El Calella Rockfest es uno de esos festivales hechos con cariño, donde se cuida a los músicos y al público con mimo para hacerlos sentirse en casa. Con esa pasión por la música y por el Rock sin aditivos que da no tener más pretensiones económicas que cubrir gastos y asegurar la siguiente edición.
Pero además, el Calella Rockfest es uno de los escasísimos festivales dedicados exclusivamente al Rock, sin que se cuelen injerencias extrañas. Por eso no deja de sorprender que, tras siete espléndidas ediciones, todavía estén luchando por su supervivencia y que su público se nutra más de gente que viene de muy lejos que de ciudades cercanas como Barcelona. Insonoro no falla a la cita, y un año más acudimos a la llamada del Calella Rockfest.
The Grassland Sinners tuvieron la difícil papeleta de abrir el festival cuando la sala había recibido aún a pocos visitantes. La banda catalana dio buena muestra de su gusto por los sonidos americanos, cercanos a formaciones como Black Crowes o Gov’t Mule, con un show vitalista y efectivo que atrajo como imán a cada recién llegado. Rock clásico presente también en la estética de los músicos en un show que fue de menos a más y que acabó dejando una excelente impresión.
The Grassland Sinners
Laurence Jones lleva ya demasiados años con el sambenito de ser “la nueva estrella del blues”. A sus veintisiete años puede que sea joven pero hace tiempo que dejó de ser una promesa para ser una realidad. Ganador, entre muchos otros premios, del European Blues Music Award, y el British Blues Awards cuatro veces consecutivas, es, además, el miembro más joven en ingresar en el Blues Hall of Fame de Reino Unido. La suya es una carrera imparable que se ha afianzado con la publicación a finales de septiembre de su nuevo álbum, el séptimo de su carrera, titulado sencillamente “Laurence Jones Band”, disco que vino a presentar al Calella Rockfest.
Al guitarrista le bastaron un par de canciones para demostrar que es merecedor de la buena reputación que le precede. Manejó los tiempos del show con maestría y estructuró el concierto con una intensidad in crescendo que consiguió atrapar al público de principio a fin. Lució su dominio de las seis cuerdas con temas como “Stay” o “My Heart Is on Fire”, pero en contra de lo que pasa con otros virtuosos con mucha técnica y poco sentimiento, Laurence Jones rezuma feeling en cada nota.
Los asistentes ya estaban embelesados cuando el británico coló en el setlist algunas covers como “Day Tripper” de los Beatles, “I Woke Up This Morning (My Baby’s Gone)” de B.B. King, “Before You Acusse Me” de Bo Diddley y hasta una magnífica “Fortunate Son” de la Creedence. En el Calella Rockfest pudimos disfrutar de un Laurence Jones más rockero, con un sonido más duro y más directo del que había mostrado en anteriores visitas, y visto el entusiasmo que despertó entre el público, está claro que ha acertado con el cambio. Una cerrada ovación despidió al británico que cerró con “Live It Up”, empapado en sudor, uno de los mejores conciertos del fin de semana.
Laurence Jones
Había llegado el momento del plato fuerte del festival, el momento de ver en escena al mítico Southside Johnny y sus Asbury Jukes. Su historia es la de la otra cara de la moneda, de un éxito truncado sin motivo en el mismo tablero donde triunfó Bruce Springsteen. La expectación y las expectativas estaban por las nubes entre los que se apelotonaba en las primeras filas. Al de New Jersey y su banda les costó entrar en el concierto. Durante los primeros temas sonaron deslavazados y un tanto caóticos, como si echaran en falta horas de ensayo. Tampoco ayudaba el sonido áspero con el que se empeñaron en tocar. Pero el calor del público les arropó y poco a poco consiguieron encajar el engranaje de una máquinaria que, ya engrasada, recuperó el esplendor esperado.
A partir de entonces, fue una delicia escuchar temas como “Harder than It Looks” o “Don’t Waste My Time”, con la sección de vientos dando calor a cada nota. La banda sonaba por fin sin fisuras y nos dejó descubrir por qué Southside Johnny es una leyenda. Un momento mágico fue la interpretación de la inigualable “Talk to Me”, con el público cantando rendido ante él. Su voz rota, áspera, se desgarró para transmitir toda la fuerza de canciones tan poderosas como “I’m Not that Lonely”, “All the Way Home” o “The Fever”.
con un Jeff Kazee inconmensurable en el teclado. El bis no podía ser otro que “Having a Party”, la versión que hace de Sam Cooke, que dejó al público con una sonrisa en la boca y a sus fans más que satisfechos.
Southside Johnny and Asbury Jukes
A Schizophrenic Spacers les encargaron la tarea de cerrar la primera jornada y no podían haber hecho una mejor elección. Los catalanes salieron a comerse el festival y a llevarse por delante a todo el que estuviera allí. En tromba y sin preliminares sacudieron bombazos como “Sexual Blackmail” o “Desirable Citizen” comandados por un Sergio Martos tan hiperactivo como provocador. La fiesta estaba servida y era imparable. Ni una sola garganta dejó de corear la versión que hicieron de “Smoke on the Water” y con el público ya desatado llegó “Dirty Diamonds” de Alice Cooper.
Añadieron más madera al fuego con “Walking the Dog”, “Montpellier”o “Night Flames”, con la banda dando cera sin piedad, haciendo eso tan fácil y tan difícil a la vez que es el Rock con dos pelotas no apto para sensibles. En la parte final echaron mano de “Pinball Wizard” y “Won’t Get Fooled Again” de The Who para firmar un show que dejó a los presentas tan exhaustos como felices. Si no existieran, a los Schizophrenic Spacers habría que inventarlos.
