Quien diga que no hay escena punk en Madrid no ve o no quiere ver. El sábado 18 de enero, en concreto, hubo quien se las vio teniendo que elegir entre más de 4 eventos en diferentes espacios. Uno de esos conciertos fue orquestado por la coordinadora de bandas Incendiaria y reunió sobre el escenario de la céntrica Wurlitzer Ballroom a dos bandas locales: Reyerta y Delabruja, con una banda de hardcore melódico de Pamplona con casi 30 años de historia: Leihotikan.
Hacia las 20:40 me acerqué por el recinto a saludar. El interior estaba ocupado por el staff, los integrantes de las bandas, miembros de la coordinadora y técnicos. Charla, cervezas y algo de cena durante las pruebas de sonido. Me llamó la atención la inusual cantidad de merchandising sobre las mesas situadas junto a la entrada: Una mesa por banda, a las que se sumaba la de la coordinadora. Delabruja presentaban su nuevo LP, “Hay motivos para que las palabras tiemblen” y me explicaron con palpable alivio que habían recibido los vinilos el día anterior. En el ambiente se percibían euforia y nervios a partes iguales, pues se esperaba bastante público.
Hacia las 22:00 ya había bastante gente en la calle esperando para entrar… y más aún dentro de la sala. Si bien es cierto que nunca debería esperarse otra cosa, siempre es motivo de alegría ver tanta gente frente al escenario antes de que empiece el primer grupo. Me escurrí a la primera fila mientras iba entrando más gente. A las 22:10 la banda encargada de abrir la velada subió al escenario.
Reyerta
REYERTA: LIBRES, SALVAJES Y CERTEROS
La última vez que vi a Reyerta en directo, el pasado 16 de noviembre en la sala Starving, fueron los encargados de cerrar la noche y lo hicieron con una solvencia tremenda. Tenía mucha curiosidad por ver si su punk rock funciona igual de bien abriendo un show.
Con la sala a mitad de capacidad (que no es poco) y las primeras filas bastante concurridas, saltaron al escenario y tiraron sus “Guerra” y “Nacidos para vencer” sin contemplaciones. El público, recién llegado y aún frío, no bailaba, pero sí sonreía. Y es que Reyerta tocaron y sonaron muy, muy bien. Nítidos y contundentes desde el primer tema. La entrada a “Último asalto” daba a Sante, su cantante, algo de tiempo para denunciar cómo el capitalismo nos destruye poco a poco.
El primer descanso para los tragos de cerveza reglamentarios terminó con “Pensamientos derretidos”, que abre con un punteo de guitarra que dio gusto escuchar en directo. El trabajo de Edu y Rober a las guitarras está muy conseguido y compensado. Juegan mucho con octavas y punteos sobre los riffs, pero nunca abusando de ninguna de las dos cosas, siempre teniendo presente no pisar a las voces y bien integradas con las líneas de bajo de Fran. Sin un segundo de pausa, siguió “Gritos”, un tema de momento inédito de corte más hardcore que el resto de su repertorio que abría con Diego machacando los timbales y el bombo. Las voces de Sante y Rober funcionan muy bien, unas veces cantando juntos y otras alternándose. El público, poco a poco, comenzaba a moverse.
Tras hablar sobre libertad de expresión y una breve intro, nos lanzaron “Mordaza”, en cuya versión de estudio colaboró Miguel de Rude Pride, y “La maldición”, que abría con una sección a medio tiempo incluyendo una línea de bajo de las que te vas tarareando de camino a casa.
La recta final de su actuación la iniciaron otros dos temas inéditos: “Solos contra el viento” y “Asko”. Del segundo me llamaron la atención unos coros tan clásicos como bien hechos, algo nada fácil. La sala rompió a bailar, por fin, cuando empezaron a tocar su “Libres y salvajes”, con el público entregado y cantando el último estribillo. Llegaron los agradecimientos a bandas, organización y público “por hacernos sudar… con lo poco que nos gusta el deporte”. Cerraron la actuación con su “No fui yo”, también cantada y bailada con entusiasmo por el respetable. Cierre y aplauso.
