Hace una semanas, cuando acudí a la presentación del nuevo libro de Manolo Rockcity, éste me comentó que, además de las mil cosas en que andaba metido, se había involucrado en la programación de una serie de conciertos durante al menos el periodo estival en la Finca Oxford, ya que sus responsables querían dotar a este conocidísimo establecimiento de Puente Arce de un público al margen del de  las habituales bodas, bautizos y demás.

En esa misma conversación me comentó algunos de los grupos que iban a tocar y uno de ellos eran Cantaebria, banda que aquí estamos siguiendo prácticamente desde sus inicios, por lo que no me lo pensé mucho y me apunté esa fecha en la agenda.

Los corraliegos siguen presentando su disco “El rock ha vuelto”, que aquí os comentamos en su momento y del que ellos mismos nos hablaron en una entrevista que les hicimos durante el confinamiento, y a tenor de lo leído en nuestra web hermana Noche de Rock su concierto de Selaya de la anterior semana parecía que la banda seguía estando como una moto.

Pese a que la tarde se torció lluviosa y que no había reservado mesa, para allá que me fui dispuesto a disfrutar de una gran noche de rock and roll con el quinteto y de paso ver qué tal le sentaba dicha música a este local, algo no ajeno a los responsables del mismo ya que uno de sus encargados hizo sus pinitos en alguna banda de la zona tiempo atrás.

Al llegar nos adentramos en una de las zonas donde habitualmente se hacen los bailes de bodas y demás, siendo un departamento al aire libre pero con unas tela que tapaban la zona del concierto protegiéndonos de una eventual lluvia; allí se había congregado ya una buena cantidad de gente que acabarían por llenar toda la zona acondicionada para el evento. Afortunadamente la lluvia no hizo acto de presencia durante toda la actuación.

Media hora después de la hora fijada para dar tiempo a que la gente pudiera llegar de sus trabajos, se inició la actuación de Cantaebria con una intro en la que indicaban que la única vacuna verdadera contra el coronavirus era el rock and roll, comenzando a tocar el mítico “Welcome to the jungle” de los Guns and Roses, una auténtica declaración de intenciones con Bardal, cantante de la banda, en su salsa, moviéndose por toda la sala, habitualmente acompañado por Sete, uno de los dos guitarristas de la misma.

Enlazada con la anterior llegaba el momento de la primera pieza que escucharíamos de su disco, precisamente la que le abre, “Despojo de ciudad”, con las guitarra del mencionado Sete y de Eiza echando chispas y sonando toda la banda, que completan Osu al bajo y Mario a la batería, de manera fantástica, para, tras pedir que aplaudiésemos a los camareros por su labor, continuar con otra versión, en este caso del “Whole Lotta Rosie” de los AC/DC, un clásico ya en su repertorio, mientras Bardal iba buscando la complicidad de los presentes.

A estas alturas la banda ya se había ganado a los presentes no sólo por su calidad musical sino por su desparpajo en directo y esos vaciles continuos, para continuar con el repaso al disco que venían presentando con “Más chulo que un ocho”, un tema que esperaban no tener que explicarnos de que iba, con la habitual broma en la que hacen que insultemos a su batería y haciéndonos dar palmas, para, tras una fuerte ovación, continuar con “El blusete”, que dedicaron al borracho oficial del pueblo y es que estamos ante una oda al alcohol muy festiva y celebrada.

Continuaron con la que fue la primera canción que compusieron como Cantaebria, es decir “Acero y plata” y con la que decidieron que iban a ser una gran banda, con sus músicos muy conectados y dándolo todo en el local, tras la que nos preguntaron, como durante buena parte de la velada, si estábamos a gusto, con afirmativa respuesta de los presentes, haciéndose cargo Bardal de una guitarra para interpretar ese tema llamado “Cantaebria”, en la que improvisaron sobre la marcha para ofrecernos su merchán en plena actuación, consiguiendo vender unos cuantos discos y camisetas, todo ello sin parar y dedicándolo un feliz cumpleaños con vacile incluido a uno de los camareros del local.

Llegaba el momento delicado para Bardal y es en el que interpreta, al principio en solitario y luego con toda la banda, ese “Una noche sin ti” de los Burning que dedica a su padre fallecido hace unos años en accidente de tráfico, cantando la parte final sin micrófono y a pleno pulmón, antes de recuperar una pieza de su disco como es la genial y preciosa “Volverás a ver el mar”, como siempre dedicada a su amigo Carlos Imparable, que está luchando contra una leucemia a la que está plantando cara haciendo deporte; una maravilla para la que Bardal se quitó, en la parte final, la guitarra que había llevado.

La siguiente era un tema conocido por todos y que, como nos comentó Bardal, dice autenticas verdades y es que era el turno del mítico “Los Rockeros van al infierno” de los legendarios Barón Rojo, para, tras sacar un teléfono viejo haciendo una parodia de que le avisaban de Moncloa porque tenían que acabar su concierto, lanzarse a interpretar “La posada de los muertos” de los Mago de Oz, con fragmentos de los cortes de la citada banda “Hasta que el cuerpo aguante” y la infaltable “Fiesta pagana”, todo ello muy cantada por un público que estaba disfrutando totalmente del evento.

Era el momento de presentarnos un corte nuevo titulado “Se llama rock and roll”, que tiene un guapo sonido y que me pareció bastante pegadizo, antes de hacer un amago de irse, aunque reconocieron que no se iban a ir todavía porque estaban muy a gusto con nosotros y era el momento de que llegase “La locomotora del amor”, ese ya clásico tema de la banda, de los más celebrados y en donde hacen cantar a parte de la gente, poniendo aquello patas arriba.

Un nuevo amago de irse sirvió para que de nuevo volviesen a vendernos su merchán y presentaran  uno a uno a los integrantes de la banda, antes de lanzarse con su versión del “Mi gran noche” de Raphael, la última que faltaba de sonar de su disco, muy coreada, y en cuya parte final Bardal se dedicó a agradecer al Oxford y a Manolo Rockcity por haber contado  con ellos y a los presentes por haber acudido, para, tras la sugerencia de una más por parte de los asistentes, interpretar ese “Marihuana” de los Porretas a su estilo y que reconocieron que hacía mucho que no tocaban.

Y así, tras algo más de hora y media, concluía el concierto de unos Cantaebria que siguen estando tan en forma como la anterior vez que les vi, si acaso con más rabia y más ganas, consiguiendo que los presentes, algunos de los cuales no los habían visto nunca, disfrutásemos de su música y, por qué no, de sus ocurrencias, logrando hacernos pasar una gran velada.

Reconozco que, pese a que ya llevaba vistos 4 conciertos después del confinamiento, necesitaba sentir caña de verdad y Cantaebria me la dieron, resultándome difícil el contenerme y estar sentado en la silla, y es que de alguna manera sirvió para que soltásemos adrenalina.

¡Muy grandes Cantaebria a los que espero y deseo volver a ver en muy poco tiempo!

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Y  así, tras despedirme de algunos amigos y conocidos allí presentes, me fui de este bello sitio que empieza a compaginar el rock con sus habituales actividades, después de haber disfrutado de un concierto muy intenso y divertido a cargo de Cantaebria.