga por la espalda, pantalones ajustados, pecholobo y piercings en los pezones, lo da todo desde el principio, lanzando espumarajos de cerveza a las primeras filas y revolcándose por el escenario. Son una banda de garaje, de las del punk de la vieja escuela, que no da concesiones y en la que la actitud prevalece sobre el sonido. De hecho, entre canción y canción como “Dull boys”, “H.D.F.S (High, drunk, fucked, stoned)” o “S.O.S”, se oyen ruidos y pitos de los instrumentos.

Mientras sus compañeros sudan la gota gorda sobre sus instrumentos, Cunha hace incursiones frecuentes entre el público, bajando directamente del escenario para mezclarse entre los asistentes que hacen pogos o ejecutar poses de desesperado marginado social al pie del escenario o sobre el mismo. Llega la canción que le da título al disco “Just a ride” y más temas rápidos: “Shout”, “I wanna die” y “Mr. Nice Guy” sin tregua. Para terminar, la canción con la que abren su disco “Just a ride”: “Can”. Un show breve, de unos 35 minutos pero de gran intensidad.

M.C.D. se valieron de la anacrónica y ortopédica sinfonía del “No-Do” para anunciar su llegada. Como cabía esperar, se presentaron con el perfecto tema de entrada que es “35 millones de borregos” y su acrónimo “M.C.D.”. Las canciones de esta banda desprenden olor a dura vida callejera y hasta los títulos de sus temas no pueden ser más explícitos: “Violencia macarra”, “Como un perro” y “Jódete”. Tras numerosos cambios de formación en su historia, ahora M.C.D. tienen una alineación de trío. El veterano Jokin pulsa las cuerdas de su Gibson blanca armando el ritmo rápido y rockanrolero que les caracteriza, Efe toca las cuatro cuerdas y hace la voz principal, además de conducir el concierto, mientras que el miembro más joven y reciente, Txilo, demuestra un gran hacer a la batería.

El tenso clima político y social que se ha respirado tantos años en Euskadi también es un tema recurrente de la banda y así lo atestiguan “Pánico en las calles”, “Terrorista”, “Odio” o “Gernika” y no por eso dejan de hacer gala de un buen humor negro en canciones como “Trabajo de sereno”. Dejan hueco para material más reciente como “Imposible”, “Pasa una vez” o “Mil historias”, sin dejar de lado los clásicos coreables que todo seguidor de M.C.D. espera como “Sal a la calle”, “A 68” o “Violencia sin cuartel”. También hay hueco para cierto romanticismo callejero en canciones como “Sucio amor” y “Asesino a sueldo”.

Cada vez con más frecuencia, los asistentes se subían con el grupo para cantarse unos versos y tirarse en panza a las primeras filas unos instantes después, ya que no tardaban en ser desalojados del escenario por un trabajador del backstage. Himnos como la morbosa “Vomitaré” servían de marco idóneo para esta actividad, aunque alguno que otro parroquiano debió hacerse daño en el aterrizaje.

Si todo el concierto estuvo muy animado, la tanda final  ya fue una pura fiesta: “Barrio blues”, “No más punkis muertos”, las localistas “Bilbainada” y “Barrenkalle” (ahí, que se note de donde son estos chicarrones del norte), “No hay sitio para ti” y “Todo por nada”. Se despidieron con la celebérrima “Entre borrachos” que fue coreada por todos los presente/as, y no obstante, y ante la amenaza de seguir tocando o acabar en el pilón, un sonriente y agradecido por su apoyo al público Efe, volvió a las tablas con sus compañeros para ejecutar unos bises tan buenos como el frenético “Pringao” y el clásico “Popatik hartzera!”. Mientras el cuerpo aguante, esperamos muchos conciertos así.