Abrir un concierto no es una tarea fácil para una banda, pero sí una buenísima ocasión para demostrar actitud y tablas. Los chicos de Reyerta hicieron ambas cosas, y muy bien.
Reyerta
DELABRUJA: HAY MOTIVOS PARA QUE LA WURLITZER TIEMBLE
Delabruja tiene uno de los directos con más pegada que he visto por Madrid en los últimos años. Siempre que los he visto han funcionado bien sobre el escenario y de cara al público, haya sido en okupas o salas, y no los he visto pocas veces. Les tocaba presentar disco y venían con intención de hacerlo por todo lo alto.
El quinteto de San Blas asaltó el escenario ante una sala ya muy concurrida y en pocos segundos comenzaron a sonar “Tierra quemada”, “Para que las palabras tiemblen” y la rápida “Memoria”, tres cortes de su nuevo disco. Desde el primer segundo, sonaron guitarras densas y pesadas, recordando a bandas hardcore escandinavas como Raised Fist o Refused. El peso que ha añadido la guitarra de David al conjunto la agradecieron especialmente los desmarques y arreglos de Vicente, con su toque post marca de la casa. El volumen de las voces se percibía algo más bajo de lo deseable en los primeros temas. El público aprovechó los dos temas iniciales más para escuchar que para bailar, pero los agradeció con aplausos. Ya en el tercer tema arrancaron pogos en una sala que estaba prácticamente llena.
A la vista, muchos móviles en alto y grabando. Tras unas palabras de Miguel, su vocalista, sobre el peligro de un fascismo que vuelve, la banda lanzó “Resiste”, recordándonos mucho a Berri Txarrak en su entrada y con un estribillo muy melódico y coreable (fórmula que han aplicado en muchos temas del trabajo que presentaban). Sin un respiro, empezó “Los Inofensivos”, con sus guitarras macarras y una estrofa en la que, junto a Miguel, brillaron Yer redoblando a la batería y Sandra marcando corcheas al bajo.
Delabruja
Tras una breve pausa, la banda comenzó a tocar su “Hijos del tiempo”, incluida en su anterior trabajo, “Incendio”. El reconocible riff de introducción puso a bailar inmediatamente a las primeras filas. La sala ya estaba muy caliente y siguieron adelante con la pesada “Cizalla”, para continuar con un estribillo muy pegadizo de “Por unas cuantas horas” y “En nombre de la paz”, volviendo al repertorio de su último trabajo.
“Vigilar” y “Rojo”, procedentes de sus dos primeros discos, fueron muy bien recibidas por el público, que coreó ambos estribillos mientras la temperatura de la sala seguía subiendo. La sorpresa para sus seguidores la dieron cuando en el puente de “Rojo”, volvieron a su último trabajo por sorpresa con “Otra vez”, renunciando así al último estribillo de una de sus canciones más celebradas.
Un recuerdo al subcomandante Marcos y alguna lágrima sobre el escenario dieron paso a “Somos”, cuya introducción arrancó a cantar a buena parte de la sala. Siguieron con la melódica “Cómplices”. Tras un agradecimiento al público, a las bandas y a la organización del concierto, echaron el resto con la recién estrenada “Nadie” (que me puso la piel de pollo) y pusieron el broche con “No sale el sol”, que Miguel dedicó a su madre, presente en las primeras filas.
Presentar un nuevo trabajo siempre es ilusionante para una banda, pero también supone el reto de construir un set list con canciones que quizás mucha gente en el público aún no conozca, con los problemas de ritmo para el show que esto conlleva. No fue un problema para Delabruja, que tocaron los doce temas de su nuevo disco sin comprometer ni el espectáculo ni la intensidad a los que nos tienen acostumbrados.