Schizophrenic Spacers
En el Calella Rockfest siempre han tenido cabida las bandas de la zona y la programación del sábado comenzó con el concierto de los locales Silverflame, o lo que es lo mismo, los cuatro músicos de la Banda del Yuyu a los que se les ha unido la cantante Sheila Endekos. Los catalanes sorprendieron gratamente a los que no les conocían con su rock clásico con toques psicodélicos.
La banda sonó con contundencia en temas enérgicos como “"Chrysalis", y se dejaron llevar con acierto en sólidos desarrollos instrumentales. “Make It Real” o “Silver Flame” permitieron a Endekos lucir su registro vocal, quien demostró ser una frontwoman con carácter y presencia. Muy buen bolo el suyo.
Silverflame
The Liza Colby Sound congregó en el foso del Calella Rockfest el mayor número de fotógrafos de todo el festival. No es de extrañar, la cantante es una auténtica fiera escénica y un auténtico regalo para los objetivos de las cámaras. Con un cuerpazo de infarto, que ella luce con descaro, y una presencia arrolladora, el suyo es un espectáculo mayúsculo que trasciende más allá de la música. Acompañan a la artista una banda correcta sin más, con la que elabora una mezcla de hard rock con toques de garaje sin mayor trascendencia y con el que no tendrían mayor relevancia si no fuera por la fuerza de su frontwoman.
Resulta imposible abstraerse de la colección de movimientos, contorsiones y posturas sensuales que despliega la cantante subida en unos tacones imposibles. Liza canta, y lo hace muy bien, mientras se sube a los amplis, se arrastra por el suelo o se dobla como si fuera de goma. Provoca, incita y se mueve a una velocidad endiablada por el escenario, con la fiereza de Tina Turner y la desvergüenza de Wendy O.
Entre temas propios como “Shake You”, “Try Me”, “Creep On”, o “Young Girl” colaron un homenaje al recientemente fallecido Ginger Baker con “Sunshine Of Your Love” y también sonó la sobada “Goind Down” de Freedie King. El público mantuvo el pulso durante todo el concierto aunque para una banda que desarrolla tantísima energía en directo el set se les hizo un poco largo. Un cuarto de hora menos y hubieran dejado el bolo en plena explosión.
The Liza Colby Sound
La inclusión de Ñu como cabeza de cartel del Calella Rockfest sorprendió a muchos de los asiduos. Tal vez no cuadrara a la perfección en la línea general, pero el festival siempre tiene alguna concesión con otros estilos del rock. Con más de cuarenta años de carrera, la grandeza de estos clásicos del rock español está fuera de toda duda, y José Carlos Molina y los suyos congregaron en las primeras filas a muchos fans que acudieron a Calella sólo por ellos.
Desde el principio quedó claro que la banda no estaba a gusto con el sonido de los monitores y este problema técnico, sumado a la falta de predisposición del cantante, arruinó el concierto. Tras un par de temas de esa mezcla de rock, heavy y folk que les ha conferido siempre un estilo tan personal, Molina empezó a quejarse con malos modos de la sala, de los técnicos y del sonido, algo que incomodó a un público que sólo tenía ganas de pasárselo bien. No mejoró con el paso de los temas, al revés, el cantante se mostraba cada vez más enfadado y terminó por abandonar el escenario con un “yo así no toco más” antes de terminar los bises.
Ñu dejó muy mal sabor de boca por la falta de profesionalidad de su líder, quien seguro que se ha enfrentado a situaciones mucho más difíciles en sus más de cuatro décadas de carrera. Desilusión por parte de sus seguidores y enfado generalizado del resto del público que, ante un espectáculo tan vergonzoso, prefirió irse a cenar.
Ñu
Hubiera sido una pena que un festival tan fantástico como el Calella terminara así. Menos mal que estaban Diamond Dogs para dar la vuelta a la situación. Por mucho que pasen los años, los suecos son siempre un seguro de fiesta, diversión y buena música. Llegaron con su nuevo disco bajo el brazo, “Recall Rock n’Roll”, una nueva celebración de la vida (y ya van trece) con el que regresan cuatro años después de anunciar su separación.
No sabes lo que es el rock n’roll si no has visto a Diamond Dogs en directo. Antes de que terminaran el primer tema (el chupinazo fue “Every Little Crack”) el público había recuperado la alegría y las ganas de diversión. El gran Sulo a las voces y Henrik “Duke Of Honk” Widen en los teclados, los únicos miembros originales, se pusieron el mono de faena y ofrecieron un maravilloso repaso al rock tabernero heredero de The Faces que tan bien les sale. “Valentina” y “Recall Rock n’Roll” sonaron como los nuevos himnos de la banda, que sonó bien cohesionada y derrochó actitud festiva.
Sulo mantiene intacta la voz y el magnetismo, y con él al frente Diamond Dogs ofrecieron a una audiencia ávida sus temas de rock sudoroso y grasiento como son “Anywhere Tonight” o “Bound To Ravage”. No faltaron canciones tan emblemáticas como la arrolladora “Hardhitter”, “Passing Through My Heart” o la tremenda “Goodby Miss Jill”.
Regresaron para los bises entre los vítores del público y se arrancaron con la calma de “Desperate Poetry” como preámbulo para el rock desenfrenado de “Bite Off”, con el que pusieron el punto final a un magnífico concierto. Bola, set y partido para los suecos que se llevaron en el último asalto el premio a la mejor actuación del festival.
de semana inolvidable en el que la música y el buen ambiente son lo más importante. El año que viene, volveremos a por más.