Delabruja
LEIHOTIKAN: POR FIN EN MADRID
Nunca había visto a Leihotikan en directo, pero tengo buena excusa: desde la formación de la banda a principios de los noventa hasta el día que narro, ninguno de sus conciertos había tenido lugar en Madrid. Es de justicia mencionar que en 2004 estuvieron a punto de tocar en la sala Caracol junto a Berri Txarrak pero, como sabemos, ese concierto se tuvo que cancelar. Hacia medianoche, con el escenario a punto y la sala a reventar (se colocaron la friolera de 213 entradas, prácticamente aforo completo), los pamplonicas subieron a las tablas y fueron recibidos con una fuerte ovación. Las primeras filas llenas de sonrisas y dos niños subidos a hombros mostraban lo emocionante de este concierto para algunos asistentes.
Gorka, vocalista, agradeció al público su presencia. “Es un placer estar aquí, 25 años después”... y fuego. Dispararon su “Ahaztu Ezinik”, que también abre su último trabajo de estudio, despegando todos los pies del suelo. A diferencia de las dos bandas que les precedieron en el escenario, Leihotikan está formada por 4 miembros y llevan una sola guitarra, pero no necesitan más. El tándem Jazz Bass-SG con las cuatro buenas manos de Aitor y Patxi empastado sobre las veloces baterías de Titi era algo digno de escuchar y ver. Mención aparte para los cebollazos (de verdad, no he encontrado una palabra mejor) que se estuvo llevando el bombo durante todo el set.
Mantener una formación durante más de veinte años da sus frutos: los cambios y arreglos del conjunto sonaron muy compactos y naturales en todo momento. Siguieron con el primer corte de “Harold”, homenaje al escritor y poeta Gabriel Aresti, y “Munduaren Leihoa”, del disco homónimo. Durante estos primeros temas hubo problemas con el micrófono inalámbrico que usaba Gorka, que acusó a Delabruja de sabotaje entre risas. Si bien los acoples se mitigaron más adelante, el sonido nunca llegó a ser óptimo en el fondo de la sala. Lamentablemente, este problema fue compartido por las tres bandas a lo largo de la noche. Eso sí, desde las primeras filas hasta la mitad del recinto los empastes volaban de las bocas.
Leihotikan
Los tres primeros temas del concierto, de discos separados entre sí por varios años, me dejaron imaginar lo que tenían preparado para la noche: un repaso a todos sus trabajos de estudio. El segundo bloque aunó “Egoen lehia”, “Gaur” y “Ez izatearen trilogia”, de nuevo viajando entre plásticos publicados con 20 años de diferencia (2018 la primera, 1998 la última). En este punto de la noche, el público respondía a los temas con cada vez más entusiasmo y la banda se crecía más. Hacía muchísimo calor.
Tras tirar algunos temas de su “Lur” (2000) y el “Nafarroa” de “Munduaren leihoa”, la práctica totalidad de la sala estaba bailando y cantando. Varias personas del público hablaban euskera entre tema y tema, además de cantar algunos a pleno pulmón. Este fue el caso de “Bi nesken maitasuna”, seguida por el temazo “Espero dudan pertsona bakarra” cuyo bloque terminaría de nuevo en su disco más reciente con “Patriarka arraren arrakasta”. Lo mejor estaba por llegar.
La recta final del concierto, que volvió loco al público (“zorionak zuri” incluido), consistió en un repaso a algunos de sus temas más antiguos, desde “Bosch” hasta “Bukatu da”, pasando por el medio tiempo de “Zu, zu” y la veloz “Punk-rok”, precedida esta última por una defensa de la necesaria rebeldía. La guinda de su set la puso su “Zerbaitetan sinetsi”, en la que debió bailar incluso la gente que se había quedado en su casa. Tras agradecer en euskera y castellano, se despidieron los de Iruña con tres bises pedidos por el público,: “No oirás”, versión de la banda gipuzcoana de los noventa Ezin Izan, “Suizidio Kolektiboa”, de su último trabajo “Non zaude?”, e “Ikusi mendizaleak” que, según me han chivado, es su versión de una canción popular vasca. Brutales.
Me fui de la sala pensando que no llevamos ni un mes de 2020 y el listón de conciertos ya está muy alto por aquí. Esto pinta bien.